Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Asoma su casa a la Senda de los Huertos, al barranco de La Alcantarilla. Allí la ciudad y el campo se hacen frontera. Es el camino que atravesó la leyenda de Jesús el Nazareno, El Abuelo. Dicen que se apareció o lo hicieron en Puerto Alto. Qué más da. Lo importante de esta historia es que Dios está en Jaén.
En esta casa, que todos los días recibe la luz del sol del Almadén, vive un promitente de Jesús. Él es un privilegiado, pues tiene la fortuna de poder llevar sobre sus hombros al Nazareno. Pero diremos que su suerte no es casual. Su padre, antes, le transmitió el amor, la devoción por Jesús, que es así como se le conoce a Dios por estos lares. En la ciudad del Santo Reino tenemos el privilegio de poder tutear a Dios.
Por tanto, querido amigo, ser promitente no es un oficio; ser promitente es una condición que se adquiere por nacimiento. Convirtiéndose, aclaramos, esta condición en un derecho, que se extiende a todos los jaeneros. Llevar a Jesús es llevarlo como lo hacían los antiguos cuando, al son de la marcha de Cebrián, subían por el acantilado de La Ropa Vieja hasta llegar a Santiago por el mediodía.
Cuando llega el Jueves Santo, el promitente, solo o acompañado, gira por Almenas y atraviesa la Carrera de Jesús para llegar al camarín. El ritual comienza. Primero, escucha los magníficos versos del poeta que tiene el derecho literario ganado de poder recitar a perpetuidad en el recital organizado por la ilustre cofradía. Y después, en segundo lugar, el promitente, sentado en frente del trono del Nazareno, le pide por él y por los suyos. Y, cómo no, se acuerda de aquellos que ya no están y que, como él, llevaron a Jesús sobre sus hombros.
En la casa de La Alcantarilla apenas hay luz. El ocaso se ha tornado en noche y el incienso sale por las rendijas de las ventanas. Hay una mezcla bella entre el regalo de los Reyes Magos y las flores que ya empiezan a nacer en las huertas.
Se acerca la madrugada. El promitente no puede dormir. La fuerza de la promesa se lo impide. Sin embargo, necesita descansar. La procesión es muy larga. En el viejo tocadiscos de su abuelo suena la marcha de Jesús, la que el maestro Cebrián regaló al pueblo de Jaén. El muchacho cae en duermevela. No tengas miedo, querido lector, la madre lo va a despertar, como todos los años, para que no llegue tarde a su turno. Este año le han dado el primero. Va a sacar a Jesús por primera vez. Es ya la cuarta generación.
Se abren las puertas del camarín. Jesús sale. Sube por el cantón. Nunca hubo un monte tan manso, cantó el poeta. Abajo, en la hondura del carro, el promitente sigue con la promesa de sus muertos.