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Por MARI ÁNGELES SOLÍS /

He visto, desde mi silencio, el devenir de la historia entre estos muros deshojados por el tiempo.

Frente a mí, la arcada mudéjar palpitaba, ¿podéis creerlo? Los pasos discurrían como sierpes en un ir y venir monótono, cansino. Y yo, callaba. Mi presencia resultaba siempre inadvertida, como si no tuviera valor, como si no importara.

Mi refugio era la noche. Porque ahí me abría por entero y mi aroma se esparcía por todo el lugar. Mi pureza se abrazaba a cada una de las partículas del viento para poder acurrucarme en alguna esquina del palacio… Palacio del Condestable, sí, este lugar donde pueden escucharse las campanas de San Bartolomé, su tañido es como un bálsamo para mí. E, incluso, antaño, pude escuchar las campanas de San Lorenzo, ¿podréis creerme?

Yo no sé cuánto tiempo estuve en este patio, con mis brazos dulces abrazando las paredes de piedra. Pero, según vi que iban destruyendo todo lo hermoso, supe que, antes o después, me tocaría a mí.

Sin embargo, como todo en esta vida, yo también tuve una época gloriosa y esa es la que quiero que quede aquí escrita, la que quiero que perdure porque para mi existencia se hizo tarde. Ya me arrancaron de raíz.

Habréis podido imaginar que soy el jazmín, aquel hermoso jazmín que lucía frente a la puerta del Salón Mudéjar. Hubo tiempos en que todos me miraban. Otros en que no, pero mi aroma no lo podían evitar porque se colaba por todos los sentidos.

Allá por los años ochenta del siglo pasado, cuando todo este lugar era conocido como el Casino Primitivo, moraba en el gran conocido Salón, la sede de la que fuera antaño la Peña Flamenca de Jaén. Y aquello era otra cosa, amigos, aquello era arte, sentimiento y pasión. Recuerdo ver bajar por las escaleras de caracol a aquel grupo de intelectuales que le dieron sentido a mi humilde existencia.

A lo lejos, podía ver aquella sala llena. Y la techumbre mudéjar se cubría de humo de tabaco, simulando una bóveda de templo. La voz del cante se mezclaba con el eco del silencio… con ellos, aprendí de la pureza y de la verdad. No hubo tiempo más bonito para mí, como aquel, con personajes que hicieron huella en nuestro Jaén, como Pepe Polluelas… en fin, la mano que todo lo borra, el olvido de los que dejaron morir todo lo hermoso de nuestra tierra, el olvido de los que me dejaron morir a mí.

En mis noches febriles, soñaba con ver frente a mí una placa en la que se recordara y conmemorara un hecho tan valiente y que puso en valor la cultura en Jaén. Pero solo era un sueño, lo sé. Tan claro porque con ese dolor abandoné este lugar, tan sincero como que era el sentimiento que me envolvía mientras arrancaban mis raíces, tan cierto como que mi alma aún sigue allí.

PD: En las noches de agosto, intento que el olor a jazmín vuelva a llegar a ti.

Atentamente, El jazmín del Patio Mudéjar. Salón del Condestable Iranzo. Jaén.

Mari Ángeles Solís

FOTO: IvlioStudio Cruz

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