El incremento progresivo de los grupos existentes en riesgo de exclusión social, supone el núcleo central entre las prioridades de gobiernos, instituciones mundiales, foros de opinión y análisis, y economistas de toda índole e ideología e, incluso, representa un reto permanente para la sociedad en general ante las negativas consecuencias que genera y el pernicioso efecto que proyecta para la actividad económica global. Algunos gobiernos y ciudades concretas tratan de paliar esta indeseada situación, incluyendo en sus políticas sociales prestaciones, subvenciones y ayudas temporales que, en ningún caso, suponen una solución definitiva a una cuestión que está superando las posibilidades de la sociedad.
Tratando de aportar otras vías más concluyentes, algunos gobiernos y ciudades han optado por implementar, como un experimento más contundente, una RENTA BÁSICA UNIVERSAL que contribuya a reducir las desigualdades y a restituir la dignidad humana en las personas afectadas. Tal es el caso de Finlandia, que a lo largo de 2017 y 2018 aplicó un ensayo social que trataba de comprobar los efectos concretos que tendría para 2.000 afectados por diferentes situaciones personales, laborales o sociales el reconocimiento, durante este período, de una renta básica concreta cifrada en 560 euros mensuales y, si esta ayuda, incentivaría la búsqueda de empleo a la vez que sirviera para medir sus efectos en su realización personal.
Los resultados de este ensayo eran esperados con toda atención por otros países e instituciones, por la posibilidad de que este proyecto pudiera ser tomado como referencia capaz de ser aplicada de forma más amplia. Las conclusiones genéricas no parecen satisfacer plenamente a los impulsores de esta iniciativa, ya que si bien admiten que esta ayuda contribuyó a mejorar su nivel de bienestar, no consiguió incentivar su inquietud por la búsqueda de un empleo en relación con otros grupos que no eran favorecidos por este tipo de ayuda.
Aunque el objetivo principal del ensayo pudiera estar más centrado en si la percepción de una renta básica supondría una incentivación para que los favorecidos por la misma para buscar empleo, no podemos olvidar que la idea de una renta básica debería de incluir otros aspectos, que afectan a las personas que se encuentran en alguna de esas situaciones indeseadas por lo que las conclusiones señaladas no parecen tener un atractivo suficiente para ser asumidas en otros países.
En cualquier caso, el debate está plenamente abierto y ocupa, como hemos señalado, un tremendo espacio entre detractores e impulsores de esta medida, ya que de un lado se argumentan efectos negativos tales como la propia desincentivación de la búsqueda de empleo, el incremento de la ociosidad o los negativos efectos sobre la actividad económica, y, por el contrario, se esgrimen otras razones positivas que contribuirían a reducir la desmoralización personal, la mejora emocional o la regeneración de la adaptabilidad social. El marco queda totalmente abierto a nuevas tentativas de encontrar otras vías que posibiliten una solución definitiva para esta cuestión.
(Fotografía recogida del diario Expansión)