Por ANTONIO GARRIDO / No tengo la menor duda de que la Diputación es el ayuntamiento de ayuntamientos y que desde hace muchos años, prácticamente con todos sus presidentes, ha actuado incluso por encima de sus posibilidades para facilitar la vida de los pueblos y sus alcaldes, lo único que obviamente no puede es hacer milagros, porque sus presupuestos tienen un límite. Sus competencias son las que son y se circunscriben en gran medida a los ayuntamientos pequeños, pero en una provincia con las características de la nuestra ha sido providencial que desde el primer momento este organismo supramunicipal se haya saltado las barreras impuestas por las normas y se convirtiera en un agente proactivo en favor del desarrollo de la provincia. Donde no han estado ni las administraciones central y autonómica, da igual el signo, porque ambas fueron siempre cicateras con nuestra tierra, ahí estaba siempre la Diputación, aprovechando su buena gestión del dinero público, de la que deberían haber aprendido otras administraciones, para ser útiles al desarrollo de la provincia.
Creo que no es necesario hacer un repaso de los asuntos en los que se ha concernido, porque todo el mundo medianamente informado lo debe conocer, pero quede constancia de que sin la Diputación la orfandad de la provincia sería mayor. Hoy, gracias a su contribución no solo se ha puesto a Jaén en el escaparate del mundo como referente turístico, es que se ha dignificado la imagen de nuestra principal enseña, el aceite de oliva, o se han puesto en el escaparate todas y cada una de las principales fortalezas, un capítulo que suma y sigue. Y como ejemplos significativos, gracias a su concurso tenemos el Olivo Arena, que un gobierno de la Junta jamás hubiera construido en solitario, que no se olvide, y últimamente ha sellado su compromiso para que Jaén cuente con el Centro Tecnológico de Experimentación y Desarrollo, Cetedex- La Diputación actúa de una manera que se ha ganado algo importante en política como es la credibilidad. Siempre defendí que la Diputación junto con la Universidad y la Caja Rural eran los instrumentos imprescindibles en esta hora de Jaén. Las necesitamos fuertes para responder a lo que la provincia espera de ellas.
Digo todo lo anterior para justificar una frase tan rotunda como es esta: hablando se entiende la gente. No concibo a la Diputación en ninguna de sus etapas, pero específicamente en la actual con Francisco Reyes como presidente, discriminando por razones políticas. De hecho es muy frecuente encontrarse con representantes de colectivos muy poco emparentados con la izquierda que no tienen el menor reparo en valorar la ayuda recibida por el organismo provincial para lo divino y lo humano. Lo habitual es que se abran las puertas cuando se llame a ellas y sea razonable, cuando esto no ocurre tiene que ser una excepción.
Hoy, por fin, un poco tarde a mi modo de ver, porque se han podido perder oportunidades de ayuda, se ha celebrado un encuentro en la Diputación entre su presidente, Francisco Reyes y el alcalde de Jaén, Agustín González Romo. En el alcalde es de natural encontrarse con todo el mundo, en absoluto lo veo entrar en el mundo de las filias y las fobias, menos en buscarse enemigos, claro que forma parte de un grupo político en el que, como ocurre en el resto, no es nada singular, hay quienes defienden que al adversario ni agua. Lamentable e incoherente estrategia porque a quien realmente perjudica no es a los partidos, sino a las ciudades, en el caso que nos ocupa a la capital. Pero es evidente, dos no se pelean si uno no quiere. Ha habido momentos en la reciente historia de esta ciudad, no hay que irse lejos, en la que el diálogo resultaba difícil porque uno de los interlocutores llegaba con las situaciones al límite y de esta manera no había solución a los problemas y se alejaba la posibilidad de entendimiento, aunque se apelara a la lealtad institucional. Esa lealtad hay que administrarla con hechos, no con simple palabrería.
Las administraciones y los políticos que las rigen deben tener claro que los intereses generales deben estar siempre por encima de los partidos a los que representan. Hoy dos personas normales se han sentado en un buen tono y no me cabe la menor duda, si no hay nadie que meta cizaña por razones al margen de lo que es bueno para la ciudad, que se obtendrá provecho de este encuentro. Por un lado el Ayuntamiento no está en condiciones de afrontar muchas actuaciones en solitario, porque carece de medios, y aunque los tuviera, está en su derecho de pedir el auxilio para que otros organismos públicos arrimen el hombro a la ciudad. Hacerle la guerra a la Diputación, da igual quién esté de presidente y por supuesto el partido al que pertenezca, es una auténtica barbaridad desde el punto de vista pragmático. Se pueden discutir diferencias de criterio respecto a cuestiones puntuales, faltaría más, pero la Diputación, que encima por sus buenas prácticas tiene una economía saneada, no tiene más remedio que ser aliada en vez de enemiga como en muchas ocasiones ha ocurrido incomprensiblemente, porque no se le castigaba a ella, sino a los ciudadanos de Jaén.
A la Diputación también le interesa la ciudad, hasta si se quiere por razones políticas, de hecho en los últimos cuatro años, con un gobierno socialista en el Ayuntamiento junto a Ciudadanos, el organismo provincial ha prestado su ayuda. Era de libro que un alcalde, aunque sea de distinto partido, tiene el deber y la obligación de pedir que el trato no difiera del que ha venido siendo en los últimos ejercicios. No creo que el presidente Francisco Reyes se oponga a ello, por esta razón es por la que no entiendo que el encuentro no se produjera antes y se haya perdido por ejemplo el patrocinio de la Diputación al Festival de Otoño. Supongo, es más, estoy seguro, de que el alcalde de Jaén ha trasladado este mensaje porque es de sentido común. Me alegro como jienense porque conozco bien a lo largo de los años de qué manera las guerras de la política y de los políticos han causado un terrible e irreparable daño a los intereses de esta tierra, la ciudad de Jaén en primer lugar, en ese camino hacia la capitalidad que los dos políticos parece que fundamentan uno de sus puntos de encuentro.
Es entendible desde un punto de vista político, ¡ay la política!, que en su momento todos pretendan rentabilizar lo que hayan hecho, y que quieran incluso repartirse medallas, incluso podemos ser los jienenses quienes las pidamos, pero siempre y cuando sean capaces de abandonar esas posiciones que han dado tan mal resultado y darle protagonismo a una ciudad que claramente y casi a voz en grito lo demanda. Y me agrada que el alcalde haya salido satisfecho del encuentro y no le pese haber actuado, como era su obligación, recuperando el diálogo y la interlocución en nombre de Jaén y los jienenses. Espero y deseo que el partido puro y duro, es decir, Erik Domínguez o Juanma Moreno, no interfieran en la buena dirección por la que ha optado Agustín González. Al revés es más complicado porque Reyes es la autoridad competente. En fin, primero, Jaén. Después, todo lo demás.
Foto: Agustín González y Francisco Reyes, durante su encuentro.