Básicamente el ahorro de un hogar es la diferencia entre nuestra renta disponible, bien sea salarial o de cualquier otra índole, (dividendos, intereses de depósitos, beneficios empresariales, etc..), y los gastos en consumo o inversiones que realizamos.
El ahorro está directamente influenciado por las políticas monetarias que los bancos centrales aplican para su país en función de la coyuntura económica en cada momento, sobre todo en lo relativo a los tipos de interés que se fijan. En etapas expansivas, que generalmente van acompañadas de niveles de inflación elevados, por la presión de la demanda, los tipos tienden al alza a fin de minorar la presión del consumo y la inversión, incentivando, a la vez, al ahorro; por el contrario, en épocas recesivas, como la que estamos atravesando actualmente, con el objetivo de estimular a los inversores y reactivar la actividad económica, el nivel oficial de los tipos se desliza a la baja, como podemos comprobar por su nivel actual anclados en el cero por ciento desde que el BCE los fijó en marzo de este mismo, año lo que ha provocado, junto con otras medidas de política monetaria, que el euribor se haya deslizado hacia posiciones negativas, circunstancia que está teniendo consecuencias muy positivas para los titulares de préstamos, sobre todo hipotecarios, pero que también está deparando otros efectos muy negativos para los ahorradores, al ver cómo las retribuciones de sus depósitos se ven tan mermadas que apenas pueden ya percibirse.
Sin embargo, cuando esas medidas no consiguen sus objetivos en el corto o medio plazo, la prolongación de las mismas genera otros efectos indeseados para otros agentes del tráfico crediticio. Me refiero en este caso concreto a las entidades financieras, cuyo negocio se cifra en intermediar entre ahorradores e inversionistas, con el objetivo de obtener un margen que permita una buena situación económico-financiera de sus balances. Es más, la persistencia de esos niveles tan bajos de los tipos de interés, está causando verdaderos problemas a muchas entidades que ven cómo sus cuentas de resultados se van minorando con el riesgo claro de presentar unos estados financieros nada brillantes que, incluso pueden poner en peligro su viabilidad de futuro.
En respuesta a esas dificultades señaladas que afectan a los bancos, sus estrategias comerciales se centran en rebajar hasta extremos inéditos la retribución de los pasivos de sus clientes, que ahora ven como una odisea alcanzar rentabilidades superiores al 0,15% para sus excedentes e incrementar sus ingresos vía comisiones. Esta situación provoca a los ahorradores consecuencias indeseadas, pues no sólo acaba con una fuente de ingresos que, en muchos casos, suponía un complemento de sus pensiones, sino que incrementa sus inquietudes en torno a si en un futuro no muy lejano deberían, incluso, pagar a sus entidades por mantener sus ahorros.
Aunque ya algunos bancos europeos están aplicando intereses negativos a los excedentes de liquidez de las grandes corporaciones y entidades estatales, en igual forma que el BCE está haciendo con las entidades financieras europeas, en mi opinión considero que esta medida no afectará a los clientes particulares en un futuro próximo. Guarden la calma al menos en este aspecto.