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Por ANTONIO GARRIDO / El 9 de noviembre, ese que teníamos grabado desde hace años cuando la cantante Cecilia cantaba a quien enviaba flores sin decir quién era  y escribía versos, y siempre lo hacía sin tarjeta, se ha convertido hoy en una fecha de infausto recuerdo para la historia de España, vía Cataluña. Para la posteridad quedará escrito que un aspirante a presidente del Gobierno, de nombre Pedro Sánchez, y perteneciente al Partido Socialista Obrero Español, fundado por un señor llamado Pablo Iglesias, cumplió lo prometido tras el resultado electoral en la noche del 23 de julio, que haría lo posible y hasta lo imposible para formar un “gobierno progresista”, aunque tuviera que desdecirse de decenas de declaraciones y de la propia historia reciente de su partido. Otra cosa no, pero tenaz sí es el todavía presidente en funciones, que dejará de serlo la próxima semana tras haber negociado con los independentistas catalanes y otras fuerzas políticas nacionalistas, además de quienes han sido sus socios en los últimos años, un pacto de gobernabilidad para la inmediata legislatura. ¿Cuatro años? No hay más que volver la mirada a las incidencias de último periodo, los desencuentros continuos dentro de un mismo gobierno, que situaron en el ámbito de la normalidad, pero menudos espectáculos dieron a la nación. Excuso decir el pronóstico previo que se puede hacer cuando la investidura y la gestión va a ser respaldada a partir de ahora nada menos que por un personaje tan singular como Puigdemont, que ha puesto al Estado de rodillas y, junto con sus colegas catalanes de otros grupos con idéntica filosofía (el nacionalismo es insolidario por naturaleza) han ofrecido sus votos a precio de oro. Sánchez podrá gobernar, pero si ya no estuvo tranquilo en los últimos años, recuérdese lo que dijo él mismo de que Pablo Iglesias, el otro, le quitaría el sueño, es fácil de imaginar sentir a cada momento el resuello de Puigdemont exigiendo con la autoridad moral que da saber que tiene al jefe del ejecutivo cogido y bien cogido.

Un Puigdemont al que los dirigentes socialistas le han permitido en los últimos días, mientras ha durado la agonía y la desesperación por la firma, sabedor de la fuerza de sus votos, que atentara contra todo lo que se mueve en el orden constitucional, incluido el propio Rey Felipe, al que ha acusado de complicidad con las reacciones populares en contra de la amnistía, sin una rectificación inmediata y contundente desde el poder ejecutivo. Un personaje nada honorable, aunque ostentara ese título, un delincuente, un prófugo, al que se rinde pleitesía, que exhibe una sonrisa de victoria que es una afrenta a la nación, de hecho llevamos días en que es el monotema, y lo hace posible, lo permite, transige, el mismo político que pasará a las páginas de la historia y que, está en las hemerotecas, y su voz y sus mensajes se repiten estos días en las redes sociales, sin que sienta la mínima vergüenza por ello, como San Pedro negó no tres sino trescientas veces que jamás pactaría con el independentismo. No me sorprende Sánchez, lo confieso, pero sí muchos militantes socialistas, buenas personas, a los que conozco y a los que este político de una forma incomprensible ha abducido, y esto a pesar de que mantiene un poder absoluto sobre el partido, carente de debate interno como se ha visto en el reciente Comité Federal y la prueba irrefutable está en el mismo resultado de la consulta a la militancia sobre “el acuerdo con Sumar”, de manera que ha engañado a su propia familia, y ese casi el 90% me ha recordado viejos tiempos que creía ya plenamente amortizados. Un poder tan absoluto en una democracia lejos de parecerme un triunfo, lo considero el síntoma de una disfunción.

