Por ANTONIO GARRIDO / Ya sé que es complicado pedir mesura tras el gravísimo suceso ocurrido en los últimos días en el precioso pueblo de Peal de Becerro, que ha alterado la vida normal de una comunidad tranquila. Es difícil templar los ánimos cuando hay una víctima, el joven Álvaro, cuya muerte violenta pesa como una losa entre los vecinos, no digamos entre familiares y amigos que están rotos de dolor. No hay derecho, faltan palabras para repudiar y calificar el horrible crimen. Y, sin embargo, a pesar de la angustia y la consternación generalizada, hay que pensar también en que la tensión puede derivar en males mayores, en que la rabia y la impotencia hay que saber administrarlas, ya sé que es más fácil decirlo que hacerlo, en un pueblo que llora la muerte de un inocente y que se enfrenta a un calvario. Por otro lado están las organizaciones de la comunidad gitana que, es igualmente entendible desde su óptica, demandan proporción, en el sentido de no generalizar el rencor a todos los vecinos que pertenecen a esta etnia.
Ellas también tienen el ineludible deber de ponerse en la piel de las víctimas, y desde luego hacer más énfasis en la condena del suceso que en la defensa de los vecinos que pertenecen a la etnia, porque lo primero siempre tiene que ser lo primero. No cabe decir nada más, solo mostrar la solidaridad con Peal y los pealeños en este duro trance por el que atraviesan, y hacer una llamada a las autoridades para que la situación no provoque tensiones que hagan irrecuperable la convivencia en un futuro. No quiero contribuir a elevar la tensión, pero, eso sí, la justicia es la que tiene que actuar, y ya lo está haciendo, con la cruel muerte de un vecino, para que caiga todo el peso de la ley sobre el autor. Reitero, un abrazo a Peal de Becerro, ánimo y fortaleza para superar este lamentable episodio que nos ha roto a todos en este caluroso julio.
UNIVERSIDAD. Dicho lo anterior lo demás apenas tiene trascendencia, aunque hay un asunto que, de confirmarse, nos podría afectar. En las últimas horas, coincidiendo con la investidura que se inicia mañana de Juanma Moreno Bonilla, he oído dos nombres que estaban en el gobierno andaluz por Ciudadanos, aunque eran y seguramente siguen siendo independientes, que podrían repetir en el ejecutivo, Rocío Blanco y Rogelio Velasco. Me refiero especialmente a este último, en el caso de que, como ya he intuido en alguna ocasión anterior, sea repescado por el presidente para la responsabilidad de Economía y Universidades, entre otras materias. Me preocupa como jienense y así lo digo con toda claridad, porque Velasco tiene una idea fijada, que trae del extranjero, de cómo tiene que ser el mapa de las universidades públicas andaluzas, y ya conocen su objetivo de implantar un modelo de financiación que no beneficia a la UJA, por el contrario, le perjudica, y que gracias a la presión de la sociedad civil, con la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Universidad al frente, se frenó, pero debido a que venían las elecciones, con el pretexto de crear una comisión y negociar un nuevo marco, a lo que accedió el rector de la UJA, Juan Gómez.
La inquietud en Jaén debe estar en dos cuestiones: la primera, que Velasco es persona de confianza de Juanma Moreno y que el presidente jamás lo ha desautorizado, es más, si vuelve a contar con él es por lo contrario; y segunda, que si tiene una hoja de ruta tratará de llevarla a efecto, mucho más ahora con mayoría absoluta y cuatro años por delante sin elecciones. No sé a los demás que puedan leerme, pero a mí me inquieta y sospecho que la Plataforma antes citada deberá rearmarse para reivindicar y exigir. Porque me temo que habrá batalla. Espero equivocarme.
