Por ANTONIO GARRIDO / De nuevo el calendario nos invita a vivir nuestra Semana Santa. Desde el Domingo de Ramos nuestras ciudades y pueblos saldrán a la calle para encontrarse con las primeras estaciones de penitencia, si el tiempo lo permite, porque tanto hemos pedido que llueva que el cielo nos está respondiendo, y nosotros vamos a estar permanentemente echando la vista a lo alto, lástima que sea en una conmemoración tan sentida, pero no se puede desear todo a la vez. En las cofradías y en el pueblo hay grandes deseos de vivir la Semana Santa en la calle, pero de la misma manera la lluvia es una necesidad imperiosa y hay que recibirla siempre con alegría, el agua es vida.
Por encima de estas circunstancias que nos son ajenas, tiene fama la Semana Mayor de nuestra provincia, no es una casualidad que venga tanta gente a visitarnos y que los hoteles registren una ocupación especial durante estas fechas. La historia, la tradición y la fe, juntas, han marcado desde siglos al Santo Reino de Jaén en la geografía de la Semana Santa que pasa por un momento de esplendor. Lo pueden ver además de en la propia capital en las ciudades de Baeza y Úbeda, que son iconos de esta conmemoración y en realidad todos los pueblos y ciudades, cada cual con su singularidad y su identidad. Merece la pena ir descubriendo, para quien no lo haya hecho, los encantos de una celebración única en nuestro territorio.
Esta ciudad misma de Jaén, la capital de la provincia, no sería la misma sin esta celebración que tiene siglos de historia y que hoy, pese a los cambios y las transformaciones que se han ido operando, presenta un balance muy satisfactorio en el que sin duda lo más importante es la enorme participación en torno al mundo cofradiero y la riqueza imaginera que distingue a este pueblo nuestro y que le hace ser ciudad de Semana Santa.
No hay más que observar cómo cada año nos visitan cientos de personas de otros lugares atraídas por la singularidad de nuestros desfiles, en especial algunos de ellos, pues la mayoría tiene procesiones dignas de ser consideradas como atractivas desde el punto de vista de la fe y de los sentidos, y no queremos señalar expresamente a ninguna porque seguro que están retenidas desde siempre en la memoria viva de los jienenses. Estamos pues en la geografía de la Semana Santa por méritos propios.
Dispone esta ciudad y su tradición semanasantera de todos los elementos que resultan indispensables para vivir una gran conmemoración. Tiene unos pasos impresionantes, muchos de los cuales vienen de siglos y gozan de la veneración y de la devoción de nuestro pueblo; tienen unos itinerarios en los que, incluso al margen de la gran manifestación religiosa en la que se entienden los desfiles procesionales como estaciones de penitencia, se da una belleza deslumbrante que llega a todos los espectadores. Y tiene unos templos preciosos, emblemáticos, presididos por esa Catedral renacentista que es la joya de la corona, que acoge precisamente a una de las hermandades más señeras
Y tiene casi lo más importante, sin lo cual todo lo anterior quedaría vacío, y se trata de un capital humano que se moviliza en torno a nuestra Semana Santa, de muchos miles de personas que son en definitiva quienes hacen posible esta transformación de la ciudad para los días que ya estamos dispuestos a vivir. Sumando la aportación de las diferentes cofradías que existen en la ciudad, lo raro es no encontrar en el seno de una inmensa mayoría de las familias jienenses alguien comprometido con alguna de las hermandades.
Pero, además, nuestra Semana Santa forma parte del patrimonio más íntimo de nuestra ciudad, es decir, no es una improvisación, ni un invento novedoso, es una herencia que nos viene de siglos atrás y que ha logrado mantenerse a través del tiempo, superando crisis de todo tipo y dificultades, si bien la Semana Santa de este momento es una conmemoración que entiende y apoya la ciudad y que ha hecho suya y es una de sus manifestaciones más queridas.
Es impensable una ciudad como la nuestra que varios meses antes no se movilice en torno a algunas de las devociones más queridas, y no sólo Nuestro Padre Jesús Nazareno ‘El Abuelo’, el Señor de Jaén, que es la expresión más sublime y que concita mayor consenso, sino que prácticamente todos los cristos y todas las vírgenes que están en los templos y salen a nuestras calles en esta Semana de Pasión tienen a cientos de jienenses detrás que son su fuerza.
Y no hay más que ver la programación de actos, muy numeroso durante toda la Cuaresma, como preparación de las cofradías y hermandades. Como no es argumento de menos significación la existencia de miles de personas formando parte del colectivo cofrade, con presencia de todas las edades, también muchos jóvenes que se han sentido atraídos por el imán de esta tradición tan arraigada y en torno a unas imágenes sagradas que a fuerza de verlas en los templos y en las calles son parte de nosotros mismos. En fin, es la Semana Santa según Jaén, forma parte de nuestro patrimonio y tenemos que cuidarla para que otras generaciones reciban este precioso legado que va sumando siglos y es un referente popular de nuestro Jaén en estado puro.
Finalmente, recordar con legítimo orgullo que hace bien poco la Pasión jienense fue seleccionada por un portal de turismo como la segunda más importante de España y la definían de esta manera: solemne y colorida. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.