Un informe de la consultora Indra reflexiona sobre el papel que deben jugar los bancos en la actualidad. Aboga por que cierren sucursales, realicen ajustes de plantillas y finalicen acuerdos comerciales para centrarse en una innovadora estrategia digital.
Por otro lado, ante las enormes dificultades que están teniendo actualmente las entidades para defender sus cuentas de resultados, debido al estrechamiento de los márgenes por intereses que les ha deparado la prolongada coyuntura de los inéditos niveles de los tipos de interés, las autoridades económicas bancarias europeas insisten, como uno de los principales remedios, en reajustar el dimensionamiento ideal de los sistemas financieros de sus países miembros aconsejando la pervivencia de un limitado número de grandes grupos bancarios al objeto de reforzar el saneamiento, consolidar los niveles de capitalización de sus balances, facilitar la supervisión necesaria y evitar posibles bankrupt.
Las circunstancias que en los últimos años han afectado a nuestro sistema financiero han exigido una profunda transformación del mismo de tal forma que desde 2008 se han cerrado 17.000 sucursales y se han destruido 81.575 empleos; aun así a final del 2016 todavía existían 24.546 oficinas operativas asistidas por 189.820 empleados. Pero cuando todo parecía indicar que la crisis bancaria se podía considerar finalizada, los últimos acontecimientos en el sector financiero han reabierto una nueva etapa que, de momento, está deparando nuevas exigencias en forma de sucesivas fusiones o absorciones que, en definitiva, contribuirán a disminuir aún más la oferta bancaria. Casos tan recientes como los del Banco Popular, la anunciada absorción de Banco Mare Nostrum por Bankia, que conllevarán importantes minoraciones de sus redes y empleados, las pretendidas intenciones de Ibercaja de cerrar 160 oficinas que supondrían el despido de 686 empleados, además de los continuados ajustes anunciados por BBVA del cierre de otras 261 sucursales, con especial incidencia en su plantilla, y la culminación del proceso de salida a bolsa de Unicaja, abundan en la estrategia restrictiva del dimensionamiento bancario.
No supondrá, por tanto, problema mayor para el sistema financiero español seguir las pautas que, incuestionablemente, están marcando las autoridades económicas y bancarias comunitarias aunque para conseguir el dimensionamiento ideal propuesto por Bruselas deberemos asistir, todavía, a algún nuevo episodio que afectará a la banca mediana y a los últimos residuos de las reconvertidas cajas de ahorros. Más complicado parecen tenerlo otros países miembros que, como el caso de Italia, empiezan ahora el proceso o en el de Alemania, cuya tarea aún no ha comenzado.
En cualquier caso, si efectivamente el proceso de reducción de la oferta bancaria es irreversible, paralelamente deberá potenciarse el control sobre las entidades, ya que el mayor efecto negativo que genera esta estrategia, aparte de impedir que un importante núcleo de población no pueda contar con los servicios locales de una entidad, tiende a limitar las ventajas que suponen una más amplia competencia, aspecto que sufrirá, sin duda, una merma importante en detrimento no sólo de los clientes, sino también en el de la propia economía.