Mi amiga Sol es médico. Y granadina. Casi sin darse cuenta acabó trabajando en Jaén y consecuentemente viviendo aquí. Cuando menos lo esperaba llegó a sus manos una oportunidad laboral para ir forjando su carrera profesional al tiempo que avanza en su doctorado. Y así ha pasado los días de los últimos tres meses de este año tan extraño que hemos dejado atrás: trabajando por la mañana, completando su tesis doctoral por la tarde. Sola, quedándose en casa.
Para ella, que ha vivido en muchos lugares diferentes a lo largo de su vida, Jaén ha sido otro sitio más en su biografía personal. Un sitio de paso. Pero a priori muy poco más porque su ritmo de vida y trabajo no le daba margen de maniobra para conocer la ciudad donde transcurrían sus días.
Una tarde sacamos hueco para que mínimamente pudiera conocer Jaén más allá de lo que se ve a simple vista. Que tuviera la oportunidad de saber qué secretos esconden las calles y rincones de nuestra ciudad.
Y con la prematura nocturnidad que el BOJA había impuesto a nuestros comercios, con sus persianas cerradas a media tarde y sin apenas gente a nuestro paso, nos echamos a la calle para conocer un Jaén aparentemente solitario dentro del límite que el toque de queda nos permitió.
De mi mano conoció un Jaén que posiblemente hubiera ignorado que existía más allá de aquello que se pueda conocer consultando la Wikipedia. Ese Jaén sorprendente y al mismo tiempo desconocido para los propios jiennenses que ignoran el pasado del Jaén que habitan. Ya sea porque el tiempo se ha encargado de borrar las huellas de un pasado que sólo se podrá conocer a través de los libros o viejas fotografías en blanco y negro, o simplemente porque no hay un mínimo interés por parte del jiennense en conocer la ciudad que habita. Que indudablemente también ocurre.
Mientras paseábamos recordaba lo mucho que me gusta detenerme en Madrid cuando a cada paso encuentro un recuerdo histórico en la fachada de un edificio. Eso por desgracia aquí es casi testimonial y no tendría por qué ser así.
Nuestro callejero está lleno de nombres notables nacidos en esta tierra cuya vida es ignorada por desconocida por parte de aquellos que son vecinos de esas calles. ¿Sabrán de la impresionante vida de “Tono” aquellos que residen en la calle Antonio de Lara Gavilán? Pues eso…
Y nuestra ciudad guarda en secreto momentos y sucesos notables que igualmente han caído en el olvido de la memoria colectiva precisamente porque nada perpetúa su recuerdo. ¿Cuántos jiennenses saben que el primer rabo de la historia de la tauromaquia se concedió en Jaén?
Me gustaría que se hiciera un mínimo esfuerzo por rescatar y explicar todos esos apuntes históricos que dan sentido a nuestra ciudad. Y en esa línea sinceramente no se entiende que aquellos azulejos que ideó Círculo Ánimas para difundir a nuestros literatos permanezcan de forma impersonal en la fachada del Colegio Santo Tomás en lugar de hacerlo en las calles que llevan el nombre de todos aquellos autores o incluso en las casas natales de algunos de ellos, dando forma de igual manera a esa bonita y sencilla iniciativa de contar con nuestro propio “Barrio de las Letras” que se impulsa desde “Jaén Merece Más”. Una oportunidad que de momento estamos perdiendo para el turismo sí, pero también para conocernos un poquito más. Y querernos a nosotros mismos, que también nos hace falta.