Por ANTONIO GARRIDO / Ayer, intentando tomar el pulso a Jaén recién estrenado el nuevo año, me preguntaba si 2024 se nos presenta como un ejercicio de transición, al menos eso es lo que tratan de vendernos desde las administraciones, que es el paso necesario hacia mejores horizontes. Sinceramente, me lo creo lo justo, estoy harto de escuchar la misma letanía durante décadas y declaro mi escepticismo militante. Por si faltaba poco, en una tierra en la que el continuo enfrentamiento político ha derivado en la situación actual, una provincia que todo lo tiene y casi todo le falta, porque nunca hubo unidad en lo esencial en las fuerzas políticas que se han ido turnando en los gobiernos, ahora nos encontramos en un estadio superior de la crispación política, que trasciende también socialmente. Todo, lo grande o lo pequeño, que afecta al interés general de la provincia, se traduce en controversia política, da igual que estemos hablando de la candidatura de los Paisajes del Olivar a Patrimonio Mundial, de la presencia en Fitur, de las emblemáticas oficinas de turismo de Úbeda y Baeza (por cierto, no puedo entender que en dos ciudades Patrimonio de la Humanidad la Junta se desentienda de la gestión turística, aunque ya veo que la confrontación goza de muy buena salud tanto en políticos como en palmeros), incluso en la conveniencia o no de usar mascarillas en la situación sanitaria que se está complicando por momentos.
Ya era un problema gravísimo, lo ha sido en toda la democracia, que los dos grandes partidos hablen idiomas distintos, incluso con las cosas de comer, pero la crispación tan evidente en el país se ha trasladado a la periferia y a veces el ambiente es irrespirable. Se pierde el tiempo en la politiquería, el mismo que debiera dedicarse a la gestión y a resolver los problemas reales de los ciudadanos. Y lo peor es que este panorama no tiene arreglo, vamos cada día a peor. Los ciudadanos somos los sufridores, las víctimas, porque a los políticos, al menos a muchos de ellos, se les ve cómodos en el continuo ring en el que militan. Ahí veo yo otro muro para avanzar, la crispación, un factor enormemente perverso, al que se une el “y tú más” con el que pretenden hacernos creer que esto es cosa de uno, cuando bien sabemos que desde hace todo el tiempo es cosa por lo menos de dos, y algunos añadidos, pues esta causa gana adeptos. Lamentablemente este creo que es el retrato que tenemos a la vista.
Y sí, Jaén no tiene voluntad de páramo, una palabra que se ha colado hasta la exageración en el vocabulario de políticos y pseudopolíticos para transmitir mensajes de optimismo. Pero recuerdo también que en diciembre de 2020 (más de tres años ya) nos vendieron que la provincia reclamaba más de 5.000 millones de los fondos Next Generation y la cantidad que ha llegado es una insignificancia comparada con ese volumen que iba a transformar pueblos y ciudades. Menos lobos. Según mis cuentas, y echándole un puñado, no llegamos ni a los 200 millones. Por otro lado, aunque se nos ha querido excluir de la España Vaciada, nuestra despoblación sigue su curso, en parte, es cierto, por la crisis demográfica, pero también por la huida de jienenses, en su mayoría jóvenes, hacia otros territorios donde esperan encontrar su futuro, no somos una excepción y lo venimos padeciendo, formamos a las generaciones UJA y a ciclos superiores de Formación Profesional y el talento emigra a lugares donde creen que reside la esperanza.
El pronóstico del INE es que en el plazo de 15 años Jaén pasará a ser la provincia menos poblada de Andalucía y habremos sufrido la pérdida de alrededor de 50.000 habitantes, poco más o menos.
Por supuesto que creo y mucho en el Jaén de las oportunidades, y además siento que hay que extender más esta realidad, porque con frecuencia se tiene conocimiento de empresas, sociedades, que apuestan por Jaén, incluso de jienenses que vuelven a su tierra para invertir y crear riqueza en ella. Hay un Jaén de la esperanza y del progreso no suficientemente conocido, sus parques tecnológicos, y cada vez más capacidad de emprendimiento.
