Por ANTONIO GARRIDO / El jueves, día 4 de mayo, es la fecha elegida para que la comunidad universitaria, asentada en los campus de Jaén y de Linares, acuda a las urnas para elegir entre los cinco candidatos que concurren al proceso electoral, a la persona que vaya a liderar el futuro de la Universidad de Jaén durante los próximos años. Se trata de Nicolás Ruiz Reyes, catedrático de Teoría de la Señal y Comunicaciones; Juan Manuel Rosas Santos, catedrático de Psicología Básica; Adoración Mozas Moral, catedrática de Organización de Empresas; Ignacio Benítez Ortúzar, catedrático de Derecho Penal, y Encarnación Medina Arjona, catedrática de Filología Francesa. Tanto la precampaña como la propia campaña se han caracterizado por variados debates, bien es cierto que todos ellos en la capital y ninguno se ha llevado a Linares, donde su campus y la sociedad linarense tenían perfecto derecho a conocer de primera mano las impresiones de los candidatos y a preguntar sobre sus propias inquietudes y el futuro que le aguarda a la histórica presencia de los estudios universitarios en la ciudad de las minas.
No sé si esa es la consecuencia del conflicto que se ha producido en las últimas fechas a propósito de unas presuntas manifestaciones de una de las candidatas, Adoración Mozas, sobre el papel de la UJA en Linares, que ella afirma, además de haber sido la candidata que pidió un debate expreso en Linares y sobre Linares, que se han sacado de contexto, una fake news, pero que han creado una polémica trasladada a los medios y de modo muy singular a las redes sociales, donde la señora Mozas ha tenido que soportar un linchamiento impropio, pero que parecía inevitable porque ha trascendido a la población y se la ha considerado enemiga del Campus de Linares, cuando conforme a su programa, que está publicado, no es cierto, pero ya se conoce el dicho “calumnia, que algo queda” y se le ha revestido de las viejas rencillas entre Linares y Jaén para echar más leña al fuego.
Ciertamente chirría que esto ocurra en el ámbito universitario, porque ha empañado el final de la campaña y el fair play que en términos generales la ha caracterizado, y ello a pesar de que ha habido exceso de debates y se han tenido que repetir hasta la saciedad los mismos mensajes. Desde luego si alguien quiere argumentar falta de información ante la jornada electoral del jueves, no parece que le asista la razón. Cuestión diferente es que estamos en tiempos de lealtades incondicionales, y, como también ocurre en la política de partidos, porque estas actitudes se contagian, normalmente suele ocurrir que damos crédito a “los nuestros”, por una serie de afinidades, también, lógicamente, por la credibilidad ganada en las respectivas trayectorias, el caso es que se suele dejar al margen a los demás, aunque hayan hecho bien sus deberes, en este caso el esfuerzo de ofrecer programas trabajados e ilusionantes para el futuro de la institución. En consecuencia hay cinco candidatos y solo puede quedar uno. O una. Y puede dirimirse el día 4 con el resultado del voto ponderado o tener que recurrir a una segunda vuelta, en la que podría darse el caso de alguna confluencia, pero vayamos por partes.
Dicho lo anterior que nadie espere que solicite el voto hacia ninguno de los cinco aspirantes al sillón del Rectorado, aunque creo conocerlos bien a todos, pero quien vota es la comunidad universitaria, cuestión diferente es que lo que se decida con el voto directa e indirectamente nos va a afectar a toda la sociedad, estamos muy concernidos. A lo que hay que añadir que seguramente estamos en la elección más decisiva en los treinta años de vida de nuestra Universidad, por razones que a nadie se le deben escapar. Así que como la democracia es la menos mala de las fórmulas de elección, esperemos que para esta encrucijada por la que atraviesa la UJA, en un momento tan delicado como apasionante, los votantes acierten en dar su respaldo a quien mejor pueda representar en este momento histórico los intereses de la UJA y de Jaén, que finalmente son una misma cosa, porque no solo está en juego el futuro de la Universidad, es mucho más que eso.
