Por ANTONIO DE LA TORRE OLID / Leer, escribir a diario, narran quienes se dedican a la literatura cuando cuentan su cotidianidad –más allá de la excepción del glamour de los focos del día de una conferencia, de un premio o de una nueva publicación-. Para ellos, más que rutina, es una inclinación, una vocación vital. El anhelo del periodista es similar y por eso muy motivador hacerlo, y en especial en el digital de Antonio Garrido.
Como un maestro –como suelo interpelarlo-, cerca de Antonio y de él aprendí durante pocos años el manejo de la información y una sana manera de relacionarte con la sociedad, su paisanaje y el entorno de donde la obtienes. Y aún hoy, y se lo he dicho, lo ejerce con madurez, dando a cada cual lo suyo, subrayando reconocimientos, pero sobre con valentía –en un mundo en el que es muy fácil salir tupido por una opinión que no es acomodaticia, que no guste, que sea políticamente incorrecta o que justifique por qué consideras que alguien se ha equivocado en esa ocasión-.
Pero para hacerlo con solvencia, tampoco es idílica la forma como lo viene haciendo Antonio, porque le ha obligado durante muchos años a picar mucha piedra, dedicar muchos reflejos, atención y muchas horas a conocer las razones de un hecho y a adquirir mundología, mochila y background sobre esta tierra. Ese contacto directo lo viene haciendo durante años de profesión periodística, e implicándose donde se cuecen muchos debates, en el Foro Jaén, en el Consejo Social de la Universidad, en la Asociación de la Prensa (donde también compartí con él), el mismo contacto con la actualidad al que le obliga este digital…
Todo lo anterior no es lisonja, sino el botón de muestra del sentido de esta declaración de intenciones de hoy. El ejercicio de la opinión lo es sobre todo de responsabilidad y solvencia, porque su contenido está destinado a influir, a reivindicar en aras de un cambio de estado de cosas, a invitar a la reflexión, etc.
El ciudadano soberano lo hace con su voto o con sus protestas; el político del poder ejecutivo con su gestión; pero ese intangible que ejercer el cuarto poder, dicho aquí sí, y pese a su deterioro reciente, en su más digna acepción, ése tiene un hándicap concreto en el caso de esta provincia.
Y no hablamos de un buen número de opinantes que lo hacen en la mayoría de los casos de forma magnífica en los distintos medios de Jaén. El déficit de opinantes observado y durante años de Andalucía oriental, pero en particular de Jaén, se padece en el contexto de los medios de comunicación social andaluces, en cabeceras de periódicos; pero sobre todo en radio y televisión, y entre ellas, por supuesto las de titularidad privada, pero especialmente en las públicas, porque todas ellas se deben al servicio público y eso debe ofrecerse en términos de equidad (y eso es trasladable a la correspondencia digital de todos esos medios).
La opinión de cada cual en redes sociales es creciente, respetable y gana cada día más peso. Pero el valor añadido de un buen lobby de opinión ejercido con cánones periodísticos o por expertos en distintas materias, genera una ventaja compresiva para su territorio de referencia, en este caso la provincia de Jaén. Lobby no en el sentido de contubernio para ese fin (que tampoco sería reprochable si su fin es justo), ya que no se ha propiciado de forma espontánea desde esos medios regionales, sino como una forma de describir a un grupo de personas que un día sí y otro no, acaban hablando de Jaén en antena. Y pese a ser hasta cierto punto intangible, calentar la oreja, que se escuche a quien habla con los pies pegados a su realidad, acaba contribuyendo como un grano de arena más, a muchas reivindicaciones.