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Por ANTONIO GARRIDO / “Todo el mundo quiere ser apreciado, por lo que si aprecias a alguien, no lo hagas en secreto” (Mary Kay Ash). La frase de hoy pertenece a una destacada empresaria y fundadora de una importante marca de cosmética. Qué razón lleva, nos cuesta abrirnos a los demás y expresarles nuestra consideración y afecto, y preferimos silenciarlo en vez de gritarlo a los cuatro vientos para que se sepa. A veces, cuando pretendemos hacerlo, ya es demasiado tarde. Nos queda un recurso, como recuerda la escritora realista gallega Concepción Arenal: “El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas”…Un día como hoy, de 1474, nació el poeta italiano Ludovico Ariosto, autor, entre otros, del conocido poema épico Orlando Furioso, aunque también escribió obras para la escena. Con él el Renacimiento italiano llegó a su cénit. Algunas frases suyas son: “Nadie puede ser perfecto en bondad si no tiene a su lado una mujer”, “El hombre es el único animal que hace daño a su pareja” y “Se desea más lo que nos está más vedado”. Observen que en su tiempo, hace unos cuantos siglos, también preocupaban problemas que hoy por desgracia están muy presentes en nuestra sociedad…

Otro autor que vino al mundo en este mismo día, en 1830, es el escritor francés Frédéric Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1904 junto a José Echegaray. Mistral cuenta con una obra principal, Mireia, una historia de amor al estilo de Romeo y Julieta. Escribía sus obras en francés provenzal, la que él consideraba como primera lengua literaria de la Europa civilizada. Una expresión de este autor: “Los árboles de raíces más hondas son los que más crecen”…Recordar asimismo que tal día como hoy, en 1645, nos dejaba un grande de la literatura del Siglo de Oro español, Francisco de Quevedo y Villegas, especialmente conocido por su obra poética. Es ator de la popular novela picaresca “Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños”. Como es bien sabido, era amigo de Lope de Vega y de Cervantes, al tiempo que enemigo acérrimo de su eterno rival, Luis de Góngora. Como literato, Quevedo cultivó todos los géneros literarios de su época. Se dedicó a la poesía desde muy joven, y escribió sonetos satíricos y burlescos, a la vez que poemas en los que expuso su pensamiento, típico del Barroco. Sus mejores poemas muestran la desilusión y la melancolía frente al tiempo y la muerte, puntos centrales de su reflexión poética. Tres frases de Quevedo: “El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien”, “El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos” y “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”…Una sentencia de Machado que como todas las suyas es muy lúcida: “Hay dos clases de hombres: los que viven hablando de sus virtudes y los que se limitan a tenerlas”…Otra del poeta Amado Nervo: “La verdadera grandeza es la que no necesita de la humillación de los demás”…La cita final es de la admiraba Gabriela Mistral: “Yo te enseñé a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos, inventados por mí para tu boca».

A UNA NARIZ

Francisco de Quevedo, una de las versiones del soneto dirigido

a su eterno rival, Luis de Góngora

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.

Érase el espolón de una galera,

érase una pirámide de Egipto,

las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,

muchísimo nariz, nariz tan fiera

que en la cara de Anás fuera delito.

DEFINICIÓN DEL AMOR

Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado,

es herida que duele y no se siente,

es un soñado bien, un mal presente,

es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,

un cobarde con nombre de valiente,

un andar solitario entre la gente,

un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,

que dura hasta el postrero paroxismo;

enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.

¿Mirad cuál amistad tendrá con nada

el que en todo es contrario de sí mismo!

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