Por ANTONIO GARRIDO / Ahora ya sí se ha despedido el primer teniente de alcalde y portavoz de Jaén Merece Más en el Ayuntamiento capitalino, Manuel Carlos Vallejo Martos, tras anunciar en plena canícula que abandonaba el barco aduciendo razones personales y de responsabilidad con los proyectos profesionales que mantiene en la Universidad de Jaén, en la que es catedrático con amplia trayectoria. No cabe duda de que la decisión, desconocida hasta entonces salvo para su núcleo más cercano, constituyó una gran sorpresa. En su momento tuvo un enorme eco el hecho de que la plataforma ciudadana convertida en partido provincialista fichara a un docente universitario para encabezar su lista. Un profesional de prestigio en su ámbito y curtido en mil batallas, que sentía la necesidad vital de ser social y también políticamente útil. De hecho en su día sonó su nombre como candidato al Rectorado, sin embargo optó por la apasionante aventura de la política, de la que, tras una experiencia de poco más de un año, logra salir casi indemne, y digo casi porque el mundo de la política es muy complejo, sobre todo en la más cercana, la municipal, donde cualquier movimiento es escrutado y en consecuencia cualquier vecino se cree con la autoridad moral suficiente para la crítica y también a veces para el aplauso. Nada que ver con los parlamentos, un Ayuntamiento es otra cosa. Vallejo ha pasado por la Corporación Municipal tratando de no ganarse enemigos, de hecho en su despedida se ha mostrado agradecido y respetuoso con todas las personas, también de las diferentes fuerzas políticas, tanto gobierno como oposición, con las que ha tratado durante todo este tiempo. Se va como un señor, y no por el mero hecho de quedar bien, sino porque en realidad lo es, una persona para sumar. Y lo dice alguien que en alguna ocasión le ha dirigido alguna crítica puntual, porque estar en política, en el ruedo, también supone mojarse, es decir, acertar o errar en cada una de las acciones y asumir las consecuencias.
Ignoro de manera fehaciente lo que le ha hecho saltar del escenario municipal, pero no he de hacer muchos esfuerzos para imaginarlo. Su reino no es de este mundo. Su actitud me recuerda bastante al camino que adoptó en su día al dejar su cargo de diputado al Congreso el eminente médico jienense, nacido en Santiago de Calatrava, Ramiro Rivera, que abandonó al poco tiempo de ser elegido y más tarde escribiría un libro titulado “Un extraño en la política”, contando su experiencia, no muy afortunada por cierto, a causa de personas de su propia familia política. A Manuel Carlos Vallejo le sedujo en su día el venenillo de la política, en la convicción de que podía ser útil a su tierra. Con el tiempo se ha dado cuenta de que en efecto, a pesar de los esfuerzos, de su empatía, de su buen ánimo, ese mundo no fue creado para él. Su despedida me parece muy cordial, igual que la carta que hizo pública en el mismo momento en que decidió apartarse del camino. Su propia confesión le delata cuando afirma que desde las redes sociales y el sillón de las casas se ve todo de manera distinta a como es en realidad y que cuando se está al pie del cañón, la solución de los problemas no resulta tan fácil, porque, y es textual, “a veces no es que los políticos no quieran sino que no pueden”. También es extremadamente cuidadoso en no hacer caer responsabilidad en las diferencias en su propia fuerza política y en las tensas relaciones con el PP, cuando justifica como normal que haya desajustes y cambios.
