Por ANTONIO GARRIDO GÁMEZ. CRONISTA OFICIAL e HIJO PREDILECTO DE IBROS / En el momento en que me dispongo a escribir estas líneas, todo hace indicar, gracias a Dios, que como consecuencia de los registros más benignos de la pandemia, nada podrá impedir la cita de los ibreños con su Patrona, la Virgen de los Remedios, en especial la salida procesional en olor de multitud en la tarde del 2 y en la mañana del 3 de mayo, como ocurre tradicionalmente desde tiempo inmemorial, y el primero de los desfiles, en recuerdo, que todavía mantenemos vivo, sobre todo en la memoria de los mayores, del histórico traslado de la imagen desde su ermita a la iglesia parroquial de San Pedro y San Pablo. No tengo la menor duda, porque soy uno más de los ibreños que lo desean, que la expectación va a ser este año apoteósica, porque las circunstancias han impuesto durante dos años consecutivos que los cultos a la Virgen de los Remedios se ciñeran al templo parroquial, pero con valorar esos actos en que los ibreños acuden a expresar su amor y devoción a la Patrona, en novenas y otras expresiones de la liturgia, siempre con el cariño que le pone a lo mejor de nuestro patrimonio espiritual el querido párroco, don Juan Antonio Marín Linares, para una inmensa mayoría de los que conformamos nuestra comunidad, el hito más importante, el broche de oro de cada fiesta de la cruz, es ver desfilar por las calles de su pueblo a la que desde siglos atrás es el “alma de Ibros”. Dos años sin Ella por su itinerario de siempre, y por las circunstancias que lo han motivado, constituyen motivos de dolor, que en este momento se tornan en esperanza y renovación de las mejores inquietudes hacia lo que La Remediadora representa para los que tuvimos la suerte de nacer en esta villa milenaria, que no es otra cosa que el testimonio de lo que dice la salve popular: vida, dulzura y esperanza nuestra.
Sabemos que 2022 es un año especial que quedará grabado en los anales de la historia, porque los ibreños, al congregarse en la plaza, ante la fachada de la parroquia, tanto a la entrada como a la salida de la Patrona, tendremos mucho de qué hablar con Ella, porque estos dos años han sembrado mucho desasosiego, ha habido enfermos por este virus que tanto daño ha hecho, y por supuesto hay que pedirle por los difuntos que esperamos que estén a su lado, cubiertos por su manto amoroso de madre y reina de Ibros. Por eso es más ansiada que nunca la Remediadora, porque no faltarán palabras a sus hijos, ni emociones que expresar, tristes y alegres, porque así es la vida, aunque sobre todo pienso que al dirigirnos a la Virgen esta vez lo que va a primar es pedirle por los nuestros y solicitar su intercesión para que tras esta larga tempestad venga un tiempo de paz y de calma, para el mundo entero, en situación tan agitada, y en especial para nuestro querido pueblo, al que queremos ver progresar y feliz.
He vivido muchas veces las procesiones de los días 2 y 3 y también las ausencias obligadas por alguna razón, desde luego siempre ajenas a mi voluntad y a mis sentimientos, a los dictados de mi corazón, pero un 2 por la tarde y un 3 de mayo por la mañana, para un ibreño sensible, no son unas horas más perdidas en el tiempo. Aquí en directo se viven con la ilusión de verla, y desde la distancia, mayor o menor, os puedo asegurar que un nudo en la garganta ahoga a cualquier ibreño bien nacido. Y esto ocurre porque las citas con nuestra Virgen, la comunión con la más grande de nuestras tradiciones, nos han marcado para siempre.
Nuestra imagen de la Virgen de los Remedios colma todas nuestras aspiraciones, una talla tan linda, tan admirable, tan única. En 2019 se cumplieron los primeros 80 años de la actual imagen que veneramos los ibreños, una reproducción de la antigua, de la que es autor el granadino Navas Parejo. Este hecho tuvo lugar en el año 1939, tras la desaparición en la guerra civil de la anterior escultura, que databa del siglo XVII. Una devoción tan antigua que une por siglos la vida de los ibreños a María Santísima de los Remedios.
