Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /
Pregón Barrio de Belén
Siempre te he visto amanecer
antes que el sol, intentando
averiguar dónde
se esconde la aurora.
Pensando, quizá,
que su morada es un jardín
de luz y nubes de ese cielo
al que algún día tendremos
que ir.
Sumisa y esclava
de tu silencio.
Con ternura, deshaces ese
camino tortuoso que impone
el día.
Tus abrazos son rosas
que se clavan en nuestros
corazones que sangrarán
cuando ya no estés.
Buenas noches, vecinos y vecinas, miembros de la junta directiva de la asociación de vecinos ¨Guadalquivir¨ y autoridades locales. Agradecer a Pepi Alcántara su proposición para poder estar con ustedes esta noche. Sigue luchando, querida amiga, no estás sola.
Querida madre, acuérdate de las madrugadas, un poquito antes de las claras, cuando el sol estaba a punto de salir por el este y atravesábamos esta plaza camino del valle en busca de la vida, de la nuestra y de la tuya.
Hace mucho tiempo, tanto que, en esta plaza, justo en el centro, existía una fuente, con su agua que, siempre, estaba bailando. Yo, apenas tendría seis o siete años, y ya me gustaba ir a casa de mis abuelos, vivían en la calle Santa Catalina. Llegaron, con mi padre y mis tías, de un pueblo del Condado, de Navas de San Juan.
Mis abuelos se levantaban muy temprano, al alba, y siempre con una sonrisa en sus rostros. Acostumbrados a trabajar en el campo, madrugar no les suponía ningún esfuerzo.
Lorenzo, así se llamaba mi abuelo, era un artesano del esparto. Sus manos, tan finas como las de un pintor, eran capaces de hacer las figuras más hermosas. Comenzó, en un pequeño taller, situado, también, en la misma calle en la que vivía, y con la ayuda de sus hijos creó una de las empresas más importantes de este sector a nivel nacional, trasladando su sede a Los Villares.
Es, pues, el barrio de Belén, cuna de grandes emprendedores: Antonio Cerón, Antonio (Casa de Córdoba), Antonio García Fuentes, Martín Paredes Rubio, mi padre.
Al lado de mi abuelo, siempre, Carmen, su Carmen, mi abuela. La que lo sostuvo en aquellos momentos tan terribles, al venir del frente de una guerra incivil. Ahora, que la convivencia en este país parece ser que no atraviesa sus mejores momentos, reivindiquemos el espíritu y la concordia de nuestros abuelos.
Mi abuela Carmen, con su terraza y sus macetas, sus canarios y sus colorines, y el aceite en tinajas como Dios manda. Existe una foto en la que estamos los tres hermanos mirando el horizonte. Y, ella, a nuestro lado, y así fue siempre, en las tardes del día de los Santos y en las Nochebuenas, cuando nos sentábamos alrededor de la mesa, qué grande se veía entonces. Y el tiempo se detenía con los villancicos de Jaén.
Los que me conocéis, sabéis que soy un enamorado de Jaén, de su historia y tradiciones, de sus gentes, que tan ilustres fueron.
Sabed, queridos amigos, que nuestro barrio tuvo su noble historia, que desde el Medievo está en las crónicas de los historiadores de nuestra ciudad.
Aquí, en esta colina en la que estamos, se levantaron barreras de defensa para contener un posible ataque de los soldados del Reino de Granada.
Pero nuestro barrio fue fundamentalmente agrícola y ganadero, desde tiempos inmemoriales se celebraban ferias de ganado.
He tenido la suerte de conocer a muchos hortelanos que, tristemente, ya no están, Y ver, embobado, cómo montados en sus mulas, venían de las huertas y descargaban las hortalizas en sus casas. Y los animales durmiendo plácidamente en las cuadras. Sabiendo que al día siguiente tendrían que salir a ese campo que mira al este buscando la luz, la vida que da el sol.
¡Ay! Ejido de Belén y San Roque, tierra común de eras y devoción. De gente sencilla, que ha sabido mezclarse y hacer de la buena convivencia su razón de ser.
Eras de Belén
Egido común de un Jaén
que ya no está,
Tierra de hortelanas
que dieron su sangre y trabajo
para que la vida fuera más justa.