Creo, espero no estar equivocado, que lo que peor ha llevado es hacer compatible su buena relación con el alcalde, Agustín González, de hecho ha sido su sombra permanente durante este tiempo, y seguir la estrategia dictada por su propio partido, Jaén Merece Más, reivindicativa a dos bandas, Madrid y Sevilla, como en realidad ha venido haciendo desde que existía como plataforma y constituye en esencia su razón de ser, porque de los dos gobiernos depende el futuro de Jaén, hoy en serios apuros. Sin esa batalla no tendría sentido JM+. Vallejo, aunque favorable en el fondo, ha discrepado en la forma, de hecho llegó a justificar retrasos de infraestructuras tan urgentes como el tranvía, cuyos vagones hace trece años duermen en cocheras y ya veremos si funciona en 2025. Un profesor metido a político, tratando de imponer el diálogo y la conciliación más que la fuerza, no digamos ya la situación extrema de la moción de censura, de la que de su actitud cabía deducir que estaba en contra y creo que fue él quien salvó ese obstáculo para el Partido Popular y el alcalde que desde aquel momento estaba en deuda con él. Esto no es una crítica a la persona, es la constatación de su postura. Ha contado, también hay que decirlo, con la lealtad de sus compañeros de Corporación, normal porque siempre fue de frente.
No ha sido un político al uso, pero en cambio sí se ha distinguido en ocasiones como buen comunicador, así lo he observado en algunos plenos del Ayuntamiento, y desde luego la primera vez que me impresionó, muy favorablemente, fue en el acto de presentación de la candidatura de Jaén Merece Más, en el hotel Xauen, donde, todavía lo recuerdo, porque conservo la memoria, estuvo brillante, emotivo, incluso se le saltaron las lágrimas en algunos momentos por el ambiente cálido y por encontrarse en la sala su madre y sus dos hermanas, ya que él se presentó desde el primer momento como “soltero convencido”. En aquel momento tan singular advertí que su discurso derrochaba frescura y además no tenía que impostar, no recibía el argumentario de Madrid ni de Sevilla y podía ser él mismo, sin más. En aquella oportunidad nos dijo que fueron sus propios alumnos los que le empujaron a dar este paso cuando se lamentaban de la falta de futuro en Jaén y de cómo exportamos nuestro talento. Él mismo pasó un tiempo como docente en Estados Unidos y sintió la necesidad de volver a su tierra y respirar el aire de nuestro Jaén. Le indigbana el hecho de que los partidos de siempre se reían de la entonces plataforma Jaén Merece Más mientras él tenía asumido que se sucedían las administraciones, pero Jaén no avanzaba. Más aún, buscando en la memoria sobre aquel acto no puedo olvidarme de la emoción que suscitó cuando los asistentes entonaron, Vallejo el primero, el entrañable Canto a Jaén.
Todo lo anterior quería recogerlo como reconocimiento a una buena persona que ha pasado por la política de una manera noble, sin buscarse enemigos, pero en un mundo si no hostil, no muy de acuerdo con sus intereses y proyecto de vida. Y ha aprendido, lo reconoce, es una experiencia vital importante, pero mejor recordarla fuera. Ser alcalde es una heroicidad y ser primer teniente de alcalde o concejal es una gran responsabilidad y el problema de las personas a las que les tienta la política es pensar que se trata de una tarea fácil, porque sí, servir a la comunidad depara algunas satisfacciones, pero también muchos disgustos, todo lo cual se acrecienta en un Ayuntamiento en ruina como es el de Jaén. Habrá quien diga que debió pensarlo antes y que a las responsabilidades públicas hay que ir llorados, y puede ser verdad, también lo es que ha coincidido con varias estampidas en el Ayuntamiento de Jaén, pero en el caso de Manuel Carlos Vallejo entiendo perfectamente el paso que acaba de dar. Es más, lo aplaudo, porque a pesar de su buena fe va a ser más útil en su cátedra y como un activo más de la principal empresa de la provincia que es nuestra Universidad. Lo dicho, más que un gestor, aunque también en su área de competencias, Manuel Carlos Vallejo ha sido un paño de lágrimas y un jaenero militante. Seguramente no pasará a la historia, ni falta que hace, pero su gesta de buena voluntad le honró en su momento y hoy como jienense, sin más, desde las coincidencias y las discrepancias, siempre sin la menor acritud, le brindo un saludo y un sincero reconocimiento.
Foto: Manuel Carlos Vallejo Martos, hasta ahora primer teniente de alcalde y portavoz de Jaén Merece Más en el Ayuntamiento de Jaén.