El gran inconveniente de cara al futuro para dar vuelo a Jaén siguen siendo las comunicaciones, por carretera y ferrocarril, como ya he apuntado tantas veces, y algo que pasa inadvertido y tiene una importancia nuclear, la electricidad, Jaén está considerada un desierto eléctrico, pero las soluciones ni están ni se le esperan, y es un freno para grandes empresas que se quieran instalar en el territorio. Las comunicaciones han sido una de las causas por las que no se ha desarrollado Jaén históricamente. Carreteras tercermundistas, mejoradas en los últimos años por la Administración Central, Junta y Diputación, según competencias, pero insuficiente. La autovía Bailén-Motril se hizo por la presión de Granada, por eso le bautizaron con su nombre los políticos granadinos. Nuestra situación geográfica es buena, lo que estamos es mal comunicados, cerca de los grandes centros, pero lejos porque se nos han negado los medios propios del siglo XXI.
Nadie quiere saber de la posibilidad de desarrollo del transporte aéreo. Extraña recordar que en los años 50 hubo un alcalde que lo reivindicó y que en la etapa de UCD hubo un presidente de Cámara de Comercio que volvió a solicitarlo, Julio Aguilar Azañón, en ambos casos sin éxito, pero ahora, en pleno siglo XXI hemos renunciado siquiera a plantearlo y nos conformamos con sucedáneos, y no se nos ocurre contemplarlo siquiera como posibilidad. Algunos piensan que un aeropuerto es demasiado para Jaén. Para éstos el progreso tiene que ser limitado, medido, controlado. Y la política es una continua fuente de promesas, recordarán el tan famoso “puedo prometer y prometo”. El Himno de la Provincia de Jaén está, entre otras cosas, para que no parezca que el poeta del pueblo, Miguel Hernández, estaba plácidamente recitando a las florecillas del campo, cuando lo que hacía de verdad era pedir a los jienenses que no fuéramos dóciles, esclavos decía él, y que nos levantáramos contra las injusticias. Era grande y, además, visionario. En nuestro caso también, hartos de estar hartos, haremos bien en asumir una oportuna frase de un periodista que además era político: “En una democracia de verdad, el pueblo no debe conformarse con elegir a sus gobernantes, debe gobernar a sus elegidos”.
En definitiva creo que el mensaje que conviene transmitir en esta hora de Jaén es que no podemos vivir de la santa resignación, ni siquiera esperándolo todo de los acuerdos de los consejos de ministros y de los consejos de gobierno de la Junta o de los plenos municipales, aunque obviamente mucho nos va también en ello y hemos de reclamar lo que en justicia nos corresponda. Pero esta provincia tiene personas, riqueza, y hace falta ilusión tanto para exigir como para prosperar. En fin, el diagnóstico es superconocido y el tratamiento o el remedio es lo que hay que poner, pero no haciendo dejaciones de responsabilidad en función de que parece que siempre el primer paso no nos corresponde.
No hay duda de que Jaén es la capital de la provincia, pero en los últimos años, también ahora, se reivindica su carácter real de capitalidad, aunque hay conquistas que no se regalan, se ganan, sobre todo con infraestructuras de todo tipo, con servicios, con comercio (por cierto no sé si Jaén y su área metropolitana dan para dos centros comerciales y al tiempo que se aliente el de siempre, de proximidad), con entidades referenciales como una Cámara de Comercio, de la que se carece. Y hay que luchar denodadamente contra un factor decisivo, la despoblación, tenemos que frenarla. Se está en el camino de la capitalidad ganada a pulso, pero es un proceso exigente, hay que seguir en el empeño.
Foto: Vista de Jaén desde el Parque de La Alameda. (Tomada de LOURDES SÁNCHEZ).