El tablero político español sufrió una profunda conmoción cuando en las elecciones generales de 2015 los resultados dictaminaron el fin del bipartidismo imperfecto, hasta ese momento protagonizado por PP y PSOE, que contabilizaron una pérdida importante del electorado, al pasar de 17.870.000 votos en las celebradas en 2011 a 12.780.000 cosechados en 2015, es decir, desde el 72.45% al 50.25 del electorado. Este inmenso menoscabo de apoyos fue cosechado por Podemos, que alcanzó 69 escaños, el cenit de su mejor resultado desde su fundación, y por Ciudadanos, que consiguió 40 escaños, el 12.07% de los votos.
Diversas casusas han confluido para explicar el vuelco electoral producido en los últimos años: características demográficas, incapacidad de los programas para seguir atrayendo a las nuevas generaciones, falta de adaptabilidad y renovación de los programas a sus electores, formación e ideología conservadora y religiosa, condición socioeconómica, paro e incremento de la tasa de desigualdad y pobreza, cuestión territorial…son elementos más que determinantes para permitir que otras formaciones como Podemos rentabilizara su discurso populista en el plano de la izquierda, y para que primero Ciudadanos, y más tarde VOX, lo hicieran por el ala de la derecha.
Las posteriores citas electorales han confirmado estos trasvases, si bien no con el mismo resultado. Aunque el PSOE mantuvo sus distancias con el populismo de Podemos, en la reciente etapa ha prescindido de todos los escrúpulos para abrirse a coaliciones de todo tipo para conseguir el gobierno de la nación. Más remilgos ha tenido el PP para poder ensamblar el centro derecha, a pesar del desplome de Ciudadanos, que en lugar de rentabilizarlo en beneficio propio permitió que un partido, con un programa más radical, le birlara una buena parte de su electorado y le amenace ahora con un sorpasso que puede editarse en el futuro.
Los recientes acontecimientos de la moción de censura en Murcia, protagonizada por Ciudadanos y el PSOE, neutralizada en última instancia, ha provocado un nuevo terremoto político cuya expansión se ha extendido hasta la Comunidad de Madrid y al propio gobierno, ante la sorprendente reacción de Iglesias de liderar la candidatura de su partido para los próximos comicios, después de que la presidenta Ayuso los convocara para ahuyentar la estrategia conspiradora de una moción de censura perpetrada para privarle el mando de este territorio.
En realidad, en mi opinión, no podía ser más desatinada la iniciativa de Ciudadanos pues, además de provocar la escisión de una parte de sus propios diputados, ha puesto de manifiesto su indefinición ideológica confirmando su falta de espacio en el tablero político de este país, lo que hace suponer que su futuro depende del aleatorio veredicto que los electores den en los próximos comicios comunitarios, especialmente cuando la aparición de VOX ha comprimido el espacio de la derecha española y solo faltaba un error tan mayúsculo y garrafal como el cometido por Ciudadanos, que puede ser entendido como la definitiva pérdida de su identidad política y dinamitar su futuro.
Foto: Inés Arrimadas con Edmundo Bal, en el Congreso. (ABC).