Los socialistas lo dan todo por bueno con tal de que no gobierne el PP, la derecha, y a cambio tratan de aferrarse a las conquistas sociales logradas en los últimos años, que en algunos casos son ciertas, para qué negarlo, pero en las actuales circunstancias, con un panorama tan complicado como el que mostraron las urnas, lo razonable, y no porque lo proclamen algunas formaciones sino porque es la única manera de despejar la incógnita dentro de la normalidad de nuestro marco de referencia, era la nueva convocatoria electoral. La salida que se ha escogido de dividir a la sociedad española, haciendo que se altere la convivencia y poniendo en grave riesgo nuestro estado de derecho, es muy inoportuna y peligrosa, diría más, va a doler la cabeza porque es fácil adivinar, por los propios actores que intervienen en el proceso, que será una legislatura llamada al fracaso o, como mínimo, al espectáculo permanente y tal vez a la ruptura. No creo que con la que está cayendo, con el panorama al que nos enfrentamos, haya legión de españoles que esperen que los próximos cuatro años vayan a ser modélicos. El independentismo y el nacionalismo son insaciables, y van a pedir más, intentarán exprimir las ubres del Estado para su beneficio, sin el menor sonrojo por la insolidaridad que demuestran con el territorio. El resto de España, incluidos naturalmente los andaluces y los jienenses, digan lo que digan ahora para tapar bocas, sufriremos las consecuencias, siempre fue así cuando se llegó a un acuerdo con Cataluña, claro que esto no es un simple acuerdo, lo de ahora es una rendición, y eso que solo se conoce la letra gorda del acuerdo, de ahí la angustia social de los últimos días, en la letra pequeña cualquiera sabe. Un Puigdemont altivo, incapaz de un gesto de humildad, y en vez de pedir perdón, que sería lo mínimo exigible en la tesitura tan delicada en la que pone al país, lo que transmite es que es él quien nos perdona la vida.

En los últimas jornadas y van a seguir, miles de ciudadanos han salido a la calle en muchas ciudades de España para protestar por la amnistía, el café para todos, borrón y cuenta nueva, que es otro ejemplo injusto, insolidario, antidemocrático y hasta caciquil, y es normal que saque de las casillas a una población que asiste a una etapa tan convulsa, y aunque por supuesto estamos en contra de la violencia física y verbal, de trata una expresión de libertad, faltaría más, actuar de acuerdo con la conciencia de cada uno y salir a la calle con este clamor. En Jaén también ha habido ese tipo de movimientos, aunque esta tierra nuestra es tan especial que siempre, de un modo u otro, siempre ha estado con los poderes, por lo visto le va la marcha. Pero dejo para el final lo que sí es verdaderamente de traca, el PSOE de Jaén ha estado representado en las conversaciones de Bruselas con el indigno catalán residente en Waterloo. Se trata del diputado Juan Francisco Serrano Martínez, que fue secretario general de las Juventudes Socialistas y alcalde de Bedmar, pupilo de Reyes, y hoy, por su docilidad y buenos servicios al partido en el que milita, trabaja en la dirección federal junto con Santos Cerdán, el interlocutor oficial socialista, por tanto creo que ha tenido que soportar la larga espera hasta que Puigdemont, in extremis, ha considerado que era la hora del “sí, quiero”, aunque deja dicho con toda claridad que esto no es un cheque en blanco, que ahora hay que cumplir, es decir, hay que pagar. Pues bien, Serrano también pasa a la historia del socialismo jienense. Ha escrito en sus redes sociales el también diputado y portavoz en la Comisión de Agricultura, joven pero ya socialista de raza, por algo está donde está: «Sentamos las bases para continuar cimentando una sociedad moderna, acorde a la España plural y diversa». Hay que ganarse el sueldo como Dios manda.

En su hoja de servicios se había colado alguna mediación en torno al Cetedex, ese era un buen aval, este de estar en la pomada de la capital comunitaria adorando al indeseable político catalán, que siempre fue denostado en público por los socialistas que ahora se arrodillan, más que un timbre de gloria, a lo mejor él lo considera así, es una mancha en su expediente, al menos como jienense. Los cargos pasan, las personas quedan, no vaya a ocurrirle lo mismo que a su compañero Sicilia, que en el momento que dejó de serle útil a Sánchez, lo despidió y tuvo que volver a su trabajo como policía, bien es cierto que para su recolocación los servicios prestados no fueron del todo en vano. Jaén y los jienenses, no digo todos pero muchos, pueden estar en su derecho de considerar una deslealtad a su tierra, a la esencia del PSOE, no lo que se conoce por sanchismo, el papel de Juan Francisco Serrano en este sainete en el que se le ha visto sonriente y sacando pecho. Pues bien, Roma no paga traidores.

Foto: El diputado jienense del PSOE, Juan Francisco Serrano (segundo por la izquierda), jienense, de Bedmar, adscrito a la Secretaría de Organización Federal del PSOE, ha formado parte de la embajada socialista en Bruselas para negociar con Puigdemont. (Tomada de elDiario.es).

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