Me gusta la rebeldía cívica, la militancia ciudadana y vecinal comprometida. Valoro en su justa medida el trabajo de todos los colectivos, porque cada uno se expresa a su estilo, forma y manera, pero creo que el momento en el que nos encontramos requiere pasar a la acción y demostrar a las administraciones, a todas por igual, que hay una respuesta ciudadana exigente, concernida, que sabe imprimir independencia como para alentar la participación y dejar claro que no hay otra prioridad que no sea ver mejorar a la ciudad de Jaén.
Me parece que el programa de trabajo de la federación Objetivos Comunes (O.CO) presidido por María Cantos, y que reúne al mayor número de entes vecinales, constituye un referente plausible de lo que tiene que ser el norte y guía de la actuación vecinal: capacidad de diálogo con las administraciones y una actitud permanente de reivindicación hacia todas las instancias oficiales, donde el sentido de la lealtad no coarte para actuar libremente en defensa de los barrios en particular y de la ciudad en general, porque una federación que se precie debe sentirse obligada por el todo y no exclusivamente por la parte.
Hay tres campañas de OCO que coinciden con estas fechas, que son demostrativas de lo que tiene que ser un movimiento vecinal que no se case con nadie y que pueda incluso resultar molesta para el poder, que de siempre ha preferido tratar con colectivos dóciles, y si no ha sido así le ha negado sistemáticamente el pan y la sal, todo eso en nombre de esa sacrosanta participación ciudadana de la que todos hablan y en la que pocos creen.
La serie de visitas a lugares abandonados con el lema “No puedo verlo. No quiero verlo” es una firme apuesta por la dignidad de Jaén y contra su lacerante abandono, da igual que se trate del vergonzante parque acuático que nunca fue, del raudal de La Magdalena, de la fracasada guardería del Polígono o de la insultante falta de respuesta a Las Protegidas.
OCO ha pedido también, con toda legitimidad, tener vela en el entierro financiero de la capital, y frente a la inacción de la política y de los políticos promueve una campaña de recogida de firmas exigiendo a la Administración central una quita de la elevadísima deuda del Ayuntamiento, única salida viable para dar oxígeno a una ciudad que se ahoga y para tratar de devolver a Jaén la esperanza perdida.
También las asociaciones integrantes de OCO han aprobado, en su mayoría, mantener contra viento y marea las lumbres de San Antón en la noche del 16 de enero, que aplaudo, para mantener una tradición que no puede ni debe verse afectada por las modas, el mercantilismo o un calentón, por muy razonados que sean los argumentos, aunque algunos son falaces, como el de pretender que con un fin de semana festivo se puede despertar a una ciudad dormida. Me pregunto qué tiene que ver la ruina municipal con la Noche de San Antón, no lo veo.
Lo mismo que la Carrera Internacional es una potestad del Ayuntamiento, que puede hacer y deshacer a su antojo, las lumbres son del pueblo de Jaén y es el único con legitimidad para decidir. En Sevilla han hecho una consulta para un tema de interés local, en Jaén hay que abandonar la actitud caciquil de la imposición y abrirse a escuchar la voz de la calle en asuntos que requieren de luz y taquígrafos. Lo dicho, cuando hay un movimiento vecinal vivo y dispuesto, la ciudad siempre sale ganando.
(Comentario de hoy, en el espacio de opinión La Colmena, en Radio Jaén)
PD.-Hoy se ha celebrado una reunión en el Ayuntamiento y según ha trascendido las posiciones siguen encontradas en relación con las celebraciones de la Noche de San Antón. Lo contrario sería una sorpresa en nuestro Jaén. Yo me he posicionado claramente del lado de que se mantenga la tradición, al menos en lo que se refiere a las lumbres, y no veo razones de peso para que necesariamente tengan que coincidir los dos eventos en el mismo día, un sábado, es más, creo que ya que se ha abierto el debate, podría optarse por separar una cosa de la otra y plantear unos días festivos que pudiera aprovechar la ciudad y el gremio de hostelería, que por lo visto es el que encabeza la plataforma por el San Antón en fin de semana.
Aceptaré lo que decida una mayoría, pero no se trata de acordar en mesas de camilla, porque estamos ante un tema muy sensible, no vaya a ocurrir como con la feria de San Lucas, que nos meten once días con el pretexto de favorecer a las casetas, pero no piensan en los ciudadanos que no tienen dinero para gastarse en el recinto ferial.
Me sorprende bastante que haya asociaciones de vecinos que se apunten con tanto entusiasmo a la fórmula del fin de semana, abandonando la tradición de una tacada. Hay quienes lo justifican diciendo que las tradiciones están para cargárselas cuando convenga. Puedo entenderlo si el fin lo justifica, pero en este caso no lo veo por ninguna parte. Menos puedo aceptar las presiones sobre algunos colectivos vecinales, que las ha habido, y que desvirtúa por completo un debate que tendría que ser limpio, salga lo que salga.
Francamente no sé cuál será la opinión mayoritaria de los jienenses, sé las que hacen ruido y campaña, en un sentido o en otro, por eso creo que ante esta encrucijada lo mejor sería consultar a la ciudad y que ésta se exprese con libertad y si el pueblo lo decide, como es el mismo que hace las lumbres y que tiene la soberanía, por mi parte lo aceptaría sin rechistar.
Me llama la atención poderosamente esta fiebre que nos ha entrado de pronto por la proyección económica de la ciudad, lo malo es que el único objetivo parece ser el de levantar Jaén durante un fin de semana, ¿y el resto del año qué hacemos? Como idea, por si sirve de algo, tal vez se podrían hacer las lumbres en su noche de acuerdo con la tradición, organizar otros actos durante la semana y finalizar con la Carrera Internacional y, por qué no, una lumbre institucional de fin de fiestas.
Así todos contentos, se respeta la tradición y se abre la ciudad a otras expectativas. También reconozco, no quiero dejar de señalarlo, que hay muchas empresas privadas que están apostando por el ocio en Jaén y que necesitan apoyo y ayuda, pero insisto en que no hay proporción con lo que se quiere ganar y lo que se puede perder, porque las tradiciones tienen mucho que ver con la identidad de los pueblos. Por lo pronto ha terciado en la polémica la política cuyos tentáculos todo lo pueden, es más, tal vez si no hubiera esta injerencia el asunto ya estaría cerrado, pero no, aquí las diferencias se llevan hasta el final y de cualquier polémica ciudadana hacemos un nuevo problema, así está la ciudad, colapsada hasta el límite porque el nivel de decisión es terriblemente lento y bajo.