No sé si recuerdan que mañana, día 11 de diciembre, se cumplen dos años de la inauguración oficial del Museo de Arte Íbero, una ocasión en que la Junta de Andalucía quiso tirar la casa por la ventana, y bien que lo merecía tras una espera de más de veinte años, hasta el punto de que Susana Díaz consiguió la presencia del Rey Felipe VI en el acto montado por todo lo alto. La Consejería de Cultura quiso hacer del momento una fiesta, un baño de masas para tratar de convencernos de su continua atención al territorio. La ciudad le siguió el juego y allí estaba el todo Jaén. Hay una verdad incontestable, objetiva, y es que la espera había merecido la pena en el sentido de que se ha creado en la ciudad un espacio museístico de una gran categoría, asimilable a los mejores que puedan existir, bien es cierto que en varios años el único logro que el anterior gobierno andaluz podía exhibir en la capital era este Museo y el Centro de Salud de Expansión Norte, dos obras que se eternizaron y que llegaron a exasperar a los jienenses.
Y en el caso del Museo Íbero, tan bonito, tan especial, tan singular, porque lo es, con el añadido de que abría sus puertas con una exposición temporal y que para poder disfrutar de su exposición permanente hay que esperar, según se dice, hasta el año 2021, en el mejor de los casos. En fin, una mentira, tal vez piadosa, que nos tragamos los jienenses con tal de recibir la nueva infraestructura cultural. En su descargo hay que decir que al menos no se ha cerrado tras la muestra temporal inaugural y que el Museo Íbero está teniendo vida de forma continua y es el escenario de muchas actividades relacionadas con la cultura que tienen lugar en Jaén, pero es obvio que no es un Museo. Por lo pronto, y a la espera de su finalidad última, esto es lo que hemos ganado, un enorme espacio para la cultura.
Todo lo demás, incluido el anuncio de que será un museo de la red estatal, que puede que sea cierto, por ahora es solo un deseo. Queda decir que tanta publicidad se hizo con la inauguración, hace dos años, que llegan visitantes deseosos de conocerlo y se llevan una decepción impresionante porque anhelaban encontrar algo diferente. No es casual que el número de visitantes haya ido disminuyendo con el paso del tiempo y que a día de hoy resulte ya insignificante. Si no fuera por las actividades que alberga, y menos mal, ya sería un edificio fantasma. Al menos eso hay que reconocerlo, se le da vida y se nos hace más corta la espera. En Jaén otra cosa no, pero estamos acostumbrados a esperar, ya han sido dos años, pero me temo que serán todavía algunos más.