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Por ANTONIO GARRIDO / No tengo la menor duda de que la Diputación es el ayuntamiento de ayuntamientos y que desde hace muchos años, prácticamente con todos sus presidentes, ha actuado incluso por encima de sus posibilidades para facilitar la vida de los pueblos y sus alcaldes, lo único que obviamente no puede es hacer milagros, porque sus presupuestos tienen un límite. Sus competencias son las que son y se circunscriben en gran medida a los ayuntamientos pequeños, pero en una provincia con las características de la nuestra ha sido providencial que desde el primer momento este organismo supramunicipal se haya saltado las barreras impuestas por las normas y se convirtiera en un agente proactivo en favor del desarrollo de la provincia. Donde no han estado ni las administraciones central y autonómica, da igual el signo, porque ambas fueron siempre cicateras con nuestra tierra, ahí estaba siempre la Diputación, aprovechando su buena gestión del dinero público, de la que deberían haber aprendido otras administraciones, para ser útiles al desarrollo de la provincia.

Creo que no es necesario hacer un repaso de los asuntos en los que se ha concernido, porque todo el mundo medianamente informado lo debe conocer, pero quede constancia de que sin la Diputación la orfandad de la provincia sería mayor. Hoy, gracias a su contribución no solo se ha puesto a Jaén en el escaparate del mundo como referente turístico, es que se ha dignificado la imagen de nuestra principal enseña, el aceite de oliva, o se han puesto en el escaparate todas y cada una de las principales fortalezas, un capítulo que suma y sigue. Y como ejemplos significativos, gracias a su concurso tenemos el Olivo Arena, que un gobierno de la Junta jamás hubiera construido en solitario, que no se olvide, y últimamente selló su compromiso para que Jaén cuente con el Centro Tecnológico de Experimentación y Desarrollo, Cetedex. La Diputación actúa de una manera que se ha ganado algo importante en política como es la credibilidad. Siempre defendí que la Diputación junto con la Universidad y la Caja Rural eran los instrumentos imprescindibles en esta hora de Jaén. Las necesitamos fuertes para responder a lo que la provincia espera de ellas. Naturalmente es una administración sujeta a la crítica, faltaría más, pero a veces ocurre que se hace por seguidismo y sin obtener la información adecuada. Quienes la conocen sí disponen de argumentos para valorarla.

En febrero del año pasado, y parece que tras una prudente espera, pudieron reunirse el entonces alcalde, Agustín González y el presidente de la Diputación, Francisco Reyes. Ya dije en su momento que el diálogo es fundamental en todos los órdenes de la vida, también en la política, y que es hablando como se entiende la gente, aunque a veces se quiera guardar la compostura pero en la práctica sea un diálogo de sordos, eso ya depende de los interlocutores. Tras los acuerdos, en las últimas horas, del presidente de la Diputación con el nuevo Ayuntamiento de Jaén, encabezado por el socialista Julio Millán, a toda prisa, a un mes de la moción de censura, es evidente que existe más química y por tanto hay posibilidad de establecer sinergias, está de más el comentario del exalcalde y portavoz del PP señalando que el Consistorio es ahora “una sucursal de la Diputación” porque le transfiere el servicio recaudatorio. Todos los ayuntamientos son en realidad sucursales de Diputación, por eso se le llama «ayuntamiento de ayuntamientos». Si es para recaudar más y mejor, bienvenido sea, de hecho la inmensa mayoría de los ayuntamientos le tienen encomendada la tarea y al parecer les va muy bien, en tanto que el anterior equipo de la ciudad jienense prefirió negociar determinados tributos con los servicios del Ministerio de Hacienda, a mi criterio un error, aunque solo sea porque es más fácil hablar con alguien que tienes al lado, pero hasta ahí podíamos llegar. Desde este punto de vista la era Fernández de Moya, con su cabezonería de no hablar con los socialistas y secundado por Erik Domínguez, en parte por su obsesión con Reyes y el liderazgo de la Diputación, han sido un obstáculo insalvable. ¿Quiere decir Agustín González que mientras él gobernaba la ciudad de Jaén, el Ayuntamiento era una sucursal de la Junta, puesto que cada vez que abría la boca no salía más que el nombre de Juanma Moreno? Lo que he defendido siempre, ahora también, es que Diputación y Ayuntamiento de la ciudad de Jaén, están condenados a entenderse y que si suman habrá beneficios para la ciudad, si restan estarán causando un gran perjuicio. Pues parece que eso han hablado parece que con franqueza Francisco Reyes con los dos socios de gobierno en el Palacio de la Plaza de Santa María, PSOE y Jaén Merece Más, concretamente el alcalde, Julio Millán y la primera teniente de alcalde (JM+), María Espejo. Además en las imágenes que se han difundido tienen semblante favorable. Si les preguntas, sus respuestas no admiten por ahora el menor género de duda, ilusión y buenas noticias. Dios lo haga. Lo que sea bueno para Jaén tiene que ser bueno para los jienenses, con permiso de las banderías, unos se alegraban antes y no lo hacen ahora, y viceversa.

