III.-Resignación: La tolerancia mal entendida
La santa resignación cristiana. He ahí otro de los puntos negros que le han impedido a Jaén levantar la voz en cuantas ocasiones ha sido necesario para reclamar justicia. ¿Dónde un cierto estado de rebeldía y de inconformismo? No se trata de alardear, ni manifestarse cada día, ni formar una algarada a cada momento, pero la distancia entre esta conducta de renuncia y ese a veces no hablar por no molestar han terminado por definir una situación de apatía que ha paralizado y sigue obstaculizando hoy cualquier expectativa.
Esta “entrega voluntaria que uno hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otro”, según el diccionario, constituye otro pecado capital que con el paso del tiempo la buena gente de esta tierra estoy convencido de que lo ha considerado más virtud que vicio. Se ha podido entender, siguiendo el hilo conductor que ha definido a la provincia desde siempre, que en este reparto el papel que le correspondía representar era el del sacrificio, del sometimiento a otras voluntades en vez de enfrentarse a esa manera de ser y de actuar con un inconformismo impaciente con las adversidades.
Imagen de la abdicación
Me gusta la expresión del escritor Manuel Anguita cuando una vez definió a Jaén “tan rica la pobre”, porque representa esa imagen de la abdicación de su propia realidad, pues es cierto que en la provincia hay muchos problemas y situaciones a las que sobreponerse, pero no se trata para nada de una tierra pobretona y sombría, a la que a vista de pájaro se le pudiera adivinar un horizonte de postración o un puesto en la UVI territorial porque se le intuyera lesión incompatible con el futuro. No, no es eso, y ahí radica precisamente la impotencia de quienes, nadando contra corriente en este río de la tolerancia mal entendida, y porque les duele, vienen urgiendo un gesto colectivo para hacer despertar a Jaén de su prolongado sueño.
Si otras provincias, de esta misma región natural, -no digamos de otras- presentaran los activos que tiene Jaén, seguro que le hubieran buscado transformación y rentabilidad. No hay más que hacer un recuento de nuestras potencialidades, desde el mismo olivar, sostén económico acomodado a la propia manera de ser y a la mentalidad de Jaén; hasta una vastísima riqueza monumental, por lo general hasta ahora bastante ausente del escaparate en el que hay que vender las cosas, muy al contrario del obsoleto refrán de que “el buen paño se vende en el arca”. Jaén nunca se ha sabido vender.
¿Jaén? Hoy somos un paraíso interior con cierto caché, menos mal, pero la imagen que se ha proyectado tradicionalmente ha sido de una tierra indolente, con sus olivos y sus atracciones para el turismo, que ni nosotros mismos hemos reconocido. Otras provincias a la sombra de sus mismos recursos han buscado banderas de enganche, casos de Sevilla, Granada, Almería, etc. ¿Pero en Jaén, qué? Ni siquiera es posible coordinar inversiones que resulten verdaderamente productivas para el progreso y la modernización, aunque se nos llene la boca a base de reiteraciones al fin estériles.
Los políticos de las diferentes administraciones rivalizan y hasta se pelean entre ellos tratando de demostrarnos que unos gastan más dinero que otros en beneficiar al interés de los jienenses, y lo hacen casi haciéndonos creer que el dinero sale de sus propios bolsillos en lugar de una cuenta del Estado que pagamos todos. Esas cuentas que parecen en ocasiones las del Gran Capitán nos muestran una cara de la abulia, por llamarlo suavemente, que no se merece el común de los jienenses por muy resignados que seamos.
Contradicciones
¿Y en qué más se pone de evidencia esa resignación? Podríamos cargar estas líneas de ejemplos, pero como muestra uno relacionado con la actualidad de este tórrido verano jienense. Es una realidad que ahora se está dando más contundencia a la promoción turística, para concienciar hacia dentro –una de las razones de la resignación es precisamente no conocerse a sí mismo- y hacia el exterior, de una privilegiada oferta, pero en cambio sigue siendo una aventura llegar al corazón del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, y es especialmente sangrante, más aún, bochornoso, el que no se invierta en infraestructuras y equipamientos que complemente las acciones que se hacen para atraer al turismo, ya sea por la iniciativa pública, como por la privada, y se esté permitiendo que Sevillana-Endesa mantenga en un estado de tercermundismo lo que se pretende proyectar como la gran perla del turismo provincial, y el buque insignia junto con Úbeda y Baeza.
