Por ANTONIO GARRIDO / Un año más la ciudad de Jaén tiene que sentirse satisfecha de ser escenario, desde hoy hasta final de mes, de un acontecimiento internacional como es el Premio “Jaén” de Piano, que está considerado como uno de los más prestigiosos del mundo y constituye, aparte de un grandísimo certamen musical, una enorme proyección para nuestra tierra.
A lo largo de su trayectoria han desfilado por los sucesivos escenarios del Premio “Jaén” centenares de concursantes que con el tiempo han llegado a la cumbre, y desde luego está claro que los ganadores a lo largo de tantos años son pianistas de todo el mundo, que siendo en su mayoría jóvenes, tienen todos y todas una brillante carrera, de lo que son ejemplo cualquiera de las últimas ediciones del certamen con jovencísimos pianistas que han encandilado al jurado y al público por su encanto, profesionalidad y virtuosismo. En esta ocasión se ha logrado récord en el número de aspirantes, de muy diversas nacionalidades, todo un síntoma.
Por muchas razones, pero sobre todo por mantenerse y existir y por la decidida apuesta que hace cada año la Diputación Provincial, que no regatea esfuerzos para colocar al Premio “Jaén” en el sitio que le corresponde, y que este año sigue introduciendo novedades para involucrar aún más a los jienenses con el certamen, tenemos que felicitarnos por tener el privilegio de ser testigos de una Semana Musical que puede vivir en directo todo Jaén, porque ya forma parte, en sus 63 ediciones con la presente, de la historia de esta ciudad. Por tanto a las instituciones y a todos los jienenses corresponde cuidar este Premio por el que se conoce el nombre de Jaén en todo el mundo.
Digo todo lo anterior con satisfacción porque en casi 49 años de trayectoria profesional en esta ciudad, he seguido muy de cerca la evolución de este certamen, y no ya su esplendor actual, que también, sino el calvario vivido, sobre todo en la década de los 70, 80 y 90 del pasado siglo, en que tantas veces se puso en peligro la continuidad, unas veces por insensibilidad política, y otras por problemas de coordinación, en definitiva, desinterés por parte de algunos de los que tenían que arrimar el hombro. Personas como el doctor Diego Jerez, en su etapa como director del Instituto de Estudios Jienenses, de una manera heroica, luchó duro contra la apatía tan instalada en Jaén y con él otras personas que nunca desistieron del entusiasmo por esta cita anual.
Por eso me alegra profundamente que el Premio Jaén de Piano goce de buena salud y hoy por hoy, al menos, no corra ningún riesgo y esté, por el contrario, en el listón más alto de su historia, gracias sobre todo al buen hacer de la Diputación, que he de reconocer con orgullo jienense que sabe cuidar este tipo de eventos aunando profesionalidad, calidad y sensibilidad, y siempre pensando en que el nombre de esta tierra suene para bien en el mundo como lo hacen ahora las teclas de los aspirantes al certamen. Larga vida al Premio “Jaén” de Piano.