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Por ANTONIO GARRIDO / Muy oportuno y justo el homenaje que se le acaba de tributar al catedrático emérito de Prehistoria de la Universidad de Jaén, Arturo Ruiz Rodríguez, que ha sido durante medio siglo, desde 1974, la cabeza visible de un trabajo concienzudo impulsado desde la Universidad de Jaén, y antes desde su Colegio Universitario, para dar a la luz la inmensa riqueza arqueológica de nuestro territorio, especialmente de la investigación de la cultura ibérica, hoy en buena parte documentada y puesta al día, de manera que se trata de un legado de incalculable valor de nuestra propia identidad, de la grandeza de nuestro historia y de la civilización que pasó tanto por la capital como el resto de nuestra geografía. En este momento, cuando se cumplen 31 años de la creación de la Universidad de Jaén, pero antes como Colegio Universitario adscrito a la Universidad de Granada, uno de sus grandes valores que han contribuido a hacerla referente en Andalucía, en España y fuera de ella, ha sido la nómina de profesores de una categoría impresionante y tengo en este momento a varios en la memoria, pero hoy a quien quiero dedicar estas líneas es a Arturo Ruiz. Creo conocer al personaje y no esperaba menos que este libro coral, algo común en el ámbito universitario para que quede constancia del reconocimiento expreso, sobre todo de compañeros y de discípulos que han sido conocedores de la trayectoria y de la inmensa tarea desarrollada por alguien tan apasionado por la arqueología.

Arturo Ruiz nació en Úbeda en 1951, además tiene ese plus, se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Granada, donde defendió la tesis “Poblamiento ibérico en el Alto Guadalquivir”, estamos hablando del año 1978. Ya estaba inmerso en la tarea que le ha llevado toda su vida, en los despachos proyectando y a pie de obra excavando y descubriendo, que es donde se experimentan las sensaciones de cada hallazgo, y él ha sido testigo de algunos de los más importantes hitos que han puesto a la arqueología representativa del mundo íbero en el escaparate y han permitido definir a Jaén como Tierra Íbera y crear la también llamada Ruta de los Íberos, que promovió la Diputación, con la que se puede hacer un recorrido por algunos de los más emblemáticos referentes de aquella vieja cultura.

Cuando conocí a Arturo Ruiz, él era o estaba a punto de serlo, subdirector del Colegio Universitario Santo Reino, pero también fue por aquella ilusionante etapa en la que Jaén se abría a un ilusionante futuro académico, decano de la Facultad de Humanidades de Jaén así como vicerrector de la Universidad de Granada para el Campus de Jaén, hasta que se creó la Universidad el 1 de julio de 1993 y continuó como catedrático de Prehistoria. Sin lugar a dudas, además de haber sido uno de los pioneros, se encuentra también en el top de los más prestigiosos profesores y catedráticos que han colocado a nuestra Universidad en paridad de prestigio con otras más antiguas. Podemos tener otras debilidades, pero ha habido y hay un plantel de profesores en lo que no hay que envidiarle a ninguna otra institución. Y repito, en esa lista está y en primerísimo lugar el nombre de Arturo Ruiz Rodríguez.

Foto: Momento de la intervención del homenajeado, Arturo Ruiz, ante la atenta mirada de los componentes de la mesa presidencial del acto.

También ha sido en esta larga etapa un intelectual muy implicado socialmente, su trabajo ha estado en las aulas y en las zonas de excavación, pero sin dejar el contacto con la calle y con la gente, tampoco ha estado lejos de los grandes centros culturales, de hecho pertenece a la Academia Andaluza de la Historia y está presente también en otras instancias arqueológicas tanto de España como del extranjero, sin olvidar que ocupó durante un tiempo la dirección de la sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía y que ha sido director del Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Íbérica de nuestra Universidad, gran centro de referencia. Termino antes señalando que ha sido y es, aunque ahora ejerza de emérito, uno de los más reconocidos estudiosos de la arqueología, un poco el Flavio Biondo de Andalucía y de España, ya que el anteriormente citado fue el historiador humanista del Renacimiento italiano al que se llamó el primer fundador de la arqueología. A nuestro nivel provincial, aunque con la misma consideración, hemos tenido y tenemos a un Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón, que ha pasado por ser el más famoso arqueólogo de la historia. Un grande entre los grandes.

Nosotros sabemos que Arturo Ruiz ha salido de Jaén y ha colaborado e impulsado otras actuaciones fuera de su zona, pero desde luego en Jaén tiene y merece todos los honores, porque el devenir de la arqueología no se entendería sin él, y, por supuesto los compañeros que le han acompañado en esta apasionante aventura, como Manuel Molinos, con quien tanto tiempo hizo un tándem perfecto, y que ahora se jubila, o Carmen Rísquez, entre otros, a los que se añade un grupo de jóvenes y brillantes arqueólogos que son una excelente inversión de futuro y de continuidad de la obra tan maravillosamente emprendida. Hay un libro que publicó precisamente junto con Manuel Molinos sobre los íberos, editado en Cambridge University Press en 1988 que se considera por los expertos como la referencia europea sobre el tema. La arqueología, todo el mundo lo sabe, es la ciencia que estudia e interpreta una sociedad pasada a partir de los materiales encontrados, y gracias a ella en la provincia se ha podido reconstruir una sociedad, la íbera, su modo de vida, su organización social, política, religiosa y económica. Lo sabemos casi todo de aquellos antepasados a distancia de tantos siglos.

