Por ANTONIO GARRIDO / Hay un motivo de preocupación y malestar en la sociedad como consecuencia de un drama que lejos de amainar se evidencia cada vez más con nuestra juventud, solo hay que tener ojos para ver, que en muchos casos no ve otra salida, al finalizar su formación, que emigrar y poner rumbo a lugares donde reside la esperanza.
Los jienenses tenemos la vista puesta en nuestra Universidad de Jaén, el 1 de julio pasado se cumplieron 31 años de su creación, de la que cada año salen centenares de graduados y másteres capacitados para enfrentarse al mercado laboral, así como a los titulados superiores de la Formación Profesional, igualmente preparados para ejercer la tarea para la que se han instruido.
No he encontrado cifras oficiales de la fuga de talentos, pero una manera de percibirlo es con las bajas en el padrón por variación de residencia, aparte del hecho demográfico que por supuesto existe. En el caso de la ciudad de Jaén contamos con 111.669 habitantes, y les recuerdo que no hace tanto casi llegamos a los 117.000, y en el conjunto de la provincia en la última década hemos perdido muy próximo a los 50.000 habitantes. Y las previsiones oficiales son poco optimistas, para el periodo 2016-2035 se cree que Jaén será la provincia con mayor pérdida de población, junto con Córdoba.
Frecuentemente los políticos, a todos los niveles, insisten en el argumento de que uno de los objetivos que persigue la estrategia educativa es tratar de retener el talento que sale de nuestras aulas. Como declaración de intenciones queda muy bien, pero nos seguimos encontrando con multitud de casos de jóvenes jienenses que se han visto en la necesidad de salir fuera de su tierra. En los últimos días, será una casualidad, me he encontrado con amigos y conocidos que me han hecho partícipe de la salida de sus hijos, y no siempre por voluntad propia, que sería otro caso distinto, sino por verdadera necesidad. Madrid está plagado de jienenses, pero no solo Madrid. Es un goteo incesante que para nosotros es un drama, o mejor, es el drama. Pues eso, que levante la mano quien no tenga a un familiar, hijo, sobrino, etcétera, que no se haya visto obligado a dejar su tierra por falta de salidas profesionales en ella.
Es lamentable pensar en las grandes inversiones que tiene que hacer el Estado en la formación de nuestros chicos y chicas, nuestro futuro, para que a la hora de la verdad el talento se lo regalemos a otros países, que en su mayoría los acogen con mimo, y les tratan muy bien en todos los aspectos, sobre todo en el laboral y el económico, como sabemos por experiencias en Alemania, Francia, Reino Unido, etc.
Seguimos esperando de los políticos que abran expectativas para que nuestros jóvenes tengan oportunidades para quedarse. El Cetedex, y en su día se creó una Cátedra expresa en la UJA, puede abrir una gran puerta, pero el empleo cualificado necesita más aventuras impulsadas desde la política, más ambición e imaginación para hacer atractivo a los jóvenes, ellas y ellos, que decidan apostar por su tierra. El problema hoy es que aquí no ven futuro y cogen la maleta soñando con una vida mejor y de acuerdo con los conocimientos y los títulos adquiridos. Pues bien, ni siquiera es en muchos casos que obtengan una remuneración justa por su actividad laboral, es más, resulta bastante frecuente que el periodo de adaptación resulte duro y encontrar una vivienda en alquiler se convierte en una angustia por los precios tan desorbitados incompatibles con la economía de esta juventud, y es lamentable que la política no haya resuelto esta asignatura pendiente, claro que la política está en lo suyo que no es precisamente afrontar con decisión los problemas reales de los ciudadanos, especialmente entre nuestros jóvenes, cada vez más desmotivados y alejados de una política que no les representa, el caso es que cambian la calidad de vida de Jaén por un intangible, pero tienen derecho a labrarse su porvenir en el lugar que han elegido.
De ahí que la política en esta hora decisiva debería poner sobre la mesa acciones contra el desempleo y crear infraestructuras que permitan a los jóvenes pensarse si salir o quedarse. Hay ya muchas empresas, cada vez más en la provincia, y me agrada destacarlo, que se nutren de la Universidad y que crecen y se expanden gracias a la aportación de este talento. Hay que seguir, no podemos dormirnos en los laureles, es ahí donde nos jugamos nuestro propio futuro y el de nuestra gente a la que no podemos abandonar a su suerte. Cuando los vemos subir a los trenes, es un decir, camino de sus destinos, no podemos evitar un cierto sentimiento de impotencia y de dolor. Aunque bien sé que no somos únicos y exclusivos, que la tierra prometida es una aspiración bastante común en estos tiempos.
Jaén tiene que propiciar que lleguen empresas tractoras, como se dice ahora, dispuestas a invertir en esta gente que necesita de ayuda y confianza. La mayoría ha perdido la fe en esos interlocutores que les prometían el paraíso, al final se quedan solos y casi la única salida es hacer la maleta con destino a algún país europeo o con un poco de suerte a otra comunidad española, donde ya están acomodados muchos paisanos que han ido sumándose a la aventura. Ahí está la lucha, el reto.
Creo que en este momento de la historia de nuestro país los dos verdaderos dilemas por encima de todos los demás, y eso que hay algunos graves, son la política y el desgarro de esa juventud que es obligada a marcharse. Cuando decimos política en realidad queremos decir políticos, de todos los colores, si hay algo que ha aprendido la sociedad española, es que las preocupaciones de nuestros dirigentes van por un lado y las del común de la gente discurren por otro distinto. Los jóvenes no son la excepción, sí, les dan bonos y cosas así, pero eso, con todos los respetos, me parece insustancial, hay que ir al fondo de los problemas en vez de actuar sobre la periferia. No es extraño que se los rifen, se trata de las generaciones mejor preparadas, en algunos casos con nivel de excelencia, paladines de ese valor que es el talento…pero nos los dejamos arrebatar.
Ahora es una incógnita saber si muchos o algunos de estos profesionales cualificados regresarán o no, algún día, a su lugar de origen, donde tal vez forjaron sus mejores sueños e ilusiones. Hay una frase de un destacado empresario que tengo muy presente: “Forma bien a la gente para que pueda marcharse, trátales mejor para que no quieran hacerlo”. Mi lamento hoy para finalizar, es pedir, o mejor clamar, que alguien pare esta sangría, que se cierre el grifo de una vez por todas porque el capital humano es el principal valor de una provincia, de una región y de un país. Den las vueltas que quieran, pero no conozco otra manera de progresar.