En nuestro país se le presta poca atención a la educación. Pese a que la educación forma parte de los discursos políticos como una prioridad; en realidad no lo es, al menos para la mayoría de las administraciones públicas o para ser justo, no al menos en la medida en que debería serlo.
Una prueba evidente es lo que está pasando con el proceso de vacunación en nuestro país. Por supuesto que los grupos que se están vacunando son los que han de vacunarse primero, aquellos grupos más vulnerables y expuestos al virus. Sin lugar a duda, el personal sanitario que ha hecho y sigue haciendo un trabajo hercúleo; las residencias de mayores y sus profesionales, los mayores, aunque no estén en residencias, y quienes los cuidan, los dependientes, etc.
Pero, al menos que yo sepa, ojalá esté equivocado, nadie se acuerda de los maestros y maestras y del profesorado de los institutos. Me excluyo no solo porque soy profesor universitario sino porque, aunque sea criticado por mis colegas, trabajo con mayores de edad y buena parte de la actividad académica la realizo on line.
Empecemos por los maestros y maestras, una profesión fundamental, y que desgraciadamente no cuenta con el prestigio que debería. Sí se lo daban nuestros padres que nos obligaban a ir al colegio porque sabían que ahí, en ese espacio, estaba nuestro futuro; la huida de la pobreza, de la discriminación y la búsqueda de las oportunidades que ellos no tuvieron. Pero hoy no. No he oído decir que los maestros y maestras son personal prioritario para la vacunación. Y me pregunto ¿acaso no están en primera línea? Trabajando con niños y niñas que no entienden por qué han de ir ocultos tras una mascarilla; que se las quitan; que juegan con ellas. Unos maestros y maestras comprometidas con la educación de nuestras generaciones futuras y de los que nadie se acuerda para decir que son casos prioritarios.
Con el profesorado de los institutitos de Enseñanza Secundaria pasa otro tanto. También están en primera línea y deberían recibir la atención de las autoridades sanitarias para ser vacunados lo más pronto posible, una vez que a los que nos hemos referido antes estén atendidos. Todos los días acuden a sus clases que comparten con adolescentes y corren muchos riesgos. Pero tampoco he oído que deban ser vacunados pronto.
Que no prestemos atención a estos dos colectivos no es más que el síntoma más evidente de algo que ya sabemos, que la educación no goza del reconocimiento social ni del prestigio que debería. Y como son colectivos que no reclaman, que no salen a la calle, que no gritan; que se limitan a educar a las generaciones futuras, pocos les hacen caso. Pobre sociedad la que no cuida de su futuro.
Foto: EFE