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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Apenas me acuerdo de ella, de mi ciudad. Salí hace mucho tiempo y los recuerdos se borran, desaparecen, sobre todo si son malos. Y yo lo que quiero es no recordar, olvidar mi historia. Sin embargo, para que esto se lleve a cabo, es necesario contar todas mis desventuras. Ahora, que tengo más de cincuenta años, es cuando estoy empezando a vivir. Es, ahora, cuando estoy conociendo lo que es la felicidad, a pesar de tener un cáncer cuyo tratamiento está dando resultado, gracias a las enfermeras y oncólogos del hospital universitario Ciudad de Jaén.
La ciudad en la que nací es Sao Paulo. La gran metrópolis económica y cultural de Sudamérica. Es un lugar agradable, aunque con muchas desigualdades sociales, como lo es en todo Brasil.
Las oportunidades, como siempre, no se paran en las casas de los pobres.
Mi nacimiento fue dentro de una familia humilde. Vivíamos en un barrio bonito, cerca de la playa. El poder estar cerca del Atlántico daba cierta alegría a nuestras vidas. Cuando caminas por la arena, el alma alcanza cierto reposo que te permite afrontar todas las dificultades que la vida te impone.
El mundo, otra vez, parece que se va por el sumidero de las humillaciones.
Corrientes políticas están generando un modo de pensar que parecía que había sido desterrado de la tierra. Están clasificando a las personas según el color de su piel y según el lugar de procedencia. El racismo ha vuelto con más fuerza, acompañado de un clasismo que está convirtiendo al mundo en un lugar cada vez más hostil.
Los que venimos de fuera huyendo del hambre, de las guerras, del maltrato, de la precariedad económica no estamos siendo bien recibidos por un grupo que, cada vez, es más numeroso debido a la propagación de bulos que corrientes políticas y medios afines se dedican a propagar. Las mentiras, de tanto airearlas, se convierten en verdades, pero lo más triste es que hay gente que se las cree, y no son capaces de buscar información para contrastarlas.
No sabéis lo que duelen las miradas. Mis compatriotas y yo tenemos miedo. En la Italia de la melona Meloni, las leyes de migración se están endureciendo. Han creado campos de deportación en la vecina Albania. Quien sepa de historia, sabe que esto puede ser el inicio de algo peor.
Afortunadamente, un juez ha paralizado esa medida, y, en principio, estos migrantes que han sido deportados van a volver a suelo italiano. Aunque la señora Meloni dice que no va a acatar la sentencia.
Esto es muy grave, pues es un ataque en toda regla al estado de derecho. El poder ejecutivo tiene que estar controlado por el poder judicial. La principal consecuencia de todo esto es que la democracia pueda encontrarse en un estado de debilidad. La razón de existir de la UE se está tambaleando. Esta falta de cordura se ha extendido a países miembros de la unión como Países Bajos, Hungría…

Soy la quinta de seis hermanos, y solamente contamos con la ayuda, protección, y sobre todo amor de mi madre. Mi padre fue un maltratador. Los abusos a mi madre, y sus devaneos con otras mujeres, hicieron de nuestra de convivencia un auténtico infierno. Probé todo tipo de trabajos, con el objeto de poder salir de este círculo vicioso que es la pobreza. Fui empleada de hogar, niñera, pescadera, dependienta en una zapatería. Con toda la humildad del mundo, debo de decir que mi físico me acompañaba, he sido una mujer muy guapa.
Sin embargo, la obsesión de poder frecuentar sitios de ricos, en definitiva, dejar de ser pobre fue mi perdición. Parece una ironía lo que estoy diciendo. Parece que el estado de los pobres tiene que ser perpetuo. Una orden divina nos ata para siempre al sufrimiento terrenal. Y los sacerdotes, soy creyente, nos reconfortan diciéndonos que, en la vida celestial, seremos altamente recompensados, como si Dios nos hubiera creado pobres a propósito, cuando la culpa de esta pobreza es exclusiva del hombre y de su ansia de riqueza. El capitalismo llevado a su estado más feroz cada vez está creando más pobres, y los que, todavía, no lo son se están convirtiendo en esclavos de un feroz consumismo. Olvidándose de los placeres más sencillos y hermosos, como puede ser la lectura de un libro, la escucha de música… Se ufanan en conseguir los mejores móviles, los mejores coches…

