Por ANTONIO GARRIDO / Hoy me dirijo muy especialmente a los responsables de la comunidad autónoma, y también a los gobernantes de España, a los que fueron, a los que son y a los que serán, a todo Jaén, a sus autoridades, a las fuerzas vivas y al conjunto de la ciudadanía, me da igual que les llegue o no este mensaje, yo al menos no quiero pecar de omisión como persona que se siente comprometida con su tierra.
Se trata de un alegato en favor de esta ciudad y lo hago con la autoridad de sentirme jienense hasta la médula a pesar de no haber nacido aquí ni por supuesto de renunciar, faltaría más, a mi privilegiado lugar de origen. Aprovecho la oportunidad que a todos nos brinda el momento, tras unas merecidas vacaciones, al que les haya tenido, y en el inicio de un nuevo curso que se presume intenso, para pedir, a unos, que procuren hacer examen de conciencia y, en el caso de que sientan algún remordimiento o se consideren concernidos alcen su voz y les reconozcamos entre los que no hicieron lo necesario para levantar a esta capital en el tiempo en que asumieron responsabilidades.
A los que están actualmente al frente de cualquier poder, estatal, autonómico, provincial o local, ya saben que han de acostumbrarse a escuchar la voz de un pueblo harto de la sumisión, de la espera y de la renuncia, y no les va a quedar más que una de estas dos alternativas: actuar en favor de Jaén o, si no pueden, no saben o no les dejan, tener la suficiente dignidad para abandonar los sillones. Creo que es coherente pedirles que se decanten por alguna de las dos salidas.
Quiero a Jaén, me duele la ciudad, toda la provincia, y durante más de medio siglo tengo la sensación de haber estado predicando en desierto, porque tanta denuncia no llegó a calar, no hubo terreno fértil que recogiera tanto mis propias impresiones como las que tuve que trasladar y salieron de la boca de los más diversos interlocutores. Al mismo tiempo no pretendo que este alegato se convierta en una censura y causa general a todos los políticos y a todos los responsables públicos con que ha contado Jaén. En efecto, como en todo, ha habido excepciones que confirman la regla, pocos, también es cierto, y pese a que la situación general de la capital no es la que nos gustaría, no es justo dejar de reconocer algunos esfuerzos, luchas, reivindicaciones, personas que cumplieron con su deber o se excedieron, a pesar de que los resultados, en algunos casos no les acompañaran.
Al poco tiempo de llegar a Jaén me enganchó para siempre esta ciudad. No entré llorando, lo hice muy feliz y con el tiempo Jaén me lo dio todo. Tampoco espero salir llorando, entre otras cosas porque opté por quedarme hasta que Dios quiera. A pesar de las adversidades de las que he sido testigo durante tantos años, tuve mucha fe en las posibilidades de recuperación de la capital, siempre y cuando se dieran las debidas condiciones para ello, que son las que se siguen resistiendo, y a lo que es bastante probable que haya contribuido la propia manera de ser de los jienenses, el victimismo y la apatía que son herencia de siglos, una resignación mal entendida que cuesta mucho desterrar.
Pues sí, enamorado de Jaén, así me siento, de una ciudad que a pesar de su mala suerte con muchos de los que han sido sus dirigentes, en tantas ocasiones ha dado ejemplos con sus enormes fortalezas, muchos jienenses de todas las épocas, también la de hoy, que son el principal patrimonio. Orgulloso de su riquísimo patrimonio, de la Catedral más bonita de España, del Centro Cultural de los Baños Árabes, el Castillo de Santa Catalina, del casco histórico al que se ha abandonado en el tiempo y clama atención, de ese vergel de Jabalcuz que fue un paraíso terrenal y no se ha podido recuperar por desidia; orgulloso de la capitalidad mundial del aceite de oliva, de la ambición manifestada reiteradamente en la organización de su Expoliva, y sin embargo pesimista, muy pesimista, porque seguimos sin creernos la potencialidad que tenemos, y cuidado porque si no espabilamos perdemos el trono de nuestro liderazgo olivarero, porque para avanzar hay que ser ambiciosos y desterrar rémoras del pasado.
En fin, orgulloso de la ventana abierta a las oportunidades que es el Centro de Congresos y Exposiciones, por supuesto la Universidad de Jaén, cuyo crecimiento tenemos que defender con uñas y dientes y en eso estamos muchos juramentados; de la dinamización de la cultura que es bien visible con una agenda cada vez más cargada en cantidad y calidad; un movimiento vecinal que es un enorme potencial, pero también abandonado a su suerte por falta de ayudas y de cariño institucional, pero que trata ahora de recuperar el sitio que le corresponde…en fin, sería interminable la relación de escenarios y situaciones que invitan a seguir confiando en una ciudad que es como un diamante en bruto, porque lo tiene todo, aunque, al mismo tiempo, tantas cosas le falten.
Siempre suelo decir, dirigiéndome sobre todo a los responsables públicos, que deben tener clara una idea, un sentimiento, una sensación, y es la de que las personas pasan pero la ciudad permanece, es por la ciudad en consecuencia por la que merece la pena hacer todos los esfuerzos y mover todos los recursos, por ella y por su progreso, porque nuestros hijos y nietos tengan en ella el mejor futuro posible, pero la realidad es que perdemos población y parece que asistimos a este éxodo con la normalidad de aceptar lo inevitable, sin rebelarnos siquiera ante este doloroso trance. Hace poco hemos conocido las cifras del paro registrado, los datos no son buenos para la provincia, y es curioso que los políticos sistemáticamente barren para casa, se apuntan a la euforia y se ponen las medallas cuando el aire sopla a favor y se esconden como el avestruz cuando hay escasas concesiones al optimismo. En tanto, un amplio contingente de personas, en especial jóvenes, se ven obligadas a dejar su tierra. El paro en sí mismo es un drama, pero esta circunstancia lo hace especialmente doloroso.
Estamos deseando que llegue de una vez por todas, la hora de Jaén, ya no hay lugar a la resignación, al miedo o la indiferencia. Jaén es nuestro, es de todos, los políticos son nuestros servidores, y hay que exigirles con buenos modos, pero al tiempo con toda rotundidad y sin rodeos, que han de decidir: con Jaén o contra Jaén. Ir contra Jaén ha sido tantas veces a lo largo de la historia plegarse a intereses mezquinos, entre ellos los de los partidos políticos a los que en gran medida les debemos el lugar que venimos ocupando desde hace años en todas las estadísticas, y tantas veces nos responden con triunfalismos, brindis al sol, cajas destempladas o simple palabrería…los datos no admiten duda, somos lo que somos. Pero queremos ser lo que nos corresponde, una ciudad y una provincia alegre, esperanzada y con futuro.
Foto: Vista de la Catedral desde el parque del Seminario.