No hay manada sin rebaño, cada uno de los miembros que forman una manada no aparece por generación espontánea, todos proceden de un grupo más amplio con el que comparten determinadas características y elementos, aunque luego el comportamiento individual sea diferente. Y la conocida “manada” por la violación denunciada en los sanfermines de 2016, es parte del rebaño silencioso de una sociedad que pasta en el machismo y que comete miles de agresiones y abusos sexuales cada año.
Sin ese “rebaño social” de hombres que comparten el machismo con la manada, que se ríen de sus comentarios en las reuniones o en la soledad interconectada de las redes sociales; sin esa cultura que cosifica a las mujeres y las presenta como un objeto a disposición de los hombres, sin una sociedad que culpabiliza a quienes sufren la violencia y presenta a los agresores como “víctimas” de la situación, sin esas instituciones que ponen a prueba a las mujeres a la hora de exigirle pruebas sobre elementos que no tienen por qué formar parte de los hechos denunciados… sería imposible que en un momento determinado se produjeran violaciones y agresiones como las denunciadas en Pamplona, como no sería posible que el 80% de esta violencia sexual no se denunciara, a pesar del daño que origina.
El resultado de esta situación y de la respuesta social e institucional frente a ella también dice mucho sobre la cultura machista que arroja la piedra de la violencia de género y luego oculta la mano. Estudios internacionales indican que se denuncia nada más que un 15-20% de las agresiones sexuales (Wallby y Allen, 2004), y de ellas termina en condena sólo el 1% (British Crime Report, 2008). El resultado es claro: el 99% de las violaciones resultan impunes, o lo que es lo mismo, el 99% de los violadores no sufre consecuencia alguna por agredir sexualmente a las mujeres.
No es de extrañar, por tanto, tal y como recoge el último informe de la OMS (2013) sobre violencia de género, que el 5.2% de las mujeres europeas sufra una agresión sexual a lo largo de su vida por un hombre diferente a su pareja, agresiones a las que hay que añadir un 3-4% de mujeres que las sufren dentro de las relaciones de pareja.
Se trata de un rebaño que lleva a que el 39% de los hombres consuman prostitución para sentirse más hombres, y a que luego muchos de ellos terminen violando en grupo a las mujeres que la ejercen. Los trabajos clásicos de Farley y Barkan (1998), concluyeron que el 68% de las mujeres que ejercen la prostitución había sufrido una violación, y que el 27% de esas agresiones se había cometido en grupo con la participación media de 4 hombres.
Como se puede ver, los hechos denunciados de “La manada” no son tan extraños, sólo dependen de las oportunidades que se presenten en las circunstancias más diversas, puesto que las decisiones individuales se construyen dentro del rebaño, aunque luego sean diferentes manadas o personas las que lleven a cabo la violencia sexual.
Si el rebaño no contara con esos pastos del machismo para pacer tranquilamente, no sería posible que se cometieran estas agresiones año tras año, como tampoco sería posible que los agresores presuman por llevarlas a cabo y que la gran mayoría de las víctimas no las denuncien. Y todo ello dentro de una “normalidad” que aún se sorprende cuando una de estas agresiones aparece en los medios de comunicación, pero que no hace lo suficiente para que no lleguen a suceder.
El problema no es la manada que anda suelta, sino el rebaño que vive tranquilamente dentro del redil de una cultura desigual, injusta y violenta. Siempre habrá manadas que serán descubiertas cuando salgan fuera del cercado de las apariencias, pero en lugar de cuestionar porqué se repiten los casos con más o menos miembros fuera del redil, cada uno de los casos se utilizará para, en una especie de mutación social, convertir a los borregos en chivos y, de ese modo, expiar al resto. No es casualidad, es parte de la estrategia del machismo y de los pastores que lo dirigen en esa trashumancia histórica que los cambia de prados y paisajes para seguir igual.
(Artículo recogido del Blog «Autopsia», del que es autor Miguel Lorente Acosta)