Me quedé embarazada. Fui madre soltera. El padre de mi hijo se desentendió al momento de nacer. Lo crié con la ayuda de mi madre y de mis hermanas. Yo era otra cría. A mi hijo lo mató la policía. Iba detrás de unos maleantes y se confundieron. Ni siquiera preguntaron. Tenía 17 años.
Cuando abandoné Brasil mi hijo tenía tres años.  Una mujer, mayor que yo, me propuso trabajar en España. Preparó toda la documentación para poder entrar de forma legal a España. Pensaba que iba a trabajar como empleada de hogar. Y no fue así. Esta señora, por llamarla de algún modo, formaba parte de una organización que se dedicaba a la trata de mujeres.
Lo primero que hizo al llegar a España, fue quitarme mi pasaporte y obligarme a trabajar en un ´´Club´´
La prostitución es una de las humillaciones más graves que se le puede hacer a una mujer. Nos tratan como objetos, cuyo único cometido es proporcionar placer a los hombres. Vivimos aisladas y secuestradas. Nos pegan si nos negamos a subir a las habitaciones, y con la droga, nos convierten en esclavas, por lo que nuestra vida se desarrolla en una especie de cárcel de la que no podemos escapar. Sumándose a todo lo anterior el pago de una deuda que, según ellos, has contraído con la organización.
Quiero agradecer a la dueña del club que se apiadó de mí, y pude enviar dinero a Brasil con el que mi madre se compró una casa. Y finalmente, gracias a los dueños del prostíbulo, pude recuperar mi pasaporte y volvía a Brasil a ver a mi familia. Mi hijo en ese momento contaba con siete años. Ya no volví a verlo.

Al principio, me violaron, pues, como he dicho antes, no quería subir a las habitaciones. Tenía mucho miedo, no me consideraba una persona sino una mercancía. Desconocía que tenía derechos. Esto lo supe más tarde.

Pero este mundo es una nube que te atrapa y te envuelve. Y, al final, caes. Y te conviertes en una alcohólica, en una drogadicta. No sabes cuándo empiezas. De lo que si estás segura es que lo haces para huir de la realidad, para buscar, quizá, unos mundos paralelos o esa euforia que no te permite pensar en el momento, y relativiza los problemas. Pensé mucho tiempo en el suicidio, pero sé que mi ángel de la guarda lo impidió. Gracias a Dios, desde hace cuatro años no consumo nada. Mi refugio es la lectura y la música, y las grandes amigas que he encontrado en Jaén. Me han dado todo su amor y cariño.
El club en el que trabajé era el famoso ´´Don Pepe´´ de Granada. Llegué a ser encargada del mismo.
No veía el momento de poder escalar esta montaña. Pero sí el poder escapar de los aires fríos de Granada. Y me mudé a un pueblo cercano de la provincia de Jaén, Alcalá la Real. En este hermoso pueblo de la Sierra Sur comencé a trabajar en otro club.
Y en este pueblo fue cuando mi vida empezó a cambiar, cuando tuve conciencia que era una persona con derechos, una persona que podía aspirar a una vida mejor. Mi ángel de la guarda bajó desde el cielo a la tierra. Su nombre es María, es trabajadora social, pero, sobre todo, es una mujer cuya pasión es la de ayudar a sus semejantes.
Gracias a ella salí del infierno en el que estaba metida. Me trasladé a Jaén.
Y a partir de este momento, mi vida cambió. Recibí, también, ayuda de un buen hombre que conocí. Con gran esfuerzo y tesón dejé las drogas.
Pero la vida me iba a echar un último órdago, una última prueba con la que tenía que demostrar mi fortaleza recién adquirida. Un bulto en el pecho derivó en un cáncer de mama que, gracias a Dios, se curó rápidamente.
Sin embargo, había otra sorpresa, que gracias al ánimo de María superé.
En unas de las revisiones me detectaron otro cáncer, esta vez de útero. El pronóstico fue bueno, y se curó también.
Actualmente, en otra revisión ha vuelto a aparecer el de mama, pero, también, está controlado, la enfermedad está desapareciendo.

Soy plenamente feliz. La gente con la que convivo me ha cogido mucho cariño. Vivo en el barrio de Peñamefecit. Queremos constituir una asociación de vecinos para que haya una verdadera integración entre todos
Al llegar a Jaén, empecé a considerarme un ser humano.
Es de noche, y sé que mi niño está bien. Desde el cielo vela por mí.
Ojalá, hagamos del mundo un lugar mejor.

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