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Por ANTONIO GARRIDO / No sé si alegrarme o tomarlo como un nuevo brindis al sol la sucesión de declaraciones que se vienen haciendo en los últimos días para que en la primera oportunidad que se presente se retome el expediente para la declaración como Patrimonio Mundial de los Paisajes del Olivar. Conste que he sido y sigo siendo un defensor a ultranza de esta iniciativa que tras un recorrido de más de diez años, y con todos los deberes teóricamente finalizados, con los papeles camino de la Unesco, se ha visto en la complicada tesitura de frenar, de pedir la retirada, con el argumento, razonable sin duda, aunque tal vez surgido precipitadamente, de que no se puede ir contra la voluntad de los agricultores como es el caso de la respuesta de olivareros de la zona 14 de la campiña jienense que se han cerrado en banda y no le ven a la posible declaración más que perjuicios para el sector.

Aquí se ha dado alguna de estas dos circunstancias: o no se ha explicado lo suficientemente bien, poniendo más el acento en las formalidades que en la gente a la que le afecta, o es que sigue latiendo todavía ese conservadurismo a ultranza que durante décadas impidió que el olivar y el aceite representaran un mayor capital para la provincia, más peso en el PIB del territorio, más empresas ligadas al sector que es una paradoja que se encuentran en otras zonas donde el olivar no ejerce liderazgo…pero de todos modos es extraño que se levante una zona y no sea el conjunto de la provincia, aunque no todas hayan sido escogidas como zonas de referencia, por razones prácticas. En todas estas cuestiones estaba pensando cuando me asalta la pregunta en torno a las muy bien intencionadas declaraciones de estos días, desde el ministro de Agricultura hasta el rector de nuestra Universidad y de alguna otra andaluza, sin olvidar que el padre de la criatura, porque fue el inspirador de la idea, Francisco Casero, un dirigente histórico del movimiento rural español y andaluz, en su calidad de presidente de la Fundación Salvia al Compromiso y los Valores, fue el que sugirió la idea, la alentó y se ilusionó plenamente con ella, y el presidente de la Diputación, Francisco Reyes, aceptó el reto y así nació este clamor. Ninguno de los dos se iban a llevar la declaración a su casa. Pues bien, el propio Casero ha sido uno de los impulsores o el impulsor, sin más, de la recién presentada Plataforma Ciudadana “Salvemos los Paisajes del Olivar Andaluz” a Patrimonio de la Humanidad, que ha nacido con 32 personas del ámbito andaluz, también jienense, entre las que me encuentro, totalmente convencido de que en momentos como el presente hay que optar por lo que se considera bien mayor para el territorio y, lo que es lo mismo, implicarse socialmente en una buena causa.

Ayer mismo, hablando con personas que tienen mucho que ver con el mundo olivarero, defendí que en esta provincia no tenemos remedio y que por unas u otras razones parece que estamos gafados en relación con grandes conquistas. La política, si no directamente, sí entre bambalinas, también procura poner palos en las ruedas, me refiero a este caso y a todos los demás que han sido aspiraciones de Jaén. Ahora he visto al PP declarar con rotundidad que ellos siempre estarán “al lado de los agricultores” y tiene una carga demagógica impresionante, porque a los agricultores, también es el caso de algunas organizaciones agrarias, llegado el caso, también se les debe convencer de las bondades de un proyecto, el que sea. Una de las razones por las que hace falta un relevo generacional en el campo es porque llegue un cambio de mentalidad que nos redima, porque al olivar se le puede sacar muchísimo más provecho y aunque en los últimos años se ha producido un considerable avance, la economía basada en el oro líquido no reporta el valor añadido que debería, baste decir que la empresa Valeo, de todos conocida, situada en la ciudad de Martos, ella sola es más importante para el PIB de la provincia que todo nuestro universo olivarero. Tal vez este dato nos debería dar que pensar.