CANDIDATOS, DESPUÉS. Por seguir con la política ya sabrán que el PP decide atrasar su decisión a noviembre, o así se entiende, para dar a conocer a sus candidatos y candidatas a las alcaldías, con vistas a las elecciones municipales de mayo de 2023. Así que el caso de la capital, donde repetidamente suena el nombre de Agustín González, tendrá que esperar, además porque tendrán que pronunciarse tanto en Sevilla como en Madrid. En cuanto a los políticos con incompatibilidades, está por ver lo que ocurra finalmente con Juan Bravo, aunque ya he dicho que no se sostiene la compatibilidad entre el Senado y el Parlamento andaluz, por mucho que traten de explicarlo. Lo mismo digo en el caso de Manuel Bonilla, el portavoz popular en el Ayuntamiento de Jaén, que también ha jurado su cargo de parlamentario. No es la primera vez que un concejal del Ayuntamiento ha sido miembros del Parlamento andaluz, pero con lo que viene ahora de unos comicios locales tampoco lo veo, salvo las razones que pueda tener el partido que la razón no entienda. Todo ello al margen de una cuestión que debiera ser esencial en política: una persona, un cargo, única manera de evitar la dispersión y centrarse cada uno en la tarea encomendada. Dicho esto estoy seguro de que Manuel Bonilla donde quiera que esté lo hará bien porque es un político proactivo.
SIN AIRE EN EL MERCADO. Sigo en medios y redes la polémica que hay montada con el sistema de aire acondicionado en el mercado de San Francisco. Me parece demencial que no se cuiden estos extremos y que, con tiempo, no a salto de mata, no se haga la previsión de funcionamiento de todos los servicios por las concejalías responsables. Me llamó la atención hace unos días que mediara en redes la que fuera concejala de Mercados, Victoria Garvín, que contaba algunas verdades, como la de que algunos proveedores no le querían trabajar al Ayuntamiento porque paga tarde, mal y nunca. En resumidas cuentas, falta de previsión, y es muy razonable que los vendedores protesten, están en su derecho y se defienden a ellos mismos y a la clientela fiel que visita nuestros mercados.
Ahora bien, hay que ser justos, no es el primer verano que esto ocurre, basta echar un vistazo a las hemerotecas para comprobarlo, por tanto no es nada excepcional, de modo que cada palo aguante su vela. No está bien, pero no estuvo bien nunca. Y por cierto, este mercado de San Francisco, que ha cumplido hace poco nada menos que 150 años, aunque con el inicio de los ayuntamientos democráticos fue remodelado con la apariencia actual, en una obra que duró cuatro años, los mismos que los puestos estuvieron en el Portillo de San Jerónimo, tiene muchas deficiencias, la del aire acondicionado es una de ellas, porque se planteó un sistema extraño, baste decir por si no lo recuerdan, que la remodelación se hizo sobre un proyecto escandinavo. El arquitecto municipal se cubrió de gloria, fue el mismo que cuando se criticaron los aparcamientos, a mi parecer horribles, pequeños, con dificultades para moverse, se atrevió a criticar a los jienenses porque no sabemos conducir y otras lindezas. Así que de aquellos polvos, estos lodos. Y ya que me he referido a Victoria Garvín, algún día tendré que preguntarle, por si me quiere contestar, por la historia de la famosa escalera mecánica de la calle Nueva, que se hizo en tiempos de Carmen Peñalver, una escalera que la siguiente corporación se encontró sin pagar, por eso estuvo años sin funcionamiento. Tan rara, que las escaleras mecánicas tenían sentido descendente, cuando lo lógico hubiera sido al contrario, o, todavía mejor, plantearlas en las dos direcciones. Este Jaén es especial para todo.
En cuanto al mercadillo nocturno de los martes en el Parque de La Victoria, no soy de los que se oponen a él, entre otras cosas porque en el ámbito comercial los hechos demuestran que no se le pueden poner puertas al campo y que hay una competencia bestial, y lo peor de todo es que todo se va liberalizando y no veo solución, sobre todo si los vendedores pagan sus tasas. Conste que me ha sorprendido el éxito de los primeros martes de mercadillo, pero lo que me parece bien, y hoy lo han planteado desde el Grupo Popular, es consensuar la política relacionada con el comercio, es decir, no actuar sobre impulsos, para que en la medida de lo posible no existan excesivas disensiones. Mi apuesta personal, defendida siempre, es que la prioridad en el ámbito comercial, es dar vida al comercio de cercanía, el de toda la vida, sin perjuicio de que los cambios de las últimas décadas imponen su ley, por eso hay que articular muy bien el modelo que queremos.
Foto: El pueblo de Peal de Becerro está roto de dolor. (EUROPA PRESS).