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La semana pasada se ha desarrollado una nueva edición del Foro Económico de Davos donde acuden los líderes políticos, empresariales y de la sociedad civil a los que se les reconoce poder suficiente en sus respectivos ámbitos para incidir en el futuro del  desarrollo socio-político-económico del mundo. 

Sin embargo, en mi opinión, las expectativas esperadas quedan, una vez más, frustradas por la realidad constatable cuando comprobamos que la evolución global mundial en los aspectos señalados anteriormente no sólo no consigue escalar a las metas pretendidas, sino que confirmamos un retroceso de la situación general en  cuestiones primordiales tales como el nivel de desigualdad mundial, proteccionismo  absoluto, sensacionalismos y populismos y, en definitiva, en la dura crisis que atraviesa el mundo en materia de cooperación.

Alguien ha definido esta edición de Davos como un nuevo intento de unir a un mundo ausente donde la economía se está desacelerando y el bienestar puede estar en peligro. El hecho más relevante que hemos constatado a lo largo del pasado año y que constituye la mejor prueba de esa crisis que atraviesa el mundo en materia de cooperación está determinada, en mi criterio, por la carrera de las naciones más poderosas por conservar su primacía para beneficiar de forma prioritaria a sus ciudadanos, anteponiendo este objetivo a cualquier otra consideración global. La guerra comercial propiciada por la obsesiva premisa del actual gobierno americano “AMERICA FIRST” es el mejor indicio de los cauces por donde está discurriendo la dinámica comercial en el mundo, cuya trascendencia y consecuencias estamos confirmando.

La globalización requiere de forma urgente hacer más cercanos los espacios suprimiendo las fronteras y no acotarlos para preservar exclusivamente el nivel de vida de los ciudadanos de las naciones, que siguen ostentando los mejores estándares de vida. El reto de las migraciones, soslayado conscientemente, y el incremento de la desigualdad, son las pruebas más palpables de que el mundo camina en la dirección errónea.

Por otra parte, la dinámica misma de la actividad de cualquier tipo genera constantes problemas puntuales que gravitan sobre los objetivos económicos y sobre el bienestar de los ciudadanos. Aspectos concretos tales como la guerra comercial, el proteccionismo y el populismo, señalados más arriba, junto a otros de similar calibre de trascendencia como el Brexit , el precio errático del petróleo o la carrera insuficiente y alocada contra el cambio climático, enmarcadas en un contexto de desaceleración de la economía mundial, pueden contribuir a desestabilizar la economía global incluso en los países en los que parezca muy sólida su situación actual.

En conclusión, Davos sigue sin afrontar el debate sobre el cambio de modelo económico y, por tanto, sin aportar soluciones reales a los retos que genera un mundo con niveles de desigualdad cada vez más constatables. Por tanto, la única opción posible es el multilateralismo y el abandono del proteccionismo y de los nacionalismos excluyentes.

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