Es habitual que nos lamentemos del cierre de comercios en el centro de nuestras ciudades, de la tristeza de pasear por las calles con carteles de se alquila o se vende, de los puestos vacíos en los mercados de abastos, del desempleo o de la despoblación. En ocasiones, echamos la culpa a las administraciones, al sistema, pero ¿nos hemos parado a pensar qué podemos hacer nosotros y nosotras para evitar que esto ocurra? Para el comercio tradicional, el coronavirus ha venido a agravar una situación que ya existía antes de la pandemia. El corazón de las ciudades parecía haber empezado a dejar de latir, pequeños negocios que cerraban, familias de comerciantes que, tras haber mantenido el negocio varias generaciones, se veían abocadas a bajar la persiana y trabajadores y trabajadoras que pasaban a engrosar las listas del paro. En definitiva, jiennenses que han visto truncados sus proyectos vitales y que, en ocasiones, han tenido la necesidad de construirlos fuera de nuestra provincia.
Creo sinceramente que debemos de dejar de poner el foco sólo en los demás y pensar en qué puedo hacer yo para cambiar esta realidad que no me gusta. Cada vez que salimos de nuestra provincia para comprar o cada vez que lo hacemos por Internet (a compañías como Amazon o AliExpress) estamos poniendo nuestro granito de arena para que esta situación vaya a más.
Es verdad que no se le pueden poner puertas al campo, que la digitalización ha venido para quedarse, que nuestro ritmo de vida hace a veces difícil compatibilizar nuestros horarios con los comerciales, que no siempre podemos encontrar todos los productos en nuestra ciudad, pero es que a veces, demasiadas veces, ni siquiera nos preocupamos de saber si aquí los podríamos comprar y no damos importancia a cómo consumimos (dónde lo hacemos, cómo se ha producido lo que estamos comprando, quién lo produce, dónde se produce, que huella de carbono genera mi compra, etc.).
Sin duda, el pequeño comercio debe sumarse a esta digitalización que es imparable. Es más, es una realidad que, por necesidad, este proceso se ha acelerado en los últimos meses, fruto de la pandemia de COVID-19, y ya muchos negocios de hostelería, tiendas y mercados de abastos están presentes en Internet y te llevan tus pedidos a casa.
Las administraciones deben de poner de su parte (legislando, reduciendo trabas administrativas, bajando impuestos, facilitando aparcamientos, embelleciendo las calles comerciales, etc.), el pequeño comercio, por su parte, debe ponérnoslo fácil para que podamos comprar en él (con los pedidos a domicilio, dando a conocer los productos que oferta por Internet, con horarios compatibles con la jornada laboral, etc.). Pero los consumidores y las consumidoras debemos pararnos a pensar seriamente en la ciudad y en la provincia que queremos tener y en qué podemos hacer para lograrla. El consumo responsable y sostenible nos puede ayudar.
Foto: El reparto a domicilio de bares, restaurantes, comercios, etc., parece que ha venido para quedarse.