Por MARI ÁNGELES SOLÍS DEL RÍO / “La sabiduría no se paga ni con oro ni con plata”. Esas fueron las palabras de aquel anciano barbudo, que andaba siempre por montes y valles. Precisamente, para eso, para conocerlo todo, para saberlo todo…
El dios nórdico de los poetas, maestro de la sabiduría, el viejo Odín. La abundante barba blanca delataba sus años. Y su desvelo por la sabiduría le hacía olvidar otras cosas, quizá por ello, andaba siempre con un abrigo raído de múltiples colores y un sombrero de bordes anchos.
Siempre en su compañía, sobre sus hombros, se hallaban Hugin y Munin. Dos cuervos que sobrevolaban el mundo para ver y escuchar todo lo que ocurriese. Volvían para contárselo al oído y así, Odín, era el poseedor de todo el saber.
Las fuerzas incontrolables y frenéticas que se apoderan del poeta en plena improvisación están representadas por Odín. Él, en sí, es el poder de instinto, el exceso de la rabia que da fuerzas sobrehumanas para escribir.
Su poder de la ubicuidad se lo debe a su caballo, Sleipnir, que tiene ocho patas; galopa tanto en la tierra, como en el aire, como en el océano.
Pero, lo más destacado de Odín quizá, es que estaba tuerto. Y así nos lo han representado a lo largo de los siglos. Pero qué relación podemos encontrar entre poseer la sabiduría absoluta y carecer, en parte, de un sentido tan revelador, como es la vista?. Su historia misma nos lo cuenta… Se dice, que su ansia de conocerlo todo, le hizo detenerse junto a la fuente de Mimir. Quien bebe en esa fuente adquiere la sabiduría absoluta. Por ello, se acercó a la guardiana para que le diese a beber un trago de agua, a lo que la mujer, le preguntó: “¿Qué me darás a cambio?”. Comprendiendo entonces que, en esta vida, hay personas que a todo le ponen precio y estando dispuesto a alcanzar su meta, Odín le increpó, con su famosa frase, “la sabiduría no se paga ni con oro ni con plata». Pero no le escuchó… fue pues, cuando el dios de los poetas, entregó a esa pedigüeña, un ojo, quedó tuerto. Y fue entonces cuando se convirtió en un verdadero vidente, porque no estaba sólo y siempre le acompañaban sus fieles Hugin y Munin, y porque, a partir de ese momento, empezó a ver con los ojos de la verdadera sabiduría.
No deja de ser cierto que la sabiduría ni se compra ni se vende, aunque es cierto que también podemos perder algo nuestro como Odin, pero la lección de vida de aquel anciano que fue incapaz de comprar el saber, pero sí lo fue de dar algo de sí mismo para arrojar más luz al Mundo.
El poder del instinto, ese que se apodera del guerrero salvaje en lo más fuerte del combate, ese que se apodera del poeta en su plena construcción y choque entre sentimiento y realidad, eso es el legado de Odin. La fuerza interior y la luz del saber se harán carne en nosotros mismos, con una parte nuestra que no nos incapacitará, pero nos hará consciente que hay cosas en este mundo que aunque muchas guardianas de fuentes lo prediquen, hay cosas… que no se pueden comprar.