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Determinar la línea de pobreza depende para no pocos expertos, economistas y organismos, del nivel de ingresos mínimo necesario para conseguir un adecuado estándar de vida.  La tendencia en el planteamiento económico actual es proponer la pobreza como un problema  económico,  ligándolo a un bajo nivel de empleo generado por la incapacidad de una economía para producir empleos y salarios adecuados que satisfagan los necesidades consideradas básicas para la subsistencia, obviamente, sin entrar a  considerar si ese nivel de ingresos es suficiente para colmar las satisfacciones socioculturales, autoestima, derechos humanos, condiciones de trabajo, etc… De esta forma, resulta obvio,  que la suma de ingresos de cada hogar, ponderando sólo este aspecto,  marca su nivel de pobreza o de riqueza.

Por otra parte, recientemente, se ha publicado por el Instituto Nacional de Estadística la encuesta  anual de estructura salarial en la que se determina que el  salario medio anual relativo al pasado año ascendió a 23.156 euros brutos, un 0,2% más que el registrado en 2016. No olvidemos que, por ser un registro medio, la horquilla se sitúa entre los 13.734 euros que corresponden  al nivel  más bajo, y los 52.033 del más elevado.  Para mayor abundancia  debemos tener en cuenta que el gasto medio por hogar, según esta encuesta,  se situó en 29.188 euros, un 3.5% más que el año anterior, correspondiendo 11.726 euros a cada español, lo que significa el nivel más alto en una década.  Como hemos dejado señalado en el párrafo anterior,  estos guarismos  determinan el gasto que cada hogar puede destinar para tratar de conseguir  el mejor nivel de vida dentro del marco de sus posibilidades.

Sin embargo esta positiva evolución del gasto de los hogares, no parece tener un efecto paralelo en el reparto de la riqueza global  generada  ya que, según un informe del Banco de España,  el 10% más alto de la escala  de riqueza  ha mejorado  su  posición al pasar de  controlar el 44% de la riqueza global del país en 2008 al 53% que registra en este último estudio.  No obstante, para mayor rigor en  la comparativa y análisis  de estos datos,  es necesario  tener en cuenta que mientras que  la riqueza  inmobiliaria, que atañe a más del 80% de los hogares, se ha depreciado en la última década de forma notable, el valor de los activos financieros,  que concierne a los hogares de rentas más elevadas, se ha revalorizado claramente en ese período.  Por otro lado,  para tener una visión global más completa  debemos hacer notar,  ateniéndonos  a los datos facilitados por la Agencia Tributaria, que el resultado contable de las empresas  escaló  el  9.2% con respecto a 2016, mientras  que la masa salarial declarada se elevó un 4.5%  más, atribuible a la mayor creación de empleo que al repunte de la remuneración por empleado que sólo mejoró el 0,1%.

En conclusión, parece claro que una de las vías más inmediatas de ir estrechando las brechas en mejorar el índice de pobreza y el reparto de la riqueza producida, debería conseguirse por la creación de empleo y el incremento  de los salarios, lo que no sólo afectaría al objetivo señalado, sino que vendría a potenciar el gasto de los hogares y, por ende, el consumo y la creación de nuevos puestos de trabajo.

 

 

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