Por ANTONIO GARRIDO / No estoy del lado de los que se han dejado seducir por la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y no porque disienta de los grandes retos que propone, sino porque como militante escéptico que soy y que he sido testigo durante medio siglo de no pocas invenciones para llamar la atención y tratar de convencer de la bondad en las propuestas de las grandes mentes que dirigen el mundo, también percibo la decepción, porque, lo diré con toda claridad, una cosa es la teoría y otra la realidad, el día a día.
La Agenda 2030 tiene muchos fieles seguidores, y en su mayor parte, espero no equivocarme, se encuentran en la esfera del poder, de los poderes, porque es una forma de mantener un cierto grado de ilusión colectiva. Se trata de una bondadosa formulación nacida en el seno de las Naciones Unidas y proyectada hacia la aldea global con el consenso de altas instancias. Efectivamente, en sus principios generales, con 17 objetivos globales, figura un plan, expresado muy resumidamente, “para lograr un futuro mejor y más sostenible para todos”. ¿Quién se va a poner en contra de este deseo? Cuestión diferente es conseguirlo. La misma Agenda 2030 propone para España y también lógicamente para nuestra provincia, “erradicar la pobreza externa y el hambre, combatir la desigualdad y el cambio climático, asegurar la igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres y garantizar el acceso universal a servicios de salud y educación de calidad”.
Por supuesto que me sumo a cada uno de esos retos, solo que ni con Agenda 2030 somos capaces de avanzar con el ritmo necesario. Es verdad que mejor tener un cronograma que no tener nada, pero si nos centramos en esta provincia, en las últimas décadas hemos establecido un marco de prioridades, tenemos la tarea muy elaborada del Plan Estratégico, pero con todo, como quiera que necesitamos la inversión de las administraciones, estamos atiborrados de ideas, pero faltos de efectividad en los hechos, que son los únicos que cuentan.
En mis entradas habituales por la hemeroteca y por la todavía lucidez de la memoria, he visto que el entonces partido en el poder, el PSOE, que mandaba en Andalucía y en Jaén, ya en 1987, hace 35 años, nos presentaba a bombo y platillo el horizonte próximo entonces de 1992, el año de la Expo, como la gran oportunidad para el territorio de Jaén, y ya propuso por aquel entonces algo así como la Agenda 2000, prometiendo que con la entrada del nuevo siglo esta provincia estaría metida de lleno en la modernidad, y en Andalucía Manuel Chaves nos hizo soñar con lo más grande, con algún que otro eslogan de los que mejor no acordarse. Pues bien, el 92, pasó por Jaén sin pena ni gloria, un fiasco, y nadie protestó contra una monumental indiferencia. Y lo mismo el 2000. En ese espacio de tiempo la única gran conquista fue la Universidad de Jaén, pero hay que agradecerla con moderación puesto que se trataba de dotar a cada provincia de una institución universitaria y hubiera sido escandaloso marginar a Jaén.
Digo todo esto para justificar mi escaso entusiasmo por expectativas tan grandilocuentes, que lo mismo que tienen adeptos hay una legión de críticos que consideran a este modelo exportado, una manera de hacernos comulgar con ruedas de molino, una especie de timo, seré más benévolo, sueño, pero envuelto en retórica y muy buenas palabras. Si se percibieran más claramente los resultados es posible que el panorama fuera otro, pero hoy por hoy, con todos mis respetos a quienes están entregados a la causa, no me esperen en ella, al menos por el momento. El día que vea que un proyecto así está cambiando a mi tierra, me subiré de inmediato a ese tren, porque lo que sea bueno para Jaén lo será para mí. Los recelos, tan enquistados, me dicen que como el 2030 lo tenemos ya casi al alcance de la mano, se inventarán otro plan hasta 2050. Y así, por los siglos de los siglos.
