Por JANA SUÁRES RUS / Es fácil estar contentos cuando la vida nos ríe. Cuando pensar en mañana no genera desasosiego y no se conoce lo que la palabra estrés significa. Días de risas. Su cometido es la diversión, quedar con unos u otros amigos, elegir la ropa que ponerse (por supuesto ropa de marca
bastante cara, con sus complementos adecuados), ver en qué lugar reunirse y ni pensar siquiera con quién hacerlo, puesto que siempre estarán prácticamente los mismos. Es una vida divertida, le sobra con
elegir un modelo para que se agote en una semana, sea de la tienda que sea y cueste lo que cueste. Últimamente vi el ejemplo de un pantalón vaquero de alrededor de 2.000 euros. Se pueden permitir ciertos lujos o muchos lujos impensables para el resto de gente de la misma edad.
Jóvenes de 20-25 años que nunca han dado un palo al agua ni saben lo que es trabajar ni estudiar en serio. En realidad es la normalidad que les ha tocado vivir, por cuestión de “cuna”. Estudiar y formarse para un futuro no es importante porque su vida, está “resuelta”. Pagar un alquiler o un recibo de luz o agua es algo que no está en sus cabezas, se encargarán otros, digo yo…“Haberlos, haylos”.
Es fácil estar contentos cuando la vida les sonríe. Cuando tras el esfuerzo de una larga carrera o formación entran en la vida laboral.
Tienen un trabajo y una nómina a fin de mes, que la mayoría de las veces, tienen que estirar y estirar para que cubra lo más esencial de sus necesidades, pero ya no son los hijos mantenidos por los padres y es un
respiro para ellos saberse un tanto “independientes”. No tienen grandes marcas en su armario y salen y entran normalmente los fines de semana, cuando su jornada laboral lo permite. Jóvenes con aspiraciones, hijos de padres trabajadores, que en el momento que su economía lo permite, no precisan que nadie les pague el alquiler o el recibo del agua o la luz, se encargan ellos mismos, así como de comprar sus alimentos y su ropa.
Una gran suerte por otra parte poder conseguir un trabajo hoy día. Pero todos sabemos que “haberlos, haylos”.
No es fácil sonreír cuando la vida nos niega todo aquello de lo que hablábamos antes. Cuando los jóvenes, estudian hasta lo “obligatorio” y después no hay más que lo que salga en el terreno laboral, poco o nada.
Aquí en esta tercera apuesta hay dos tipos de jóvenes: los que se buscan la vida a como dé lugar y los que optan por el trapicheo y la “vida fácil”.
Los que optan por buscarse la vida, no les importa el trabajo que tengan que desempeñar, desde ir a la aceituna a cualquier otro tipo de trabajo donde hay que “sudar” el jornal, muchas veces sin estar ni siquiera dados de alta en la Seguridad Social. Colaborar en la economía familiar desde muy jóvenes.
Otros han aprendido que con mi paro y el de tu madre más la ayuda que te van a dar a ti y la que tiene tu hermano, vivimos estupendamente sin pasar frío ni madrugar y desde luego… “haberlos, haylos”.
Foto: Diario ABC.