Aquí los hombres lograron
dominar al hambre.
Más arriba decía que nuestro espacio común, nuestro lugar en el que hemos nacido, no es solo de hortelanos. Existe otro gremio, otro oficio, en el que la habilidad y la constancia son sus grandes capacidades. Me estoy refiriendo al comercio de la venta ambulante. Cuánto sacrificio conlleva tal actividad. Cuántas horas fuera de tu casa, en esas carreteras y en esos pueblos de Dios.
Desde aquí, mi total admiración a Teresa y Pepe que, durante toda su vida, han estado ennobleciendo este oficio siempre, como el reloj más puntual. Sacando lo mejor de sí mismos para ir a trabajar, con la ayuda de sus hijas, baluarte muy importante. Pero permítanme que mi mayor elogio sea para Teresa, mujer incansable y luchadora. Tú, querida vecina, y tu marido os merecéis todo lo bueno que tenga que venir.
Son las tres de la tarde de un día cualquiera del año 1986. Tres niños salen de un portal de la calle Labradores, son hermanos. Van hacía el colegio Alcalá Wenceslada. Están deseando que acaben las clases para poder jugar en el patio del colegio, o en la calle. Antes, se podía. Ahora, las cosas han cambiado. Las actividades extraescolares apenas les deja tiempo para ser niños. Javi, Jaime, ¿os acordáis las tardes de fútbol en la plaza o en el colegio? Nadie nos buscaba, nadie nos echaba en falta. Pues sabían que estábamos bien. Ahora, queridos amigos, los niños han perdido la libertad para ser niños. Se la hemos quitado nosotros. Una sociedad que exige inmediatez. Queridos padres y madres, jugad con vuestros hijos, hablad con ellos, leed con ellos. Que tarden vuestros hijos en descubrir ese aparato del diablo que es el móvil. Resolved vosotros sus dudas, y no ese gigante que es internet.
La plaza ha cambiado, la fuente ya no está; los árboles que anunciaban la llegada del otoño tampoco está. Sin embargo, siguen estando los bancos. Sabed, amigos, que los bancos son vida. En ellos se iguala el ser humano. En ellos surgen conversaciones entre personas desconocidas que, luego, terminan siendo grandes amigos.
Es la plaza de Belén el ágora de la conversación, de las buenas maneras, de la cultura. Esta noche echamos de menos a Antonio García, nuestro más insigne vecino, escritor y sabio. Pero no estemos tristes. Su espíritu está con nosotros,
La ciudad de Jaén le debe un homenaje, como a tantos otros.
Qué suerte tenemos cuando Jesús entra en nuestro Jaén jerosolimitano, siempre lo hace por nuestro barrio. Nuestras calles y cuestas se llenan de palmas y olivos para recibir al Salvador. Magnifica cofradía, la que tenemos en nuestro barrio. Me consta su gran labor con los más desfavorecidos. Sin olvidarme del comedor de San Roque.
Solo me gustaría, si me lo permiten, poner un pequeño pero a nuestra cofradía. Sé que tengo que decirlo por ser honesto conmigo mismo. La actual imagen de la Borriquilla es bellísima. Sin embargo, sustituyó a otra no menos bella, cuyo autor fue Jacinto Higueras. Estamos demasiado enamorados de ese oeste crepuscular que es la Semana Santa de Sevilla.
Queridos amigos, no quiero hacerme pesado con mi intervención. Sólo he querido hacer un pequeño recorrido por este barrio que me vio nacer, que tantas veces recorrí y al que llevaré siempre en mi corazón.
Quiero daros las gracias por la amable y paciente atención que habéis tenido con mi persona. Yo, aunque ahora no viva aquí, sigo siendo y sintiéndome un vecino más.
No puedo terminar mi intervención sin dirigirme a mi esposa e hijas y decirles: Natalia, Julia, Emma, sois las flores que hacen que la vida sea hermosa.
Muchas gracias, amigos y amigas. Disfrutad de las Fiestas del Barrio. ¡Vivan las Fiestas del Barrio de Belén y San Roque!
Foto: Martín Lorenzo Paredes Aparicio durante su pregón en las fiestas del Barrio de Belén y San Roque.