Por ANTONIO GARRIDO / En estos días ha sido protagonista en las redes sociales la figura de un jienense ilustre, don José del Prado y Palacio (1865-1926) y ha sido objeto en lacontradejaen.com de un extraordinario reportaje con la firma de Javier Cano, que subraya la paradoja de que en Jaén haya esculturas urbanas propiciadas por el que fuera alcalde y sin embargo una dedicada a él, y que realizó Jacinto Higueras Fuentes, se encuentre fuera de la vista en el Museo Provincial de Bellas Artes. Por otro lado ni siquiera una calle recuerda a esta figura y una que al parecer tuvo, porque no se conocen los suficientes testimonios al respecto, la actual calle San Clemente, no le reconoce. Parece un contrasentido que los últimos alcaldes de la ciudad tengan todos una calle y regidores que fueron referentes en su época no aparezcan en el callejero. Y qué decir de su monumento.
La sociedad jienense ha estado muy sensibilizada con la frustración del Plan Colce y al final nos han dado el cambiazo por el Cetedex, sin que hayan mediado demasiadas explicaciones. Pero lo que hoy quería subrayar es que se da la circunstancia de que hace precisamente un siglo que se concedía a la ciudad de Jaén una unidad militar, según viene recogido en el número correspondiente a mayo de 1921 de “Don Lope de Sosa”, crónica mensual de la provincia de Jaén, dirigida por el ilustre cronista de la provincia, el ubetense Alfredo Cazabán Laguna. También se hace constar que este logro fue especialmente reconocido porque no resultó tarea fácil y hubo de utilizar Prado sus buenos oficios políticos para traerse a Jaén esta guarnición. Hoy, cien años después, y desde hace bastante tiempo, la provincia no tiene la menor significación militar, desaparecieron todos sus cuarteles y destacamentos en la capital, en Baeza, en Vadollano.
La publicación citada se hace eco de la Real Orden correspondiente de creación, y se asigna el logro al jienense José de Prado y Palacio, a quien por este motivo se le organiza un gran homenaje de reconocimiento, del que se destacan sus más de veinticuatro años de dedicación a la vida pública en sus diferentes responsabilidades, dentro y fuera de Jaén. De Prado y Palacio se dice nada más iniciarse la crónica, que “siempre se ha dedicado al engrandecimiento de su patria chica, con el pensamiento, ausente para ello de toda idea política y de toda opinión de partido”. El entonces alcalde de Jaén, Inocente Fé Jiménez, se hizo eco del sentir ciudadano y al considerar que el homenaje era un deber, reunió a las representaciones sociales que se sumaron a la iniciativa de rendirle tributo de justicia. Entre otras cosas, se decidió levantar un monumento y se ofreció a llevarlo a cabo, el notable escultor Jacinto Higueras. La idea era emplazar la estatua en los jardines de un grupo escolar que iba a llevar el nombre de “Escuelas Prado y Palacio”, cuya construcción se solicitaría al Ministerio de Instrucción Pública, uniendo así el homenaje a un centro de cultura permanente. Con tal motivo reza en la información que se iba a promover una suscripción popular en Jaén y en la provincia.
En la misma publicación “Don Lope de Sosa” aparece una carta que dirige Jacinto Higueras a Alfredo Cazabán, alabando en primer lugar la consecución para Jaén de una guarnición militar. Acto seguido el escultor afirma que en los últimos años la capital se ha transformado gracias al empeño de su hijo predilecto, el señor Prado y Palacio, y señala: “Dígalo su labor de alcalde abriendo la calle del Progreso, haciendo la plantación de árboles de sus calles y plazas, y transformando la del Deán Mazas en un bello jardín. Dígalo su labor de diputado, creando y construyendo desde la Dirección de Agricultura, la Granja Agrícola de Andalucía Oriental; obteniendo para Jaén la instalación del 4º Establecimiento de Remonta; consiguiendo el proyecto y más tarde la dotación en presupuesto para el Grupo Escolar más importante que se está construyendo en España; levantando el monumento a Bernabé Soriano, casi a sus expensas, y el de las Navas y Bailén, por suscripción nacional, gestionada y administrada por él; dígalo el proyecto y construcción que se está realizando, del Museo Provincial; dígalo el camino de circunvalación, proposición de ley suya y que acaba de subastarse, que de modo tan eficaz ha de contribuir al progreso y ensanche de esa capital, y dígalo por último, la concesión de guarnición militar, que por sus enormes dificultades parecía a todos una aspiración irrealizable”.