¡Marchando una de segunda modernización! Ahora que se ha ido el suministro eléctrico en Sevilla es cuando se han encendido las luces de alarma y empiezan a hablar, ignorando que en la sierra nuestra el daño ha sido irreparable y la respuesta en Jaén fue estos años el silencio consentidor, porque quien calla otorga. ¿Esto es o no resignación? Pero la lista de la transigencia sería larga.
Resignación es también no sacar más provecho a ciertos recursos. Haberse quedado en la excesiva dependencia del olivar. Resignación es confundir con reiteración y por una inercia inconcebible, los papeles de los distintos agentes sociales, donde de continuo se mezclan intereses y no se asumen responsabilidades propias, una especie de lo que se conoce en nuestro idioma local como mamoneo, permítanme la expresión, que resulta a muchos ojos verdaderamente pecaminoso.
Hay ciertos sectores en una sociedad cuyo dinamismo siempre constituye un estímulo y una fuerza. Por eso en esta provincia que también ha visto naufragar determinados proyectos industriales y otros sobreviven casi milagrosamente, debería cuidarse este tejido continuando con mecanismos que resultan útiles (Plan de la N-IV, ZAE, etc.) , y dando papel de liderazgo real a los empresarios que sean capaces de arrastrar del carro de la innovación y como emprendedores –que los hay, aunque no representen multitud- asuman conscientes el papel que les toca. No olvidemos el elocuente dato de esta misma semana: último puesto en crecimiento empresarial. La realidad es incontestable y tozuda.
Un retrato al vivo
Tengo siempre a mano, a propósito de la resignación, para que no caigamos en errores de siglos, el elocuente texto de la carta que hace noventa años escribiera el entonces prohombre de esta tierra don José del Prado y Palacio al eminente periodista y director de Don Lope de Sosa, don Alfredo Cazabán Laguna.
Le decía así el político al periodista: “Jaén, por ahora, no puede aspirar a ser entre sus hermanas andaluzas una ciudad de primer orden en los aspectos de la vida material; sería una locura soñar con algo que pudiera ser emulación de vida comercial e industrial de Sevilla, de Málaga, de Granada y de Córdoba: pero lo que yo firmemente creo y me propongo, es aspirar a ser la ciudad más culta, más progresiva de Andalucía, y si logramos serlo, Jaén, con su atrayente modestia, con sus calles empinadas, tortuosas y estrechas; Jaén asomado a las vegas del Guadalbullón y del Guadalquivir desde las pendientes rocosas de su viejo Castillo, entre murallones medio destruidos y huertos medio abandonados; Jaén el histórico, Jaén el del Santo Reino, Jaén el de las bellas leyendas, Jaén el de las Navas y Bailén, no tendrá los bríos de las aureolas de otras ciudades andaluzas, ni el encanto de sus luces deslumbradoras, ni será rosa de púrpura sevillana, ni blancura de azahar malagueño, ni frondosidad de granadino arrayán, pero podrá ser y será, albor de amanecer del alma andaluza a una nueva y más fecunda vida, perfume de violetas del sentimiento andaluz fundido en un nuevo y más progresivo espíritu”. Termina la cita. Muy bella y sentimental. Y un retrato al vivo.
Es un testimonio de cientos que hay a lo largo de la historia sobre las renuncias de Jaén. Así ha sido y es nuestra provincia de resignada y parece llegada la hora de emprender una batalla pero, ahora sí, con el propósito colectivo de ganarla y esperar que otras generaciones futuras nos traten a nosotros y a nuestro atávico talante con una cierta misericordia e indulgencia.