Por ANTONIO GARRIDO / Hemos sentido, personalmente es mi caso, envidia sana de las celebraciones que han tenido lugar durante el fin de semana en las ciudades de Úbeda y Baeza, Patrimonio de la Humanidad. De manera recurrente me gusta llamar la atención de la necesidad de que hagamos nuestras las fortalezas que ellas han exhibido en los últimos años, de manera especial desde que fueran designadas por la Unesco con el título que tantos beneficios les está reportando. Al contrario, he escuchado muchas opiniones en la capital en el sentido de que estamos muy bien como estamos, que para qué queremos que la Catedral sea Patrimonio de la Humanidad. Esa resignación mal entendida que tanto nos ha distinguido, pero no en décadas, sino en siglos.
Para empezar les doy la enhorabuena a Baeza y a Úbeda. La Noche del Patrimonio, con velas, con actos, con mucha gente de los propios municipios, de la comarca y de otros lugares, ha servido para subrayar, una vez más, por si quedaran todavía incrédulos, que se trata de dos ciudades tocadas por el cuidado al rico patrimonio que atesoran, por eso es conveniente proclamar, como aviso a navegantes, que la declaración de Patrimonio de la Humanidad no se regala, hay que ganársela, como es el caso. Los conjuntois históricos de ambas ciudades son ejemplares. En el caso de Jaén la Catedral reúne méritos sobrados, pero en el entorno no ocurre así, y el conjunto histórico que preside deja también mucho que desear. Tenemos que partir del reconocimiento, mal que nos pese, de que en Jaén capital desde hace muchos años, toda la etapa democrática podría decirse, no se han hecho a tiempo los deberes, y lo único que ha habido en los últimos tiempos no han dejado de ser gestos, que en una situación límite como es la ruina municipal, han de reconocerse, pero ya está. Hubo etapas de bonanza económica en las que tampoco se abordó a fondo una solución para el conjunto histórico de manera que pudiera haberse convertido en la principal seña de identidad de Jaén. Los que viajamos a otras ciudades podemos poner no pocos ejemplos de este patrimonio perfectamente cuidado y que no solamente es orgullo para quienes viven allí sino que queda en la retina de los visitantes. En Jaén también se admira, pero dista mucho de constituir una de nuestras fortalezas. Que le pregunten a las asociaciones de vecinos de las zonas del casco histórico, La Magdalena, San Juan, etc., pero también a la Federación OCO, que con frecuencia saltan airadas en las redes sociales lamentando el abandono en muchas facetas. Hay voces que llevan décadas, que parece que son siglos, como es el caso de Ángeles Estepa, conciencia viva de La Magdalena y que ella sabe lo que ha tenido que bregar con todos los ayuntamientos, por el maltrato histórico, y aún así tantos asuntos continúan en lista de espera permanente. También hay documentos de denuncia, vídeos, cortos, hubo un trabajo concienzudo, crítico, del Círculo Ánimas que era un SOS rotundo, pero no nos hemos dado por aludidos. No solo me refiero al patrimonio, obviamente llamo la atención sobre la vida en el casco antiguo.