Higueras añadía que Prado y Palacio no era para Jaén el político que había llegado a lo más alto, ni el jefe del partido conservador en la provincia, ni el por dos veces alcalde de Madrid, ni el afortunado exministro, autor del proyecto de ley de Autonomía Universitaria, sino que era sobre todo el bienhechor de su ciudad. Vivía en Jaén y aquí hizo toda su carrera, pero pertenecía a una familia aristocrática de Torredonjimeno.
Pero ni siquiera con este personaje fue todo tan maravilloso. Tengo siempre a mano, a propósito de la resignación, para que no caigamos en errores de siglos, el elocuente texto de la carta que escribiera el entonces prohombre de esta tierra, José de Prado y Palacio al eminente periodista y director de “Don Lope de Sosa”, Alfredo Cazabán Laguna.
Le decía así el político al periodista: “Jaén, por ahora, no puede aspirar a ser entre sus hermanas andaluzas una ciudad de primer orden en los aspectos de la vida material; sería una locura soñar con algo que pudiera ser emulación de vida comercial e industrial de Sevilla, de Málaga, de Granada y de Córdoba: pero lo que yo firmemente creo y me propongo, es aspirar a ser la ciudad más culta, más progresiva de Andalucía, y si logramos serlo, Jaén, con su atrayente modestia, con sus calles empinadas, tortuosas y estrechas; Jaén asomado a las vegas del Guadalbullón y del Guadalquivir desde las pendientes rocosas de su viejo Castillo, entre murallones medio destruidos y huertos medio abandonados; Jaén el histórico, Jaén el del Santo Reino, Jaén el de las bellas leyendas, Jaén el de las Navas y Bailén, no tendrá los bríos de las aureolas de otras ciudades andaluzas, ni el encanto de sus luces deslumbradoras, ni será rosa de púrpura sevillana, ni blancura de azahar malagueño, ni frondosidad de granadino arrayán, pero podrá ser y será, albor de amanecer del alma andaluza a una nueva y más fecunda vida, perfume de violetas del sentimiento andaluz fundido en un nuevo y más progresivo espíritu”. Termina la cita. Muy bella y sentimental. Y un retrato al vivo.
Es un testimonio de cientos que hay a lo largo de la historia sobre las renuncias de Jaén, eso sí, adornadas con muy bella palabrería. Y eso que hablamos de José de Prado y Palacio, que según recogen los cronistas no fue de lo peor que hemos tenido en personajes políticos. Nacido en Jaén en 1865, y fallecido en 1926, fue ingeniero y político, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el reinado de Alfonso XIII, así como alcalde de Jaén y alcalde de Madrid. Ostentaba el título, que era emblemático, de Marqués del Rincón de San Ildefonso, y un sinfín de cargos y prebendas. Publicó su libro “Hagamos patria” y fue asimismo impulsor, entre otras cosas, de la Liga por la Cultura de Jaén.
Se le reconocía una gran agudeza con la pluma. Un ejemplo son dos composiciones contradictorias, ‘Jaén, bella población’, y ‘Jaén, infame lugar’. La primera la hizo cuando pedía el voto para ser elegido diputado a Cortes, y la segunda, decepcionado, por no recibir el apoyo que esperaba. Bien es cierto que esto ocurrió al principio de su carrera política y más tarde tuvo la oportunidad de desquitarse de tan mal trance.
Esta era su dedicatoria elogiosa a la ciudad de Jaén:
Jaén, bella población.
Fue por Asdrúbal fundada,
nació en ella un Escipión,
su gente es buena y honrada
y de mucha educación.
Y eso de que «roncan»… ¡¡Nada!!
Es una exageración.
Y esta otra, la pieza satírica cuando los jienenses le dieron la espalda:
Jaén, infame lugar.
Sus habitantes villanos,
los ricos tontos y vanos,
y el mujerío pelgar.
Sólo el templo es singular.
Las monjas impertinentes,
y los frailes pordioseros.
¡¡Dígame!! En este lugar,
¿Qué pintará un forastero?
La verdad es que no todo fue resentimiento. De Prado y Palacio influyó en la expansión y modernización de Jaén y fue el único alcalde que soñó con un Jabalcuz a la altura de sus méritos, pero no tuvo tiempo de llevarlo a la práctica. Después de él nadie lo ha vuelto a intentar. La primera vez que llegó a la Alcaldía de Jaén tenía solo 26 años. He recuperado esta imagen para confirmar que hoy como ayer esta ciudad ha disfrutado o padecido sus políticos, pero también nos recuerda lo que Jaén pudo ser y no es.
Foto: Una imagen de don José de Prado y Palacio, que hace un siglo consiguió para Jaén una unidad militar, que por cierto también tuvo sus dificultades.