Por ANTONIO GARRIDO / No me ha sorprendido lamentablemente el fallecimiento en la mañana de hoy del Papa Francisco. Observando las imágenes de ayer, cuando se asomó al balcón de las grandes solemnidades para impartir la bendición “Urbi et Orbi” ya se apreciaba que quienes de forma reiterada se obstinaban en transmitirnos el mensaje de que su estado iba mejorando, no se sostenía, por el contrario era fácil de apreciar el sufrimiento que reflejaba su rostro, en el que ni siquiera era posible atisbar el asomo de una leve sonrisa. Debió hacer un esfuerzo sobrehumano para cumplir con lo que consideraba una obligación en el Domingo de Pascua. Hasta el último momento ha sido ejemplar la actitud del Pontífice que va a pasar a la historia como un Papa querido por el pueblo y menos por los poderosos o los que se consideran los elegidos, fuera y dentro de la Iglesia, porque desde el primer momento mostró su opción por ser servidor del Evangelio, pero al tiempo hacerse voz de los que no la tienen en todo el mundo, con una preocupación permanente por la paz, por los problemas de este mundo tan convulso, por el cambio en la Iglesia que tanto se resiste, por la promoción de la mujer, por la predilección por las personas, dentro de lo que le han permitido las estructuras tan poco dadas a las reformas, de tal manera que durante su etapa apenas ha podido llevar a cabo el programa que le llevó al Papado, pero la experiencia, un regalo de Dios como ha dicho el obispo de Jaén, monseñor Sebastián Chico, ha sido tal que la humanidad entera ha entendido sus gestos, valientes y comprometidos, y hoy todo el mundo valora y admira su tarea y su liderazgo moral al servicio de los más necesitados, como el mismo Jesucristo, que tampoco lo tuvo fácil porque su reino no era del gusto de los influyentes o los que pretendían serlo, o simplemente preferían, como hoy tantos, la comodidad y la indiferencia. Ya me gustaría que la jerarquía iniciara cuanto antes, como lo ha hecho en otros casos, el proceso para elevar a los altares a Francisco, que no desmerece en absoluto, al menos en la consideración popular, ese tratamiento a su figura. Es suficientemente conocido su desapego a cualquier tipo de riqueza, por el contrario ha sido un Papa profundamente sencillo, austero, y como ya se empiezan a conocer detalles de su testamento, estoy convencido al cien por cien que también en esto va a darnos la dimensión de su persona, a imitación del santo por el que escogió el nombre para ocupar su cargo de sucesor de Pedro, San Francisco de Asís.
En esta circunstancia no podemos olvidar que entre los nombramientos durante su Pontificado se encuentra un natural de nuestra provincia, de Sabiote concretamente, se trata del cardenal arzobispo de Madrid, don José Cobo, que será una de los purpurados que en unos días tome parte en el cónclave para la elección del nuevo Papa. Él mismo puede figurar entre los candidatos, aunque en un grupo numeroso, de 120 cardenales, ya sería casi un milagro que nos toque esa lotería. Como suelen decir en Roma, esa decisión estará en manos del Espíritu Santo. Mientras tanto la ciudad de Jaén se ha sumado al sentir de toda España en la declaración de los tres días de luto por la muerte del Papa Francisco y durante las próximas fechas se le recordará por lo que ha representado, por la claridad de sus mensajes, y sobre todo por su testimonio limpio y claro en tiempos de tanta tibieza.
¿La Semana Santa? Bien en términos generales, ha habido excelentes desfiles procesionales, igual que algunas cofradías no han logrado sacar sus pasos y en otros han concurrido incidencias, como es el caso del Martes Santo. No voy a entrar en la polémica de la Catedral, ya se ha escrito demasiado y a veces sin ton ni son, eso sí, lo ocurrido debe ser un aviso a navegantes porque lo normal es que en las fechas en que se celebra la Semana Mayor el tiempo sea inestable y debe existir una hoja de ruta lo suficientemente clara para que no haya lugar a debates a posteriori y a achacar responsabilidades o también a no asumir las propias, que de todo hay cuando las que mandan son las adversidades climatológicas. Jaén ha disfrutado con las procesiones que han hecho su estación de penitencia, que han sido más que las que señalaban en principio los partes de los meteorólogos, que en bastantes casos no han acertado ni una, con el riesgo que eso supone no solo para las procesiones, también para un sector tan sensible como es la hostelería. Por cierto la organización empresarial que la representa hace un balance satisfactorio, los hoteles han tenido un alto nivel de ocupación y los bares y restaurantes no había más que echar un vistazo a las terrazas para hacerse una idea. Aunque en Jaén es complicado dar prioridad a un desfile, lo cierto es que todas las procesiones han lucido de diez, espectacular La Buena Muerte, y sublime la del Señor de Jaén, El Abuelo, con esos dos claveles rojos en una de sus manos que tanto han dado que hablar, pero que representan la singularidad, la devoción y el sentimiento de todo Jaén. Una vez más ha sido un homenaje a la tradición y al legado de nuestros mayores. Ojalá lo sea por muchos años.
Ahora vuelta a la normalidad y esta semana ya hay una interesante agenda. Empieza la nueva edición del Premio Jaén de Piano, que es la joya de la corona de las manifestaciones culturales de la capital, por la presencia de pianistas de todo el mundo y por la historia que le precede. El Ayuntamiento también retoma su actividad, el alcalde viaja a China con una embajada de negocios y la ciudad se prepara para recibir a los Reyes de España que el día 29 estarán para apoyar la conmemoración del 1200 aniversario de capitalidad, que por cierto ya tiene hasta himno. La presencia real se gestó con el anterior alcalde, es lo que tiene una institución, que los asuntos se heredan. Ya escribiremos con más detalle sobre el 1200 aniversario, porque están muy bien los fastos, la imagen, el marketing, pero desde mi punto de vista al menos lo que hay que hacer este año es sellar muchos compromisos para que nos sintamos capital de verdad con influencia sobre el territorio, pero también con infraestructuras y servicios propios de una capitalidad moderna y que mire sin complejos al futuro. Si vienen los reyes, bienvenidos sean, pero seamos ambiciosos y aprovechemos la oportunidad para el impulso que necesitamos y además nos deben los gobiernos y la historia.