Ya sé que para los responsables públicos es inevitable hacer política, peor aún, política de siglas, me refiero a los dos, claro, pero los intereses generales demandan acuerdos, para la recaudación de los tributos, para los planes provinciales, para el Festival de Otoño, para el Premio Jaén de Piano, para infraestructuras importantes como el Cetedex…lo demás es ir en contra Jaén, pero inútil pedir peras al olmo. Y eso que yo estoy convencido de que Agustín González, muy buena gente, no llegó al cargo con la intención de entrar en filias y fobias, y menos en buscarse enemigos, pero decididamente ha sido atrapado por la política de trinchera, él que llegó con un perfil técnico y de gestor ha sido devorado por la servidumbre ideológica. Ojo que no eximo de su responsabilidad a la Diputación, pero dos no discuten si uno no quiere y es la política partidista la que les impidió el camino del acuerdo. He conocido momentos en la reciente historia de esta ciudad, no hay que irse lejos, en los que el diálogo resultaba difícil porque uno de los interlocutores llegaba con las situaciones al límite y de esta manera no había solución a los problemas y se alejaba la posibilidad de entendimiento, aunque se apelara a la lealtad institucional. Esa lealtad hay que administrarla con hechos, no con simple palabrería. El PP tendría que saber hacer autocrítica y si necesita le recuerdo episodios del pasado en esta ciudad en la que vivimos, todavía recientes que han marcado la hoja de ruta, nada que nos extrañe tal y como está el patio de revolucionado en España, pero a ambos lados del paisaje político, el escaso crédito tanto de Sánchez como de Feijóo es evidente, y esa enfermedad es muy contagiosa.

Las administraciones y los políticos que las rigen deben tener claro que los intereses generales deben estar siempre por encima de los partidos a los que representan. El Ayuntamiento no está en condiciones de afrontar muchas actuaciones en solitario, porque carece de medios, y aunque los tuviera, está en su derecho de pedir el auxilio para que otros organismos públicos arrimen el hombro a la ciudad. Hacerle la guerra a la Diputación, da igual quién esté de presidente y por supuesto el partido al que pertenezca, es una auténtica barbaridad desde el punto de vista pragmático. Se pueden discutir diferencias de criterio respecto a cuestiones puntuales, faltaría más, pero la Diputación, que encima por sus buenas prácticas tiene una economía saneada, no tiene más remedio que ser aliada en vez de enemiga como en muchas ocasiones ha ocurrido incomprensiblemente, porque no se le castigaba a ella, sino a los ciudadanos de Jaén.

A la Diputación también le interesa la ciudad, hasta si se quiere por razones políticas en positivo, es decir, hacer méritos, de hecho en los años en que hubo un gobierno socialista en el Ayuntamiento junto a Ciudadanos, el organismo provincial estuvo solícito. Era de libro que un alcalde, aunque sea de distinto partido, tiene el deber y la obligación de pedir que el trato no difiera del que ha venido siendo en los últimos ejercicios. Me alegro como jienense, porque conozco bien a lo largo de los años de qué manera las guerras de la política y de los políticos han causado un terrible e irreparable daño a los intereses de esta tierra, la ciudad de Jaén en primer lugar, en ese camino hacia la capitalidad pujante en la que los políticos parece que fundamentan sus puntos de encuentro, que de nuevo se hayan abierto las vías de la negociación. Observo a los interlocutores en buena sintonía, al presidente de la Diputación, al propio alcalde, Julio Millán, y a la concejal de Presidencia, etcétera, María Espejo, encantada con los 34 días del actual equipo de gobierno y debe ser por algo, aunque en política, como muy bien sabemos todos, lo que hoy es una certeza en cualquier momento puede convertirse en fracaso, ojalá no ocurra porque estamos hablando de algo tan serio como una ciudad en camino de avanzar con los proyectos que ya había y los nuevos que se están poniendo sobre la mesa.  

Es entendible desde un punto de vista político, ¡ay la política!, que en su momento todos pretendan rentabilizar lo que hayan hecho, y que quieran incluso repartirse medallas, incluso podemos ser los jienenses quienes las pidamos, pero siempre y cuando sean capaces de abandonar esas posiciones que han dado tan mal resultado y darle protagonismo a una ciudad que claramente y casi a voz en grito lo demanda. Y me agrada que con la Diputación se recupere el diálogo y la interlocución en nombre de Jaén y los jienenses, y porque Reyes, se quiera o no, es en este momento, mientras llega la hora del adiós a su cargo, la autoridad competente, la que puede echarnos unos mano en base a situaciones y proyectos. En fin, primero, Jaén. Después, todo lo demás.       

Foto: Francisco Reyes, presidente de la Diputación Provincial, flanqueado por el alcalde socialista de Jaén, Julio Millán, y la primera teniente de alcalde de Jaén Merece Más, concejal de Presidencia, María Espejo. (Europa Press).

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