Volviendo a los Paisajes del Olivar veo complicado, sobre todo con este marco en el que nos movemos, que se pueda retomar la aspiración, estoy entre los convencidos de que no nos haría mal y sí mucho bien, además de que ya se ha extendido el rumor de que al renunciar nosotros hay varios países, entre ellos Italia, que pueden coger la bandera porque hay mucho interés en quitarnos la supremacía del sector con 66 millones de olivos, que se dice pronto, y la declaración vendría a ser, como reconoce el propio ministro Luis Planas, “una gran conquista para la imagen del sector y la mayor valorización del territorio”. En situaciones como esta me suelo acordar de una frase acuñada por el recordado Manolo Anguita al llamar a Jaén “tan rica la pobre”, no se puede expresar mejor en cuatro palabras.

Desde el primer momento he seguido con mucho interés el proceso del expediente elaborado para el liderazgo de la Diputación de Jaén, a pesar de que varias provincias forman parte del proyecto y es evidente el compromiso adoptado por instituciones que tanto tienen que decir como la propia Universidad, cuya misión, sobre todo en los últimos tiempos, ha sido la de favorecer el entendimiento, como ella suele expresar, servir de pegamento para tantos intereses encontrados, políticos y de otra naturaleza. Sé que retomar el expediente, recuperar en lo posible el consenso logrado, torcer la voluntad de los más críticos, etc, es una tarea complicada, sin duda difícil, pero la que deberíamos desterrar definitivamente en Jaén para no dejarnos arrastrar más por la desidia y la resignación histórica es la palabra “imposible”. Se puede, se tiene que hacer el intento y la voluntad de los agricultores, con ser importante, dudo mucho que se pueda imponer al criterio mayoritario que aboga no por intereses propios, nadie los busca en esta batalla, sino en resultados y expectativas para Andalucía y para Jaén.

En el expediente incoado en su día se recogen los fundamentos y razones por los que el mar de olivos de las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla, Málaga, Granada y Cádiz debe ser considerado Patrimonio Mundial por las Naciones Unidas. Historia, geografía, singularidad y, en síntesis, una forma de vida ligada al cultivo del olivo que aspira a su reconocimiento universal así lo avalan, según la Asociación Española de Municipios del Olivo (AEMO). Cerca de 100 instituciones entre diputaciones, ayuntamientos, organizaciones agrarias, asociaciones, grupos empresariales, denominaciones de origen y universidades, se adherían a la candidatura en un acto público celebrado en 2018, hace seis años, que entonces sí reflejaba el apoyo unánime de la sociedad andaluza a esta aspiración.

Aparte de los argumentos ya esgrimidos, les voy a añadir otros por los cuales yo firmo y expreso mi total apoyo a la Plataforma Ciudadana “Salvemos los Paisajes del Olivar Andaluz”. Soy un jienense enamorado de mi tierra, que siente legítimo orgullo cada vez que alguien de fuera se queda admirado, y lo confiesa, de nuestro mar de olivos, que es sin duda nuestro más grandioso patrimonio natural, económico y cultural. Reducirlo a un mero sustento económico, siempre desde el respeto a los propietarios de los olivos, me parece no tener la suficiente altura de miras, ni sentir la necesidad de honrar a nuestro árbol milenario con todo lo que representa. No se trata de expropiar al olivar, sino de engrandecerlo, sublimarlo, ponerlo en lo más alto de nuestra consideración. Lo hago también por respeto al dinero público invertido, de todos los jienenses y andaluces, por una causa noble. Estoy totalmente convencido de que, contrariamente a lo que se trata de justificar para manifestarse en contra, nadie va a actuar en perjuicio de nuestro olivar porque tenga esa declaración honorífica, por el contrario sería un timbre de gloria para reportar beneficios de distinto orden. Apoyo también porque igualmente lo hice con los casos de Úbeda y Baeza, escribí mucho al respecto, tanto cuando se rechazó al expediente como cuando, salvados los obstáculos, llegó la buena nueva y casi 21 años después los resultados no pueden ser más optimistas. Me sumo, igualmente, porque fui yo quien propuse en el pregón de la feria de San Lucas de 2003, que la ciudad de Jaén solicitara para la Catedral la declaración de Patrimonio de la Humanidad, al entender la belleza de nuestra seo, haber sido modelo para construir catedrales en Hispanoamérica y ser uno de los grandes referentes del Renacimiento.