Hay argumentos más que sobrados para hacer valer las grandes fortalezas en las que se asienta el vínculo religioso, histórico y popular de la villa de Ibros con la que con todo cariño llamamos desde antiguo “La Remediadora”. En primer lugar y, sobre todas las cosas, es nuestra Patrona. Los documentos que se conocen hablan de un origen antiquísimo del culto a la Virgen de los Remedios, baste citar el hecho de que, sin entrar en consideraciones anteriores, que sin duda existen, fue en el año 1522 cuando se decide la construcción de la ermita, por el entonces obispo don Francisco de Sarmiento y Mendoza, para responder a las expresiones marianas de los vecinos de nuestro pueblo.
Desde el punto de vista religioso, está bastante documentado que se trata de una devoción secular y que se basa en sólidos cimientos, que entroncan con preciosas leyendas, como la de la aparición de la pequeña imagen en la llamada Huerta de la Virgen, donde se cuenta que había sido escondida en tiempos de la dominación árabe para evitar que fuera profanada. Sea como fuere, la tradición y la religiosidad popular han dejado en el tiempo páginas muy hermosas de esta relación tan emocional y auténtica de Ibros con su Patrona. La ermita, a lo largo de sus cuatro siglos de existencia, y después el templo parroquial de San Pedro y San Pablo, han sido testigos de la fe y la devoción de un Ibros entregado por entero a su Virgen de los Remedios, y que se percibe de una manera especial en los días 2 y 3 de mayo, en las fiestas y procesiones, y en todas las oportunidades en que la imagen ha salido a la calle por alguna causa especial. Mi experiencia personal está centrada en la procesión del Día de la Cruz, tanto el momento en que la imagen aparece en la plaza, como cuando el desfile llega a su fin y la emoción de los ibreños se desborda por completo. Son instantes mágicos, indescriptibles, que narran mejor que las palabras el conjunto de sensaciones que unen a todo un pueblo con su Patrona.
Ni que decir tiene la masiva presencia de devotos e ibreños en general en las celebraciones que tienen lugar en el templo, tanto las solemnes fiestas como los novenarios, cultos que tanto los sucesivos párrocos como la propia Hermandad, han cuidado con esmero, de hecho tanto en la masiva Eucaristía del 3 de mayo como en las novenas, desde muy antiguo, se ha contado con grandísimos oradores sagrados.
Los sentimientos íntimos de los ibreños y su cariño filial a la Virgen de los Remedios, trascienden las paredes del templo, la venerada imagen está en los hogares, las fotografías nos acompañan siempre, en realidad ser ibreño y ser devoto de La Remediadora son una misma cosa. Con esta afirmación creo que ya está dicho todo. Así que a la espera de verla salir este año de su iglesia para recibirla con los brazos abiertos, dispuestos a resarcirnos de dos ausencias que nos parecieron una eternidad, y porque un día de nuestra Patrona en la calle constituye una carga emocional suficiente para superar los embates de todo un año, hasta el mayo siguiente.
Imaginemos. La Virgen ya va a salir, en esta plaza habrá ojos con lágrimas, desgarros hirientes, vivas ensordecedores, cohetes de sentimiento. Una vez más. Una madre pedirá por un hijo ausente, otra mujer ruega porque una enfermedad no se lleve al ser querido, otra da gracias, simplemente gracias. Un hombre al lado se santigua y se le escapa una lágrima de emoción. Todos los corazones sintiendo al unísono, es como decirle a la Virgen ya estás con nosotros, con el pueblo que te quiere. Y rezarán. Los recuerdos han de apiñarse en nuestras mentes, los recuerdos y tantas cosas como unen entrañablemente a los que sintonizan la misma onda de la emoción. Incluidas las sombras queridas que acuden en este momentos, devolviendo a la actualidad las grandes ternuras de antaño. Virgen de los Remedios, nuestra querida Remediadora, conocida y admirada en todos los sitios, porque habiendo sólo una, Ella es única en nuestro corazón y en nuestro sentimiento, por eso los ibreños vamos decididos a las fiestas de mayo para renovar su patronazgo, que no nos va a faltar. Aunque traidores, líbranos madre. Bajo tu manto, Remediadora, no temeremos.
Hoy, más que nunca, con el corazón alegre y la pasión a flor de piel, deseando ver a nuestra Madre en la calle, tiene más sentido que nunca el grito de júbilo de los ibreños: ¡Viva la Virgen de los Remedios! y ¡Viva el Pueblo de Ibros!
Foto: Una de las últimas procesiones de la Virgen de los Remedios por las calles de Ibros. (SOMOS JAÉN).