Dicho lo cual como hay tantos asuntos en cartera para opinar, me limitaré por hoy a señalar las contradicciones en las que caen con frecuencia los partidos políticos en Jaén, con tal de mantener la confrontación en la que tan cómodos se encuentran. En primer lugar la sorpresa porque después de un periodo tan dilatado de espera y de toda la historia que ha acarreado la dichosa Ciudad de la Justicia, ahora asistamos al sorpresivo anuncio de que de lo dicho no hay nada y que todo empieza de nuevo. Inaudito, hay que pasar página de tantos proyectos vacíos de contenido, de tantos consejeros incompetentes, de ríos de tinta. Se ríen de Jaén en nuestra propia cara y conste que es de agradecer la sinceridad expresada por el nuevo consejero, que estima que la mejor manera de encarar este proyecto es haciendo tabla rasa, borrón y cuenta nueva. Pero no me sale otra palabra que no sea la de vergonzoso para definir la suerte de nuestro Jaén. Ya puestos, sigo aconsejando al PSOE que no se meta más en los charcos. El partido que gobernando no fue capaz de sacar la mayor parte de los proyectos estratégicos para la ciudad, carece de legitimidad moral para hacer críticas tan severas al actual gobierno en determinados asuntos. Ha de hacer oposición, pero con la mesura suficiente para que los jienenses en general, cuestión aparte son los fieles, que lo perdonan y lo vitorean todo, no se lleven las manos a la cabeza. En resumidas cuentas, lo de la Ciudad de la Justicia es impresionante y define la actuación con Jaén de los dirigentes andaluces y, por supuesto, de los políticos con mando en plaza, a los que en primer lugar hay que pedir responsabilidades porque cobran muy buenos sueldos (otro día me detendré en este capítulo) para dar por bueno el balance.
Del mismo modo conviene recordar al grupo de concejales del PP que tomen rabillos de pasas para la memoria. Lo digo por la denuncia que han reiterado en los últimos días acusando al alcalde, Julio Millán, de ser el culpable en exclusiva del cierre de comercios, como si todo hubiera ocurrido durante su mandato. No soy el portavoz del primer edil, pero a cada cual lo suyo. Es verdad que han seguido echando la persiana nuevos establecimientos, las sucesivas crisis y razones poderosas del mercado, no se pueden reducir tanto las causas porque la mayoría de ellas trascienden al ámbito local, aunque las grandes apuestas comerciales no ayudan al fortalecimiento del comercio de cercanía, el de toda la vida, y lo cierto es que a todos se les llena la boca con este objetivo pero se rinden a la evidencia de las grandes superficies. Digo que no es justo responsabilizar a la actual Corporación, al menos de todo el desmantelamiento del panorama del comercio de la capital, y por ello recuerdo un detallado informe hecho público en abril de 2019 por la Asociación Centro Comercial Abierto Las Palmeras, elaborado un mes antes, y no habían llegado las elecciones municipales todavía, denunciando un censo de 228 establecimientos sin actividad en las 51 calles y plazas de su ámbito geográfico. Y decía el Centro Comercial Las Palmeras: “Los datos obtenidos son preocupantes al verse incrementados exponencialmente los cierres de establecimientos que se han producido en el último año”. Antes, en noviembre de 2018, me quedo con un titular de Ideal de Jaén: “Más de un tercio de los locales comerciales del centro de la capital están cerrados o en liquidación”. De hecho, por esas fechas, comerciantes de Las Palmeras y el mercado de San Francisco convocaron una manifestación para pedir medidas que evitaran el “desierto” de clientes.
En fin, lo del cierre lleva siendo insostenible desde hace bastantes años y hay factores propios y exógenos. Sí es cierto que al Ayuntamiento hay que pedirle más pasión en la defensa del comercio de toda la vida, también hay que demandar revulsivos hacia esta actividad comercial, a sabiendas de que los grandes, el internet, etc., están en el mercado. Hay muchas cosas que hacer y sería aconsejable el consenso institucional, me refiero en principio al Ayuntamiento, en lugar de acusarse mutuamente de quién lleva más comercios cerrados. En Jaén estamos en bucle permanente, no salimos de la misma historia.
Foto: San Clemente, una de las muchas calles del centro con numerosos comercios cerrados. (TITO RUIZ)