Por JANA SUÁREZ RUS / Tengo la suerte de vivir en una casa de pueblo, como en casi todas hay un patio, y como bien dice la canción, es particular y cuando llueve se moja, como los demás. Lo curioso es, que cada patio que veo, está frondoso y lleno de flores, no soy muy afortunada en eso, tengo plantas a las que cuido y hasta llego a mimar, alimento y alivio su sed, sigo los consejos de unos y otros pero la verdad es que nunca he llegado a conseguir “el patio de mis sueños”. En otras palabras, no he sido agraciada con ese don que tienen tantas personas para saber entenderlas y ser recompensada con sus maravillosos regalos. Siempre me han gustado los limoneros, el primero traído del Valle del Jerte, sigue con vida, eso sí, verde y redondeado, cada primavera me da sus bonitas flores y cada primavera pienso ¡por fin! ¡Pero no! terminan cayendo una tras otra y me quedo sin limones. El segundo, llegó a mi patio buscando el sol que no llegaba a él en el lugar que estaba. Año tras año y van siete, he visto sus flores y algún pequeño limón no más grande que la uña de mi dedo meñique. Ahora solo faltaba verlos crecer y hacerse limones adultos; año tras año nuevamente por una cosa u otra no he gozado con esa imagen tantas veces soñada. El fuerte viento o una helada han terminado con ese capricho tan deseado.
Tengo muchas más plantas. Las calas, una vez que se acostumbraron a su nuevo hogar, me regalan cada año una, este año han sido dos. El rosal amarillo, se seca cada año, pero sigue brotando una ramita nueva para darme mi rosa anual. La hiedra, las cintas, la albahaca, la hierbabuena, los dompedros, las suculentas los geranios llenan mi patio de vida y a mí de alegría.
Estos años de pandemia, mi patio se convirtió en mi tubo de escape, esas plantas me acompañaban y mitigaban en parte mis ansias de volar.
Este último, ha sido una explosión maravillosa, ya os he comentado que me han regalado dos calas, no una como acostumbraba, me ha dado ¡dos! Y ese limonero que vino buscando el sol, me sorprendió con un montón de flores, de las cuales, no seis ni ocho dieron el fruto que tanto anhelaba, han sido ¡siete! Los he visto crecer día a día, mes a mes hasta que al fin he podido presumir de limonero y limones, porque no es una gran cosecha, lo sé, pero para mí ha sido ¡la cosecha del año! No faltan los limones en mi casa, tengo vecinos y amigos que me tienen abastecida, ahora, cuando alguno me trae una bolsa, les hago pasar a ver mi limonero, orgullosa de él con sus siete limones colgando de sus ramas. Lo curioso es lo que la mayoría me pregunta: ¿Cómo puedes estar tan feliz por siete limones? A lo que yo les contesto: Hubiera sido igual de feliz con solo uno. Lo importante no es la cantidad, es haber conseguido por fin tener aquello que yo he deseado tanto.
Yo quiero paz, quiero limones… no misiles y guerra.