Lamentablemente la primera vez que se pidió a la Unesco tuvimos que padecer un expediente poco trabajado, que por cierto nos costó casi 300.000 euros, facturados por el mexicano Francisco Javier López Morales, que nos prometió días de vino y rosas. Menos mal que después se ha trabajado mucho mejor, sobre todo la aportación desde la Universidad de Jaén, y estamos en mejores condiciones de intentarlo. Y apoyo, por supuesto, porque reniego de ese cierto complejo de inferioridad en el que justificamos lo que haga falta con tal de que todo se mantenga como está, y mi actitud es la contraria, la de la proactividad, y desde esa posición jamás me verán del lado de ninguna opción política, porque normalmente van a la defensa de sus intereses, pero sí con la Sociedad Civil organizada, que creo a pies juntillas es imprescindible para salvarnos de los sectarismos, de las confrontaciones, y, en definitiva, de la inactividad y de las permanentes excusas para dejarnos llevar por la apatía y en especial la muy conocida made in Jaén.

Suscribo por completo el Manifiesto de la Plataforma Ciudadana “Salvemos los Paisajes del Olivar Andaluz a Patrimonio de la Humanidad. Historia Milenaria de un mar de olivos”, empezando por la consideración del olivar andaluz y los olivares jienenses como “valor universal excepcional”, comparto que también sería un homenaje a tantas generaciones que mimaron el árbol emblemático y, naturalmente, opino, como el resto de los firmantes, que no se trata de imponer por decreto ni de obligar caciquilmente, pero siempre desde el posicionamiento de que los beneficios exceden a los posibles inconvenientes. Por tanto mi apoyo y mi total adhesión para que las instituciones que se han implicado en tan loable fin, entre las que se encuentra la Universidad de Jaén empujando con mucho compromiso, continúen con el camino emprendido, no solo para culminar un trabajo bien hecho, sino porque no se debe ni se puede renunciar a las grandes conquistas por el simple hecho de que parte de los que se consideren afectados hagan ruido. Ahora bien, reconozco, faltaría más, y la declaración en su caso no podría ir en contra, que el olivar existe para ser rentable, y también opino, después de sondear a alguna gente que conoce el sector, que a pesar de haber transcurrido tantos años y de haberse planteado el objetivo a bombo y platillo, todavía siga existiendo un déficit de información. Por tanto en algunos agricultores no es exactamente que se opongan, es que carecen de fundamentos para dar lo que se les presenta como si fuera un cheque en blanco.

Pese a todo la abdicación no es el camino, la acción sí lo es, más si responde al interés general. Y, finalmente, estoy en la Plataforma, como se afirma en su manifiesto, porque ha nacido con un carácter abierto, transparente y participativo, plural en su suma, cabe todo el mundo, únicamente la persona o el colectivo que lo desee ha de sentirse jienense y concernido, que tenga como lema este: “Lo que es bueno para Jaén, es bueno para mí”. Creo que merece la pena intentarlo, la tradicional renuncia ha permitido, para mal de Jaén, que muchos trenes hayan pasado de largo y hoy sigamos en el estado de permanente espera. Es la hora de la ambición, para el Paisaje del Olivar y para todas y cada una de nuestras grandes fortalezas. La única exigencia para todas las partes es hacer las cosas pero hacerlas bien. No puede haber consenso sin información y es el único objetivo que debe presidir este empeño, que sea el clamor de todos.

Foto: Esta imagen es del 11 de enero de este mismo año, cuando la Comisión de Paisajes del Olivar aprobaba el envío del expediente de la candidatura a la UNESCO.

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