En el pasado se han aprobado normas y planes, el problema es que se han incumplido sistemáticamente. Y la política ha jugado, como siempre, un papel de muy escasa ayuda, más bien todo lo contrario, porque en su estrategia habitual, cuando han gobernado los unos le han exigido a los otros, y cuando lo han hecho los otros han reivindicado a los unos. Me refiero a la Junta, y unos por otros el casco histórico olvidado, al menos en las grandes actuaciones que se deberían llevar a cabo para dejarlo como una patena, sí, como lo están en Úbeda y Baeza, y tienen oportunidades de festejarlo. En la capital se han instalado algunas fechas del calendario y la verdad es que se agradecen jornadas como las de La Noche Jahenciana que tratan de exaltar los valores patrimoniales y situar a la capital del antiguo Santo Reino en el escaparate, pero necesitamos más. Una acción decidida para salvar el casco antiguo y que podamos presumir de él, es obvio que al menos en las actuales circunstancias no lo puede desarrollar en solitario el Ayuntamiento, ahí es donde tendría que entrar la Junta, pero con una inversión cuantiosa y en pocos años, para que no se eternice. Algunos planteamientos viene recogidos en el programa de gobierno de PP y Jaén Merece Más, las famosas y polémicas 100+1 medidas, aunque la 1 final parece que sobra, entre ellos la actualización del PEPRI y la revitalización del casco histórico, pero se trataría de sacarlos de ahí y plantear un bloque homogéneo: salvar el casco antiguo. De las muchas carencias con que cuenta Jaén, esta es una de ellas y no la menos importante. Por eso he empezado por rendir tributo a Úbeda y Baeza, dos ciudades a las que admiro, entre otras muchas cosas, por el esmerado cuidado de su riqueza patrimonial. Lo lamentable es que la capital de Jaén tiene todos los atributos para estar en ese club selecto de lugares con encanto y con personalidad, pero para presentarla espléndida hay que ponerla primero en su sitio. Y en los tiempos que corren, más cuando la Junta parece que se planta con la excusa de que ha llegado al límite de su capacidad financiera, no puede cundir el optimismo. Cuando ha habido dinero no ha contado nunca Jaén, y en tiempos de dificultad la primera que corre peligro es también Jaén.
Durante este verano he tenido la oportunidad de hablar de Jaén con gente que vive fuera y que por alguna razón ha visitado la capital, y en algunos casos Úbeda y Baeza. Cuando uno dice que es de Jaén procura, en principio la cautela, no exhibir el orgullo patrio, pero hay que acogerse rápidamente a él porque por lo general quienes han conocido nuestra tierra se han llevado una impresión fabulosa. Una familia que por casualidad pasó una noche en el Parador, y decidieron visitar la Catedral, me manifestaban el asombro que les había causado, de hecho jamás hubieran esperado que en Jaén hubiera una seo que es de lo mejor que han visto hasta ahora. Pues eso, no basta con que estemos satisfechos con lo nuestro, tenemos que presumir y al mismo tiempo dejarnos del estado de resignación permanente en que vivimos instalados para entrar en otro estadio más enérgico, ya no se trata de pedir, reivindicar, demandar, no, ahora lo que corresponde, al menos así lo veo, es pasar a la acción, exigir, y para ello habrá que crear una plataforma, o tendrán que molvilizarse las fuerzas vivas de la sociedad. Hace unos días ya señalé, al hacer un diagnóstico previo a la conmemoración del 1200 aniversario de Jaén como capitalidad, una oportunidad que se debería aprovechar a fondo, que esta ciudad nuestra es un diamante en bruto, que todo lo tiene pero que, paradójicamente, tanto le falta. Esto lo dicen también los visitantes, que con lo bonita que es se trata de la gran desconocida, y que las administraciones deberían apostar por ella, porque llaman mucho la atención todos sus recursos, de hecho hay un motivo de peso para ponerse las pilas y es el aumento de los visitantes, el alza del turismo, del que tanto presumen los políticos. Pese a todo. ¿Qué sería presentar Jaén en su esplendor?
No cabe más alternativa que la de levantarnos, poner en marcha la rebeldía cívica y a partir de este momento no admitir más mentiras. Ya que la política no es capaz de asumir los grandes desafíos de la ciudad, no lo ha hecho y me temo que no lo hará, menos sin recursos económicos, y esta es una prioridad, creo que es el momento de plantarse y acabar con esa postura tan poco comprometida de la condescendencia. O salvamos entre todos nuestro casco antiguo, que es nuestra propia historia, o poco a poco se irá deteriorando el alma de Jaén y nos sentiremos responsables de haberlo permitido como se hizo en el pasado con otras joyas que nos robaron con nocturnidad y alevosía, mientras la política miraba hacia otro lado, caso del Teatro Cervantes. Invito a la acción y lo hago en esta ciudad a la que queremos mucho, pero una cosa no quita la otra, siempre fue, y sigue siendo, tan resignada e indolente.
FOTO: Una imagen de la Noche del Patrimonio a la luz de las velas en la hermosa ciudad de Baeza.