Los cinco candidatos, con los que he tenido la oportunidad de conversar ampliamente, han dado muestras de conocimiento y de pasión por aquello a lo que aspiran. Cada uno de ellos ha presentado una oferta programática que en muchos aspectos es coincidente y en otros difieren en función de modelos legítimos que proponen, desde luego hay que darles las gracias a los cinco por haber dado un paso valiente que demuestra interés y vocación de servicio. Únicamente me permito reivindicar, porque es el principal motor de futuro para mi tierra y todos estamos obligados a su defensa, que la persona elegida debe tener claro que por encima de los poderes que ejercen responsabilidad política sobre la Junta, tiene que ser de obligado cumplimiento coger el relevo con una posición inequívoca de determinación para defender el estatus de nuestra Universidad, quiero decir, pelear con autoridad y con el respaldo de la comunidad universitaria y de la sociedad, por un marco económico estable y con visión de futuro, por un plan de estudios que suponga avance, por reclamar la dignidad que merece la UJA en relación con sus méritos y posiciones en los diferentes rankigs, con un plan sólido pensado para el corto, medio y largo plazo, en resumidas cuentas que no se permita que los responsables públicos traten de engañarnos con mentiras o verdades a medias, y que quienes les representan definan muy bien con quién se posicionan: con sus responsables en la Junta o con el futuro de Jaén. Creo que estas ideas han de ser interiorizadas porque en estas elecciones al Rectorado, según las diferentes propuestas que en las últimas semanas se han puesto sobre la mesa, nos podemos estar jugando qué futuro queremos para la UJA y quién y cómo lo va a liderar y gestionar.
Recordemos que la Universidad de Jaén, la empresa más importante de la provincia, está a punto de cumplir treinta años de existencia, fue creada por ley del Parlamento Andaluz de 1 de julio 1993, y se encuentra en una encrucijada que ojalá pudiéramos divisar con optimismo, porque lo es claramente desde el punto de vista académico por su trayectoria y ahora hace falta que el modelo de financiación que se negocia desde la Consejería de Universidades de la Junta, con los diferentes rectores, del que no ha trascendido ningún dato públicamente, si bien el consejero ha transmitido “tranquilidad”, y lo ha hecho haciendo campaña electoral, incluso prometiendo en Jaén lo que no está en su responsabilidad proponer, permita la suficiencia financiera a largo plazo y no se parezca al que pretendió implantar el anterior consejero, que lastraba su futuro y venía a relegarla a la insignificancia, hecho que se ha reconocido de manera explícita por los mismos políticos que en su momento quedaron abducidos por los argumentos importados y ajenos por completo a la singularidad del territorio, por el entonces responsables de Universidades, que a Dios gracias desapareció de un escenario tan sensible.
Ahora estamos en un momento de tensa espera, con una provincia que no parece dispuesta a tolerar que por unas razones o por otras Jaén siempre salga perdiendo, y mucho menos que quien sufra la consecuencias sea la institución que hemos coincidido en que ya es, pero debe seguir siéndolo por mucho tiempo, la que lidere el desarrollo socioeconómico y cultural de la provincia. Nada más y nada menos. Confiemos en que la política, siempre tan esquiva y mezquina con Jaén, no juegue más con las legítimas aspiraciones de esta tierra que históricamente siempre ha dado más que ha recibido.
De la importancia del momento apasionante que se abre en la Universidad de Jaén es un síntoma el hecho de que las elecciones al Rectorado del día 4 despierten interés y expectación tanto dentro como fuera del Campus de Las Lagunillas, tras el cumplimiento de la etapa liderada por el profesor Juan Gómez Ortega, que además ha tenido un peso específico en el concierto andaluz, ya que hasta su dimisión, el pasado año, precisamente a cuenta de los nubarrones que se cernían sobre el modelo financiero, se vio obligado a renunciar al cargo de presidente de la Asociación de Rectores de las Universidades Públicas, para dedicarse por entero a la defensa de su/nuestra Universidad.
