Resultan cada vez más patentes las dificultades de la Unión Europea para avanzar hacia un afianzamiento de sus estructuras y de su unificación total, al menos hasta su nivel más ambicioso. ¿Falta voluntad de integración de la clase política?. ¿Persisten las reticencias de todo tipo entre los países del Norte contra los del Sur, especialmente cuando se trata de abordar temas económicos?. ¿Para cuándo los pasos decisivos imprescindibles para conseguir completar la Unión Bancaria y la Unión Fiscal?. ¿Supone su propia estructura actual una rémora cuando se trata de tomar decisiones transcendentes no contempladas en los Reglamentos vinculantes, y/o requieran de una anuencia general?. Todos somos conscientes de que completar el proyecto europeo pasa por incrementar hasta los límites necesarios la cuota de la cesión incondicional de soberanía y poder de los países miembros, un asunto que, hasta ahora, ha entorpecido el proceso de consolidación debido a su complejidad y trascendencia.
La reciente polémica creada por la farmacéutica AstraZeneca, después de anunciar la reducción del número de dosis que debía suministrar en el primer trimestre de este año, según el contrato pactado con la Unión Europea, además de levantar las sospechas de que este contingente habría sido vendido al Reino Unido, ha incrementado las dudas, una vez más, sobre la virtualidad del propio grupo. En esta ocasión las críticas se centran concretamente en la gestión de compra de la Comisión presidida por la Presidenta del Ejecutivo, Ursula Von der Leyen, a la que, en algunas instancias, tachan de falta de experiencia a la hora de negociar grandes contratos de suministros estratégicos, y de exceso de confianza en el compromiso de las farmacéuticas al contratar la investigación y la producción y compra de las vacunas. Recordemos que al 28 de marzo, apenas un 11.3 de la población europea, (448 millones de habitantes), había recibido la primera dosis y solo el 5% las dos necesarias, niveles muy por debajo de los porcentajes de EEUU, Israel o Reino Unido.
Pero no es este solo un argumento más que añadir a la larga lista de evidencias de falta de coordinación y desencuentros entre los socios del grupo. La paralización provisional por parte del Tribunal Constitucional alemán de la ratificación del programa del Fondo Europeo de 750.000 millones para activar la recuperación de las economías de los países miembros, atendiendo un recurso de euroescépticos alemanes cuestionando la legalidad del mismo, ha supuesto una tremenda decepción que, cuando menos, retrasará su aplicación efectiva ya que, a raíz de las reservas alemanas puede generar mayor cuidado en el resto de países a la hora de dar su beneplácito. Este programa requiere contar con el plácet de los 27 países miembros para poder emitir deuda para dotar este fondo, si bien, hasta el momento, solo 16 países han dado su aprobación, aunque fuentes de la propia institución aseguran que para final de abril serán ya 23 y que el proyecto final será ratificado antes de final del segundo trimestre de este año (?). En este aspecto existen ya antecedentes de otros bloqueos como es el caso del fondo de rescate europeo MEDE, de 2012, o los Programas de Compra de Deuda del BCE, o las cortapisas alemanas al rescate de Grecia.
Por otro lado no han sido pocas las veces que algunos países, en algún momento, han mostrado sus reticencias a la aplicación de las políticas monetarias del BCE, en muchas ocasiones dictadas al mayor encaje de las necesidades más convenientes para Alemania, o en otros aspectos en los que este país ha hecho prevalecer su supremacía.
Desde esta tribuna he reiterado mis reservas en torno al futuro de la Unión Europea y todos estos episodios, que no son más que parte de un cúmulo importante de otros desencuentros, que abundan en incrementar mis dudas, especialmente cuando se trata de demostrar la cohesión y solidaridad entre países en asuntos económicos, cuyo consenso queda siempre ensombrecido por la desconfianza latente que subyace entre los diferentes países. Ahora, más que nunca, se hace necesario avanzar en una real coordinación y consolidación del grupo.