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Vamos a celebrar los 40 años de autonomía y será una ocasión festiva, sin duda alguna, pero también es una oportunidad para reivindicar todo aquello que Jaén ha dejado de recibir durante estos cuarenta años transcurridos desde 1980, en que se celebró el referéndum andaluz y el momento presente. Hoy he encontrado en la hemeroteca una información de prensa que nos señalaba, a la provincia, en el último lugar en renta per cápita un día como hoy de hace cuatro décadas. Se trataba del acreditado informe del Banco de Bilbao que, año tras año, nos ofrecia el mismo diagnóstico desde los años ochenta. En este aspecto del maltrato de los indicadores socioeconómicos hemos cambiado poco. Ya me gustaría mostrar euforia por las conquistas habidas, pero me temo que los avances, que los hay, solo faltaría, no han sido suficientes para que podamos festejar a lo grande. Pese a todo, como buenos andaluces que somos, nos agrada conmemorar el Día de Andalucía y la poca esperanza que nos queda depositarla en hacer rogativas continuas para que por fin nos llegue la hora.

Por supuesto que es una magnífica oportunidad para felicitar a las personas y colectivos que van a recibir las banderas andaluzas que concede la Delegación del Gobierno de la Junta en Jaén. Es lo bueno que tenemos, un potencial enorme y muchos ejemplos dignos de ser reconocidos. En este caso el aplauso va dirigido a Santi Rodríguez, Emilio Lara, Lucía Marín, Alberto González Moyano, la Asociación Andaluza de Centros Católicos de Ayuda al Menor (ACCAM), la empresa Software del Sol, el Colegio Oficial de Médicos de Jaén, Juan Aceituno, el Centro de Capacitación y Experimentación Forestal de Cazorla y la asociación “Pídeme la Luna”. No están todos los que son, pero desde luego son todos los que están. A la mayoría los conozco y no me cabe duda de que son ejemplos cada cual en su ámbito. Lo mejor que tiene Jaén y de lo que más puede y debe presumir, es su gente.

De los asuntos del día destaco la primera reunión celebrada en el Ayuntamiento por la comisión técnica que se ha constituido al objeto de impulsar la declaración de la Catedral de Jaén como Patrimonio de la Humanidad. Ha sido una toma de contacto para establecer la hoja de ruta en la elaboración de un nuevo expediente, parece que con la lección bien aprendida de los intentos habidos hasta el momento. Hay una representación amplia y el Consistorio muestra ambición, aunque ya se sabe de antemano que no es asunto fácil y que requiere de esfuerzo y también de actuaciones muy comprometidas. No se puede plantear una expectativa tan ambiciosa como se hizo la última vez, sin hacer previamente los deberes y lanzarse poco menos que a la aventura por si sonaba la flauta. Hay dos dimensiones en esta ilusionante aventura que se pone en marcha bajo el liderazgo del Ayuntamiento, una es la argumentación científica, que se basa sobre todo en los trabajos que ha promovido la Universidad, cuya colaboración es sumamente importante. Ahora se está en mejores condiciones para demostrar que la construcción de la seo jienense sirvió de ejemplo para otras catedrales.

Curiosamente lo que más puede costar es la parte que depende de nuestras administraciones y tiene que ver con la terminación de las obras que desde hace años se vienen realizando en la techumbre del templo, para dejarlo en perfecto estado de revista, y algo no menos decisivo, el cuidado del entorno, en su día se actuó en la Plaza de Santa María, en una obra que dividió a los jienenses, pero este proyecto hay que terminarlo y además debe hacerse desde la ambición y la exigencia, porque la Unesco, como ya demostró en su día con Úbeda y Baeza, no solo pone el acento en las grandes cuestiones, sino que también lo hace con lo más elemental, en este caso con toda la manzana en torno al monumento. Esta es la tarea en la que han de coordinarse las administraciones, cada una en el ámbito de sus competencias, y el Ayuntamiento como primera instancia.

Además esto hay que hacerlo sin prisa pero sin pausa, en la convicción de que la meta es complicada pero posible, y que merecerá la pena si al final la ciudad logra el objetivo, cuyos beneficios en futuro no pueden dudarse, no hay más que ver el caso de las ciudades de referencia en nuestra provincia, que son un ejemplo a seguir. No me resisto por último a recordar que el año pasado en esta misma fecha pronunciaba una conferencia en la Económica uno de los mayores conocedores del primer templo jienense, me refiero al catedrático de Historia del Arte Pedro Galera Andreu, que conoce todos los entresijos de la joya renacentista y que en esa intervención nos impresionó al afirmar que tenemos la mejor Catedral de España, que tiene méritos sobrados para ser más conocida y declarada Patrimonio de la Humanidad. La presencia del profesor Galera en la citada comisión técnica y su trabajo y el de otros expertos en los congresos celebrados por la UJA, constituyen un excelente aval para el proyecto que se pone en marcha.

Por lo demás, la provincia se sigue preparando para la movilización prevista en la totalidad de los municipios el próximo día 24. Las organizaciones agrarias están consiguiendo una respuesta unánime, ya se han adherido los ayuntamientos, lo ha hecho la Universidad, la Diputación, los empresarios… Ese día puede ser histórico. Los colectivos convocantes no se van a parar ahí, ya se ha avanzado que en el próximo mes de marzo habrá una marcha a Madrid, que es una acción que se reserva para momentos verdaderamente angustiosos como los que ahora estamos viviendo. Creo que saben de sobra los representantes del sector que si el panorama es nefasto las expectativas tampoco apuntan optimismo, sobre todo después de conocer las pesimistas predicciones del Consejo Oleícola Internacional (COI), que no hace más que empeorar la preocupación y la incertidumbre de los olivareros jienenses. Unos precios para el aceite por los suelos y encima la espada de Damocles de una futura PAC en la que la nueva situación de la Unión Europea tras la salida del Reino Unido y los anuncios de recortes, dan poco pie a la confianza. No hay más remedio que dar respuesta a este momento tan inquietante de todo el campo español, pero que en el caso de Jaén a los problemas generales comunes a todos los territorios, une una enorme dependencia del cultivo que para bien o para mal, desde luego siempre para bien porque el olivar es Jaén mismo, nos hace mantenernos permanentemente en vilo. No hay otro remedio que pelear por lo que es justo y para asegurar el futuro de nuestra tierra, que es lo que está en peligro.

 

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