Gómez Ortega llegó a las elecciones de la UJA, en su momento, desde un puesto de responsabilidad interna, era, eso sí, un catedrático brillante en su labor al frente de la Escuela Politécnica Superior, y en una trayectoria académica e investigadora indiscutible, pero existía la duda, entonces razonable, de si podría continuar la senda de sus antecesores, habida cuenta de que partía con el estigma de ser más un burócrata que un gestor. El tiempo quita y da razones, y en el caso de Gómez Ortega ha demostrado que se ha hecho a la institución y ha marcado una línea de trabajo dentro de la más estricta normalidad, de avance y de proyección, de modo que si Luis Parras fue el providencial primer rector y a Manuel Parras le correspondió el papel de consolidar el proyecto de futuro más importante para la provincia, en el caso de Juan Gómez ha logrado objetivos para un nuevo tiempo al que se enfrenta el mundo universitario y ha ido perfilando la Universidad que Jaén demanda, un reto que no se puede ni se debe descuidar. El todavía rector en funciones no tuvo competencia en los últimos comicios porque debió entenderse que cuatro años son pocos para consolidar un modelo de gobernanza, y en esta etapa de su gestión hay que reconocerle que no solo ha avanzado en hacerse con el control de la Universidad, que es un ente complejo, sino que ha emprendido aventuras muy señaladas, como fue la celebración del XXV aniversario de la creación de la UJA, que contó con una gran cantidad de acontecimientos y contribuyó a aumentar su fortaleza.
Se ha unido a todo esto el considerable logro en la consideración de la UJA, su posición relevante. El rector ha trabajado en la tarea de abrir cauces de colaboración con instituciones y con la sociedad, han surgido iniciativas en el orden académico y se han creado diferentes cátedras, que le imprimen un importante valor añadido, la última la del Cetedex, que no solo vienen a dar respuesta a inquietudes del momento presente sino que le van a dar prestigio y visibilidad; ha comprometido una reflexión en profundidad sobre la oferta académica de la UJA para adaptarla a las demandas formativas que la provincia demanda; se le ha visto especialmente satisfecho de la presencia de la UJA en algunos rankings de solvencia, que no son un motivo para obsesionarse, pero sí lo es para observar la solidez, prestigio y reconocimiento, y poder trabajar asimismo sobre las debilidades; se ha referido con satisfacción a la movilidad estudiantil y a la internacionalización, con progresos considerables; ha hecho referencia continua a objetivos ambiciosos, especialmente a que la Universidad mejore el futuro de las próximas generaciones de jienenses. Y al rector magnífico tampoco le ha temblado el pulso a la hora de reivindicar, aunque lo haya hecho sin alharacas, dibujando con claridad las principales preocupaciones, entre ellas, de manera prioritaria, la de hacer del sistema universitario andaluz una oportunidad y en un marco competitivo, pero para que las universidades avancen, la nuestra entre ellas, hay que definir un nuevo escenario, porque el actual es pasado y se necesitan nuevas fórmulas para seguir volando de acuerdo con las exigencias de los nuevos tiempos, y ahí se debe incluir asimismo la puesta al día de un Plan Andaluz de Investigación que satisfaga a los profesionales y haga rentable socialmente este gran capital que junto al conocimiento distinguen al ámbito universitario.
Lo más que mayormente valoro en este momento tan crucial de la Universidad de Jaén es que, aunque es verdad que nunca llueve a gusto de todos y en una institución de estas características no debe faltar la crítica constructiva y el debate permanente, que a veces la sociedad sinceramente no ha percibido, al menos en la manera en que debía esperarse, es el buen posicionamiento de la UJA tanto a nivel nacional como andaluz, sus aportaciones realmente notables en el ámbito de la investigación, liderando las que se relacionan con el aceite de oliva; su reconocimiento en el exterior, y pongo como ejemplo la labor que un competente equipo investigador realiza en Egipto, en las campañas de excavaciones en la necrópolis de Asuán, con hallazgos históricos; su papel protagonista como impulsora del movimiento cultural, su presencia en el territorio de la provincia en multitud de iniciativas, también con los cursos de verano y otro tipo de encuentros; su acercamiento al mundo de la empresa y de la innovación, el arraigo constante de la UJA en la vida diaria y en los más importantes acontecimientos sociales; además del acierto que ha tenido en promover el Programa UJA-CEP (Comprometidos con el Territorio Provincial) que ha servido para hacer un diagnóstico indispensable sobre el que la propia Universidad puede actuar en el ámbito de su competencia, pero que se completa con una serie de conclusiones de las que corresponde tomar nota y actuar en consecuencia a los poderes públicos. Sin olvidar la que posiblemente haya sido la joya de la corona, el establecimiento de los estudios del Grado de Medicina, vieja reivindicación, ofertada en el año 2010 por el Consejo Andaluz de Universidades y que ha salido adelante gracias al compromiso y a la tenacidad de Juan Gómez, que se ha dedicado en cuerpo y alma en el último tramo de su Rectorado para salvar todos los obstáculos y hoy constituye una esperanzada realidad, al fin en marcha la primera promoción de Medicina, que debería ir de la mano con la proyectada Ciudad Sanitaria, que no acaba de arrancar a pesar de tan reiteradas promesas.