Como consecuencia de su trabajo y su dedicación, por los que ha sido reiteradamente premiado, surgió hace ya 26 años, en 1998, cuando se disponía de fondos que avalaban la riqueza íbera de la provincia, la necesidad de contar en Jaén con un museo específico especializado en este legado cultural. Se aliaron la parte científica y profesional con la implicación social y es así como nació la Asociación de Amigos de los Íberos, liderada por un lado por la activista y extraordinaria mujer, defensora a ultranza del patrimonio de Jaén, Pilar Palazón, que sigue viva en la memoria colectiva, y Arturo Ruiz era y sigue siendo el gran valedor de la causa junto con los compañeros con los que hacía equipo. Fue tanto el empeño que la política no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia y se creó el Museo Íbero, que ha pasado durante años por no pocas incidencias, pero todo hace indicar que ya está en línea de salida. Se lo merece el recuerdo de Pilar y sin duda toda una vida dedicada a la arqueología íbera por un departamento ejemplar.

Cuando conocí a Arturo Ruiz Rodríguez, al que hoy, con todo afecto le dedico este tributo de reconocimiento pero también de gratitud como jienense, él también era muy joven, somos de la edad poco más o menos, cada uno a nuestra manera colaboramos a hacer la transición, creo que modélica aunque haya quienes pretenden cambiar el relato histórico para ponerlo a su gusto, me acuerdo también de su compromiso político que en aquel momento estaba centrado en el anhelo de la democracia. Aquellas reuniones clandestinas en el Colegio de Doctores y Licenciados con nombres muy conocidos del Jaén de los años 70. Siempre ejerció liderazgo, era su propia personalidad la que se lo otorgaba, y así ha sido después todo el tiempo, hasta el día de hoy, la consideración del auctoritas. En efecto a él se debe en la provincia el respeto por el patrimonio arqueológico del que nos sentimos orgullosos y la convicción de que ha supuesto un impresionante valor añadido para el territorio. Ni que decir tiene que para conocer la dimensión investigadora, sumamente importante, del hoy catedrático emérito, están los libros, tanto los que él ha escrito en solitario como los que lo son en colaboración y centenares de artículos en revistas científicas en las que ha volcado todo su saber, no hay tema trascendente que no haya merecido su atención, aunque se lleva la palma todo lo que existe sobre el universo de los íberos en Jaén.

Por supuesto, siempre a disposición de quien le ha llamado, ha dictado conferencias en tribunas de la provincia, de España y del mundo, y es reiteradamente citado en las publicaciones más especializadas. Está tan entregado a la causa que jamás dice un “no” a quien le requiere y entre las instituciones a las que pertenece también figura, como es lógico, el Instituto de Estudios Jienenses. Su presencia en la llamada sociedad civil igualmente es muy valorada, sigue en la Asociación de Amigos de los Íberos, y durante un par de años hemos caminado juntos en la Plataforma Ciudadana en Defensa de la UJA en apoyo a un trato financiero para ver crecer a nuestra institución académica, y ha sido un placer contar con uno de sus pilares desde el comienzo.

En fin, que me alegro por Arturo, que se merece sobradamente este libro coral, presentado precisamente en el Museo Íbero, como no podía ser de otra manera, con la asistencia de autoridades institucionales, una amplia representación de la UJA y la asistencia de compañeros y expertos de fuera, que se le ha dedicado y que contiene nada menos que 80 artículos con 167 autores, una evidencia de que los viejos rockeros sigan dando que hablar y de qué manera. Mi admiración por el personaje y el amigo, quien, como se dijo ayer y además por parte del rector, Nicolás Ruiz, ha sido un gran maestro que ha creado escuela y un arqueólogo de campo. Va desapareciendo del escenario público una generación de humanistas, como en este caso un hombre del Renacimiento. Karl A. Meninger, el padre de la psiquiatría norteamericana, escribió una vez que “lo que es el maestro, es más importante que lo que enseña”, y en el caso de la enorme personalidad de Arturo Ruiz ha estado continuamente avalado por el sagrado valor de la humildad, esa virtud que solo es propia de los grandes, y él no tendría necesidad de presumir porque los demás sabemos muy bien quién es, y por si esto no fuera bastante alguien ha dicho que nada hay más próximo a la verdadera humildad que la inteligencia. En este caso puesta al servicio de una tierra y una gente agradecida.

Foto: El catedrático emérito de Prehistoria de la UJA, al que se ha dedicado un libro coral de reconocimiento a medio siglo de intensa tarea en favor de la arqueología, y en especial de la cultura íbera, desde la Universidad de Jaén.

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