En los últimos tiempos la vocación de servicio público ha derivado en una suerte de vocación de sueldo público, pues a quienes se les llena la boca predicando su noble dedicación de servicio a los demás, suelen esconder que esa entrega está basada en una nómina a fin de mes.
La crisis ha tenido muchas consecuencias y una de ellas ha sido la denigración de la clase política, una denigración que, aunque podría considerarse provocada, es la realidad que ha dado lugar a la aparición de unos salvapatrias autodenominados “políticos regeneradores”, que no son más que las aves carroñeras de un ecosistema llamado “política” con minúscula. El Ayuntamiento de Jaén, sin ir más lejos, es el escenario perfecto para poder rodar un documental donde encontrar a estas especies, señores y señoras disfrazados de leales servidores de lo público que, con un Ayuntamiento en quiebra, no tuvieron rubor alguno en ponerse un sueldo con cargo a las arcas municipales a cambio de votar una vez al mes.
El espectáculo que están protagonizando los tres ediles supuestamente no adscritos, es digno de anotarlo en la placa que figura en el Salón del Plenos, con una rúbrica que diga “por aquí pasaron varios jiennenses a vivir a cuerpo de Rey…”, y digo varios porque, en justicia, ni han sido, ni son, ni serán los únicos. Pero para que haya aves carroñeras tiene que haber carroña y fue justo eso lo que encontraron en una minoría mayoritaria al inicio de la legislatura. Bajo el paraguas de la formación de Albert Rivera (porque Ciudadanos es Rivera y cierra España), tres jiennenses se auparon hacia la Plaza de Santa María y se sentaron en su sillón exigiendo un sueldo público que, casi con total seguridad, nunca ganarían en la empresa privada.
Después de aquello, han protagonizado su salida forzada de su propio ¿partido?, ha exigido una subida de sueldo, se han enfadado entre ellos y han conseguido despachos separados y ahora, además, quieren cambiarse de sitio como los niños en el colegio. Y lo mejor es que todo esto lo hacen cobrando un sueldo que pagamos el resto de los jiennenses. Es hora de poner a prueba tanta vocación de servicio y si yo fuera el Alcalde, no dudaría en llevar al Pleno un acuerdo de reducción de liberaciones. Así, a las bravas, a retratarse todo el mundo. Y es que el Alcalde no debe consentir por más tiempo este chantaje de propios y extraños. Ya se sabe, que más vale una vez colorado, que ciento amarillo.
El Ayuntamiento no necesita –y lo digo con conocimiento de causa- veintisiete concejales liberados, porque tiene una plantilla de funcionarios y laborales que pueden (y deben) hacer muy bien su trabajo. Pongamos a prueba ese amor por Jaén y dejemos a un buen puñado de estos servidores cobrando por asistencias a plenos y comisiones, quizá así tengan que ganarse el sueldo en la calle y dejen de jugar en el Pleno a costa del bolsillo ajeno.