En mi opinión el mejor servicio que la Universidad debe prestar, aparte, claro está, de la transmisión del conocimiento, es el que viene reflejado en la propia ley de su creación: “La presente Ley crea la Universidad de Jaén, pensada como instrumento de transformación social que desarrolle y oriente el potencial económico, cultural y científico de la sociedad de la provincia de Jaén. La nueva Universidad se justifica históricamente en la existencia en el siglo XVI del Estudio General de Santa Catalina, que en 1629 llegó a ser Universidad Pontificia por bula de Bonifacio VIII, cuestión que nunca ha dejado de estar presente en la memoria colectiva del ciudadano de Jaén. La tradición universitaria de Jaén no se ha limitado sólo al citado caso; conviene añadir la existencia desde el siglo XVI y hasta el inicio del siglo XIX de la Universidad de Baeza, hoy considerada en la Ley de Coordinación del Sistema Universitario de Andalucía como una de las sedes de la Universidad Internacional de Andalucía. A la demanda tradicional de reencontrarse con la tradición universitaria de esta provincia se ha unido la esperanza de encontrar estructuras que realmente contribuyan al desarrollo de los recursos económicos, científicos y culturales de Jaén, y la situación concreta del proceso seguido por la enseñanza superior en España, tanto en materia de estructura interna, por el desarrollo de los Departamentos, como en la implantación de nuevas titulaciones y sus sistemas cíclicos. En conjunto se ha producido una coyuntura singular que hace viable la realización efectiva del citado deseo colectivo de los hombres y mujeres de Jaén”. De ahí que ponga especial énfasis en seguir cultivando la relación Universidad-Sociedad, porque una institución tan relevante no puede mantenerse fuera de las preocupaciones sociales de su entorno.
Juan Gómez, además, ha vendido con pasión y entusiasmo, esto al menos hemos querido ver, lo que se ha venido en llamar Generación UJA, es decir, un estilo, un compromiso que se constituye en el instrumento que quiere ser punta de lanza de toda una provincia y que está formando precisamente a unas generaciones que en lugar de salir fuera deberían ser las que cogieran el timón de esta provincia que tiene derecho a un futuro mejor. Y que confía en que el lema de la UJA “Comprometidos con tu futuro” se haga realidad. En definitiva, espero y deseo que en la etapa post Juan Gómez, se siga poniendo en el escaparate de la atención preferente el papel de la Universidad como la gran apuesta para el futuro de la provincia y de sus recursos, entre ellos, sin duda, el olivar. Ojalá que el buen estado de salud de nuestra institución, salvo el interrogante económico que ojalá deje de ser pronto una angustiosa preocupación, sirva para plantear retos de distinta índole en base a un doble horizonte, ser una institución útil, sin complejos, y que responda a las necesidades y exigencias del territorio. Y nunca perder de vista, más en estos tiempos tan complicados en la que muchos obstáculos residen en la política, que es la hora de las luces largas y luchar por lo nuestro sin perder en ese empeño ni un solo instante.
Foto: Los candidatos al Rectorado, Nicolás Ruiz Reyes, Juan Manuel Rosas Santos, Adoración Mozas Moral, Ignacio Benítez Ortúzar y Encarnación Medina Arjona.